En 'Las malas lenguas' (editorial Océano) están presentes palabras y frases que son parte de una insana costumbre de decirlo 'sin pelos en la lengua' y que ante todo se están haciendo a un lado aquellos modos de dotar a nuestro idioma de un vínculo puro de comunicación.
Pero ¿a poco no es divertido conocer todo el repertorio que está al alcance con solo entonar del ronco pecho los “anglicismos, pochismos, barbarismos, sinsentidos, disparates, pendejadas, redundancias, barrabasadas y toda clase de desbarres y dislates que, en cualquier momento, todos (prácticamente sin excepción) estamos expuestos a cometer cuando usamos la lengua”? Y si es además sometido al análisis de Juan Domingo Argüelles no hay más que esperar con gusto a que proporcione algunos detalles sobre cómo no hacer mal uso de la lengua.
Porque de ahí incluso parten muchos de los problemas que tienen que ver con la proyección del ser ante la sociedad. Los errores comunes circulan en libros, revistas, internet, no se diga en las conversaciones diarias. Si el lenguaje es un desastre, qué mejor manera de empezar a cambiarlo y volverlo manejable como el gran vehículo de comunicación que es. Así lo comenta el autor que estará en la FIL Monterrey el próximo 20 de octubre.
¿Cuál es el objetivo de este libro?
En mi libro considero que debiéramos plantearnos que nuestro idioma sea una referencia indispensable, como patrimonio merece ser defendido sobre otros idiomas que se van poniendo sobre el nuestro, que lo van relegando, nuestra conciencia cultural del idioma es una cuestión básica de todo hablante.
¿Hay un público específico para el libro?
Creo que una de las cosas que podemos hacer es reflexionar los que nos dedicamos al ejercicio profesional con la lengua; es decir, en gran medida Las malas lenguas es un libro destinado para quienes se ocupan del idioma y para los que no, y que sea detectar determinado error.
Este libro es para las personas que desean corregir su idioma. Hay una de las cosas indispensables que tenemos que saber es que hay personas que no saben lo que están diciendo, aunque suponen que está bien, y que nunca lo consultan en el diccionario, y esas personas lo van a seguir haciendo, al menos que alguien les diga, y hay otras personas que siguen usando los términos incorrectos, a pesar de que lo saben, y hay quienes sí desean corregir su idioma, pero los diccionarios son difíciles, pues las explicaciones son muy complicadas.
En el libro me voy a las cuestiones específicas, presenta términos para que las personas entiendan lo que están diciendo y que puedan consultar alfabéticamente y salir de esa duda, y su aspiración más legítima es ayudar al hablante o escribiente a salir de esas dudas.
¿Qué se debe hacer para evitar el montón de barrabasadas que se usan en nuestro idioma?
Creo que los programas educativos tienen que poner mucha atención en la enseñanza del idioma español. Estamos todo el tiempo con la algarabía y estamos todo el tiempo dando una importancia al inglés, como si fuera una lengua más prestigiada que el español, a las personas que usan esos términos.
¿Por qué se da la diferencia en nuestro idioma?; por decir, acá en el norte dicen que hablamos muy golpeado.
El lenguaje es algo muy propio, digámoslo de este modo. Todo lenguaje implica identidad, y el idioma es una generalidad. Cuando hablamos del español tiene también diversas manifestaciones particulares. No es lo mismo el español argentino, que el de Colombia o el de México. No es lo mismo el español que se habla en el sur, norte o centro del país, en un conglomerado urbano, que el español que se usa en un lugar rural, en donde por supuesto hay una comunidad de hablantes que no precisan de ciertos términos de vocabularios que no se usan en el contexto urbano.
El norteño no deja de ser un estereotipo cuando se dice que su habla es muy golpeada. Ante la parte española que llegó a México cuando se estableció el idioma español no pudo acabar con la parte cortés, del por favor, te lo suplico, a diferencia de otros lugares donde la conquista y el español llegó con más retraso, en donde el español que llegó es más golpeado; esto habla de un idioma basto, amplio, en el que no hay una uniformidad.