Un día —no muy lejano— las muestras de tejido de dos hembras de vaquitas marinas, que se mantienen congeladas en nitrógeno líquido a una temperatura de -320 grados Fahrenheit, será lo que quede de esa especie, que únicamente habita en nuestro país, en el Alto Golfo de California, amenazada por las redes de pescadores furtivos.
Tras el nacimiento de la oveja Dolly en 1996 —el primer mamífero clonado—, los científicos del mundo avanzaron exitosamente en la reproducción de otros animales, a tal grado que la Fundación de Investigación Biotecnológica Sooam, con sede en Corea del Sur, ha logrado hacerlo con más de mil perros en 12 años de operación. Sin embargo, la clonación no podrá salvar de la extinción a toda una especie: la vaquita marina (Phocoena sinus).
“Aunque estamos anunciando un notable éxito en la capacidad para salvar células de cultivo de tejidos viables de dos vaquitas, debemos reconocer que este pequeño paso no nos permitirá salvar a la especie. Nos entristece pensar que algún día estas muestras de tejido pueden ser todo lo que queda de este animal”, revela a MILENIO Oliver Ryder, director de Genética de la Conservación del Zoológico de San Diego.
A finales de 2017, científicos del Instituto para la Investigación de la Conservación del zoológico, en California, recibieron biopsias de tejidos de dos vaquitas marinas que contenían células vivas.
Aunque nunca habían intentado cultivar células de vaquitas, los investigadores lograron establecer con éxito las primeras líneas celulares para esta especie, que fueron incorporadas al Frozen Zoo, la colección más grande y diversa de su tipo en el mundo.
“Los genetistas advierten que las muestras —de solo dos individuos, ambas hembras— no brindan mucha esperanza de rescatar a la especie si perecen los últimos individuos que quedan”. No obstante, confían en que la información obtenida beneficiará a otras especies de marsopas amenazadas.
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Bajo la presión de la comunidad internacional, y tras una visita a México del actor y ambientalista Leonardo DiCaprio, el gobierno de Enrique Peña Nieto arrancó, el 13 de octubre de 2017, un ambicioso programa para la conservación, protección y reproducción de la vaquita marina, denominado Vaquita CPR, integrado por 65 investigadores de nueve países, que se concentraron en el puerto de San Felipe, Baja California.
El 18 de octubre el equipo logró capturar al primer ejemplar, una cría de seis meses, que fue devuelta al mar, debido al estrés que sufrió durante las cinco horas de manejo. Antes, la doctora Cynthia Smith, de la National Marine Mammal Foundation, logró tomar las biopsias que después fueron enviadas al Frozen Zoo.
Según el Monitoreo del Comportamiento de ese ejemplar, registrado por el Comité Internacional para la Recuperación de la Vaquita Marina (Cirva), al cual MILENIO tuvo acceso ese día, la cría capturada fue subida a la embarcación científica a las 11:00 horas, donde sufrió hiperventilación en numerosas ocasiones, por lo que recibió cuatro dosis de Diazepam y otros medicamentos para controlarla.
A las 14:24 horas los expertos tomaron muestras de sangre; la extracción de tejido se realizó 46 minutos después; “15:10 horas: Biopsia de piel, varias pulgadas detrás de la base de la dorsal en el lado derecho. 15:12 horas, concluye biopsia; sin sangrado. 15:13 horas, muestra de biopsia de piel colocada en un vial de medio de transporte”.
La vaquita, de solo 102 centímetros de longitud, fue liberada a las 15:21 horas. A las 4 de la tarde los investigadores la perdieron de vista a la distancia.
Dos semanas después, el 4 de noviembre, los científicos lograron capturar otro ejemplar: una hembra adulta, en edad reproductiva, a la que también le tomaron biopsia, y después fue llevada al “Nido”, un corral marino, pero la pequeña marsopa murió al siguiente día y el programa fue cancelado.
Ante el duro combate contra las organizaciones criminales que trafican los buches del pez totoaba, en cuyas redes muere atrapada la vaquita marina, el gobierno federal centró sus esperanzas en la clonación de esos ejemplares.
El pasado miércoles, el secretario de Medio Ambiente, Rafael Pacchiano, expresó que “espera que no se tenga que llegar al escenario de la clonación, pero ya está todo listo si es que se requiere, ya tenemos muestras de tejido”. La realidad, es que esas muestras congeladas pueden ser el único recuerdo de la especie, como advierte Ryder.
El Zoológico Congelado de San Diego es un banco de tejidos y material genético que han sido recolectados desde 1975. Cuenta con cultivos celulares congelados de casi 10 mil ejemplares, que comprenden más de mil especies al borde de la extinción.
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Gerardo Ceballos, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM, señaló que desde hace dos décadas una corriente de científicos impulsa “la desextinción de las especies”; al estilo de Parque Jurásico, por medio de un conjunto de técnicas, entre ellas la clonación, pretenden volver a engendrar a un animal de una especie extinta.
En 2000, tres años después de la extinción de la cabra montés de los Pirineos, investigadores lograron clonar a la última hembra de la especie, pero murió a los pocos minutos de “renacer”.
Ceballos destacó que también hay intentos por resucitar a la paloma pasajera extinta en 1914, sin lograr avances exitosos hasta ahora.
Recuerda que la vaquita marina aún no está extinta y, aunque su población es reducida, es mayor la oportunidad de salvar a la especie en vida, que resucitarla en un laboratorio, por lo que considera que aún hay soluciones, como decretar “un estado de excepción, como ocurre en pozos petroleros en altamar”.
Por su parte, Alejandro Olivera, representante en México del Centro para la Diversidad Biológica, una de los organizaciones que promovieron el embargo pesquero de especies del Alto Golfo ante una corte estadunidense, señaló que no se debe apostar a la clonación para salvarla, ya que “no se tiene variabilidad genética, por lo que conservar a la vaquita in situ es lo mejor, además de eliminar sus amenazas”.
En otro intento de desextinción, la Fundación de Investigación Biotecnológica Sooam de Seúl, junto con una universidad rusa, pretenden clonar un mamut congelado de Siberia. Hasta ahora solo han conseguido los restos de diferentes tejidos de fósiles congelados.
En tanto, el laboratorio sudcoreano ha promovido su tecnología para la clonación comercial de perros, principalmente mascotas, además de canes para rescate, detección de drogas y explosivos.
“El proceso de clonación comienza con la obtención y el cultivo de células de un animal. Luego se insertan las células en un óvulo que carece de ADN. El óvulo se fecunda y el embrión clonado es implantado en una madre sustituta, que vive un embarazo normal. La descendencia resultante es una copia genética del donante de la célula. El precio de un perro es de 100 mil dólares y viene con una garantía”, explicó Olsson a MILENIO vía e-mail.
Entre los mil perros que ha clonado, Sooam hizo cinco copias genéticas de Trakr, un agente canino que encontró al último sobreviviente de los ataques del 9/11 en el World Trade Center de Nueva York en 2001, y que tras inhalar humo, contrajo un trastorno neurológico degenerativo en sus patas traseras, que padeció hasta su muerte en 2009.
Olsson no duda que la clonación y otras biotecnologías se pueden aplicar “para preservar, salvar y restaurar la diversidad. Esto es desafiante por varias razones, pero es factible”.
La clonación no salvará a la vaquita marina
REPORTAJE
Científicos de EU poseen desde el año pasado tejidos de 2 ejemplares, pero sus directivos aceptan que no está garantizada la supervivencia de la marsopa.
México /
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