No me concibo sin poesía... aunque tenga mala prensa: Javier Sicilia

Entrevista

Nombrado Persona del Año en 2011 por “Time”, el activista recuerda que creció escuchando versos de Federico García Lorca y leyendo a Ramón López Velarde; “es un lenguaje sagrado, pero ahora ya casi nadie lee”.

A los 14 años comenzó a escribir versos y a la fecha ha publicado una veintena de libros. (Aracely López)
José Antonio Belmont
Ciudad de México /

Javier Sicilia (Ciudad de México, 1956) nació escuchando poesía. Los versos de Federico García Lorca y otros escritores de las generaciones españolas del 98 y 27 colmaron su infancia. Las letras de Ramón López Velarde también fueron constantes.

La prosa de su padre, también poeta, tampoco faltó, y es que para Sicilia no hubo mejores “decidores” de poesía que Jaime Sabines y su padre, quien lo introdujo a las letras a través de sus autores favoritos.

A los 14 años comenzó a escribir versos y hasta la fecha ha publicado una veintena de libros entre novelas, ensayos y, por supuesto, poesía, su género favorito, el que asegura “posee las significaciones más profundas sobre la realidad”.

Su obra ha sido reconocida con el Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares y el de Poesía Aguascalientes, entre otros.

Y aunque no se concibe “sin la alegría y la libertad de la poesía”, Sicilia renunció a publicar más versos luego del asesinato de su hijo, que lo impulsó a fundar el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, y por el que fue nombrado Persona del Año de la revista Time.

En el cierre de su último libro, Vestigios, publicado en 2013 por la editorial Era, el también activista explica este silencio:

Ya no hay más que decir

el mundo ya no es digno de la Palabra

nos la ahogaron adentro

como te asfixiaron

como te desgarraron a ti los pulmones

y el dolor no se me aparta...

Si no hubiera sido poeta, ¿a qué se hubiera dedicado?

No lo sé, no me concibo sin la alegría y la libertad de la poesía. Es el gran género, ahora tiene por desgracia muy mala prensa, ya casi nadie lee poesía pero, creo, es la que posee las significaciones más profundas sobre la realidad.

¿Desde qué edad escribe?

Desde los 14 años. Mi padre era poeta, yo nací oyendo poesía, él era un gran decidor de poesía. Junto con (Jaime) Sabines, no conozco a alguien que dijera mejor la poesía, y pues yo nací oyendo los poemas de mi padre, a sus poetas favoritos.

¿Tiene un poeta favorito?

Hay muchísimos, pero puedo hablar de uno que para mí ha sido fundamental: Paul Celan. Hizo algo importante y planteó un problema serio a la poesía. Su madre le enseñó alemán y privilegió esa como su lengua, pero esa lengua fue degradada por los nazis, quienes mataron a sus padres, a su pueblo, y Celan intenta devolverle los significados a esa lengua, aunque después de Auschwitz no era posible escribir poesía.

Impartió un curso en el Centro Cultural Universitario sobre el tema...

Es que la lengua es muy importante, es el mundo de los seres humanos, dice el libro de la sabiduría: “La vida y la muerte está en poder de la lengua, del uso que de ella hagas, cuando se degrada, los frutos son Auschwitz o las fosas de este país”.

Relaciona cristianismo con poesía...

Es la otra faceta que heredé de mi padre, un hombre de profunda fe, y que está asociada con mi trabajo poético y con mi visión de la poesía, que es el evangelio, el cristianismo, la religión. Para mí, poesía y misterio evangélico, misterio de Dios, es revelado por el evangelio, están muy cercanos.

¿Cuándo fue el último libro que escribió?

Cerré con un poema en 2011, cuando supe del asesinato de mi hijo. Tenía un puñado de diferentes épocas que había titulado “Los restos”; restos de algún momento de mi vida con un lenguaje extrañamente terrible. Termino ese libro con el poema de mi hijo, y lo guardé, y después Marcelo Uribe, poeta, director de Era, me llama y me dice: “Te lo voy a publicar”. Le cambiamos el nombre a Vestigios, y desde entonces ya no he escrito poesía.

¿Qué ha pasado?

Para mí es un lenguaje sagrado, el que posee los significados. Los poetas eran la voz de la tribu, los que refundaban el sentido cuando entraban las crisis a las sociedades. La poesía ahora ya no refunda, cuando se puede asesinar como se asesina en este país, cuando se puede mentir como se miente en este país, cuando se puede malversar el lenguaje como se malversa en este país, y su rostro es el galimatías de la violencia, el mejor poema es el no escrito.

¿La violencia que hay en México le quitó las ganas de escribir?

Las ganas de escribir no. Yo valoro mucho la poesía y la palabra, y no se las entrego a nadie, la guardo en las urnas del silencio en espera de que un día, cuando esta sociedad tenga la capacidad de volver a escuchar, de darle sentido a la existencia, volver a escribir, y si no, el silencio hace parte de la poesía.

¿Hasta entonces volverá a publicar?

Como poeta que hace poemas sí. El poeta no es el que escribe versos, el poeta es el que mira poéticamente: oye, escucha, es un don, una gracia, una desgracia, donde el poeta habla, donde el poeta esté habrá poesía.

¿Qué hace en sus tiempos libres?

Sigo peleando para ver si podemos encontrar desaparecidos y una ruta de paz, seguimos en esa, y preservando en medio de la hecatombe algo que es fundamental, en medio del horror, que es la amistad, el cariño y el amor: mi nieto, mis amigos, mi mujer, y creo que eso hace posible habitar, a pesar de todo el infierno.

¿Qué está leyendo?

Una historia de amor y oscuridad, de Amos Oz.


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