Aficionado a la novela negra, al actor Carlos Aragón le tocó encarnar al personaje de J. B. Priestley, el inspector Goole, en la puesta en escena de Otto Minera de El inspector llama a la puerta (An Inspector Calls, 1946), un drama escrito a mediados del siglo pasado, ambientado en 1912 y vigente en 2022.
En el montaje en el teatro Orientación del Centro Cultural del Bosque de jueves a domingo hasta el 17 de julio, el actor encarna al inspector Revenant (Minera le cambió el nombre a Goole) que irrumpe en la cena de una familia burguesa para investigar el suicidio de una joven, Eva Smith.
- Te recomendamos 'Madama Butterfly' se presentará en Monterrery en una versión "sin edulcorantes" Cultura
Aragón, quien ha encarnado al malo en películas como Abel , Yo Fausto o Colosio: el asesinato y series como Sr. Ávila se erige como la conciencia social, casi metafísica en este drama y sátira del prolífico escritor inglés, muy cargada del pensamiento socialista que lo caracterizó en su vida y su obra. Una adaptación de esta extraordinaria pieza de teatro social La Máquina del Teatro, de Juliana Faesler y Clarissa Malheiros, la montó en 2014 en El Milagro, con los feminicidios como el punto de partida.
En entrevista, Aragón desmenuza su personaje, que comparte créditos con Pedro Mira, Lourdes Gazza, Leilani Ramírez, José Ramón Berganza, David Villegas y Helena Aparicio, en la magnífica puesta en escena de Minera, que no solo le hizo encarnar a una de sus pasiones, una suerte de Sherlock Holmes socialista, sino hacer “teatro tradicional”.
“Soy muy seguidor de este tipo de historias de investigadores, de policías; me gusta mucho la novela negra, el thriller, así que fue una gran oportunidad abordar un personaje de este tipo. Además, me parece perfectamente escrita, y la traducción de Otto es muy buena. Y es teatro. No encuentro el adjetivo, alguien mencionaba que era teatro aristotélico, porque están todas las piezas como la gente concibe el teatro; es un montaje tradicional, se cuenta una historia muy clara, con un contexto de búsqueda de justicia social, todo eso me atrajo”, dice Aragón del montaje postergado por la pandemia.
Recuerda que Priestley fue un luchador social toda su vida, activista, incluso señalado como socialista.
“Priestley retrata perfectamente a esta alta sociedad que controla todos los medios de producción y la riqueza en sí, y es dueña de vidas y haciendas, y justifica su accionar con el pretexto del progreso, que si bien el progreso en general da riqueza, también lo ha hecho de manera pedestremente ventajosa, determinando que sus acciones son las correctas, pasando por quien tenga que pasar. Y esto se retrata finalmente en El inspector llama a la puerta, con todos los testimonios de los personajes”, subraya.
El drama se inicia cuando la acaudalada familia Birling celebra con una cena el compromiso de su hija Sheila (Leilani Ramírez) con el hijo de la competencia Gerald Croft (David Villegas). El festejo se interrumpe por la llegada de un inspector de policía, Revenant, que investiga el suicidio de la joven Eva Smith alias Daisy Fenton, a quien el patriarca Arthur Birling (Pedro Mira) despidió por hacer huelga.
Revenant interroga a cada uno de los miembros de la familia, incluyen a la bellísima y fría matriarca Sybil Birling (Lourdes Gazza), la superficial Sheila, el alcohólico e irresponsable hijo menor Eric (José Ramón Berganza) y el cuñado Croft, sobre el caso, mientras fuera de la escena la Sirvienta Edna (Helena Aparicio) lee sentada frente al público, en un juego de metateatralidad, la magistral obra de Priestley.
—¿Quién es el Inspector Revenant? ¿Por qué le cambiaron el nombre original de Goole?
Fue una decisión del traductor. Se puede traducir como “el Inspector Renacido”. Yo lo enfrenté así desde el principio, no hubo cuestionamiento del nombre, me pareció muy atractivo por los juegos de tiempo que utiliza el autor, que le gusta utilizar brincos en la vida del tiempo, que es parte de este montaje. Surgieron varios cuestionamientos sobre quién es: si es el padre de la muchacha, si es un enviado de Dios... Yo veo a un tipo que quiere impartir justicia, juega un poquito con que en la muerte de Eva Smith, nuestro personaje central, él prometió regresar a tratar de impartir justicia, que cuando menos se reconozcan los hechos reales y exista un examen de conciencia entre quienes la conocieron.
—La justicia está asociada siempre con la culpabilidad.
Hay una frase que me parece nodal de la obra: “En este mundo todos tenemos que compartir, y si no nos queda más qué compartir, pues tendremos que compartir las culpas”. Evidentemente, habría qué indagar qué parte de culpa podría tener el inspector en el suicidio de Eva, por no haber llegado antes, por no haberla conocido antes… La obra habla también de que en este país viven montones de mujeres en circunstancias semejantes, de ser mano de obra barata. (El inspector) trata de acomodar las piezas, de buscar un orden que siempre va a ser destruido por todos los que interactúan en nuestra sociedad, a pesar de que somos un solo cuerpo social. No podemos hacernos locos antes eso, cada acción nuestra va a repercutir en alguien más, eso es parte de lo que podría manejarse como culpabilidad del inspector.
—La obra se ambienta antes de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución Rusa, en 1912; pero Priestley la escribe a mediados del siglo pasado, terminada la Segunda Guerra Mundial y al arranque de la Guerra Fría. No obstante ¿qué la hace tan vigente, en su opinión?
Que no importa el escenario que uno le ponga o el vestuario, pase lo que pase estamos hablando de la misma historia de la humanidad, de quien toma ventaja sobre los demás, de quien llega primero golpea más fuerte… Podríamos ponerla en cualquier época y seguiríamos hablando de lo mismo.
—¿Quién es Eva Smith, ese personaje siempre presente pero ausente en la obra?
Es el pretexto para tratar de equilibrar las cosas, quizás suena tosco y rudo, pero es como el boleto de entrada para hurgar y hacer que este núcleo cobre conciencia de que somos responsables unos de otros.
—En los últimos años usted ha estado más asociado a series de televisión. ¿Cómo se siente de vuelta en el teatro?
Renacido, justo como Revenant. La sensación de ese contacto primigenio, de esa respuesta y retroalimentación inmediata no se puede comparar a lo que uno deja grabado en filmes o en medios digitales, es algo que no debemos perder y qué bueno que estamos recuperando los escenarios. Para mí es regresar a mi alma, con todo lo que implique, porque varios compañeros y obras sufrieron bajas por la covid y otras circunstancias. Pero lo curioso es que no íbamos a parar, iba a suceder como quiera que fuera. Y así fue. Todos los compañeros estamos en eso, no vamos a parar, nos regresaron la pelota y no tenemos más que usarla, pese a lo que pese. Creo que la humanidad es así.
—Es curioso. Los personajes de El inspector llama a la puerta están confinados en un comedor, como en la pandemia.
Sí, de hecho el mismo autor menciona que en 1910 hubo una epidemia de influenza y que gracias a eso nuestro personaje Eva Smith pudo obtener un empleo. Pareciera visionario.
—Aunque la obra tiene un desarrollo lineal, de teatro tradicional, clásico, hay aspectos que juegan con el tiempo o incluso entran a terrenos metafísicos, como el posible regreso final del Inspector Reventant que no sabemos bien a bien quién o qué es; por ese posible regreso, en un plano de eterno retorno nietzscheano, es que yo creía que le habían cambiado el nombre a Revenant. O hechos como el que la sirvienta esté leyendo An inspector calls fuera de la escena...
No sé exactamente cómo abordarlo. Me pongo a pensar qué tal que sí regresa el Inspector y en qué plan regresaría, como una especie de déjà vu. Es algo que el autor lo tenía siempre en la cabeza y que apuesta a que el público lo compre; que haya sido un evento metafísico esa primera venida del Inspector para buscar exámenes de conciencia, cuestiones filosóficas en donde pueda uno analizarse, en el supuesto caso que haya sucedido algo, cómo poder reaccionar. No hay que tratar de explicarnos cómo es que sucedió, sino cómo nos afecta, cómo tomamos estos eventos para aplicarlos a la vida.
—Usted suele interpretar a los malos en las películas. ¿Qué tal le fue aquí, como el malo para los otros personajes de la obra? ¿Lo odiaron?
Ja, ja, ja. Curiosamente en procesos anteriores sí acabaron no necesariamente en enemistades, pero sí se permea a todos las relaciones que pueden ser un poquito tensas. Y casi en todas me sucedió eso, haciendo Ricardo III, Malvolio, en Noche de Reyes..., siempre acabaron en algo raro. Pero, acá en El inspector llama a la puerta, no, acá el proceso fue un poquito tropezado por enfermedades, por varias circunstancias, y el grupo siempre fue uno, siempre estuvo dispuesto, y ese ensemble ayudó a la armonía, creo que nos queremos mucho, a pesar de que el personaje pueda ser detestable para las circunstancias e intereses de la familia Birling. Y creo que tuvo que ver con la solidaridad de que tenía que salir la obra porque tenía que salir. Había una gran intención de entender los recovecos que podía tener la obra, aunque es muy clara. Siempre fue muy armónico, extraordinariamente.
—¿Por qué juzga importante ir a ver El inspector llama a la puerta?
Justamente por lo que habla, lo que dice, por querer hacer que tomemos conciencia de este gran grupo social, que todos estamos ahí inmersos en esa misma cubeta y que somos responsables unos de otros, por un lado. Por otro lado, porque ya rara vez se hace este teatro formal, teatro de la palabra. La dirección de Otto es correctísima y nos lleva a ver este tipo de teatro, que no es experimental, innovador, vanguardista, nada de eso. Es teatro formal, y muy bien hecho. Es una buena vacuna para regresar al teatro; no hay recovecos, es una historia contada de la manera más directa posible.
PCL