El neoliberalismo llega a su fin; creó muchos perdedores: Coe

Las contradicciones de este sistema económico, que si bien tuvo beneficiarios también provoca millones de damnificados, parecen agonizar o, al menos, llevarlo a su transformación

El escritor británico Jonathan Coe
Margaret Tatcher
Tony Blair
Brexit
'El número 11' de Jonathan Coe
Salida de la Unión Europea
Tropas inglesas en Irak
Carlos Rubio Rosell
Ciudad de México /

El proyecto neoliberal encabezado por el tatcherismo, el cual continuó incluso años después de que Margaret Tatcher, su principal impulsora, dejara el poder en el Reino Unido y su radio de influencia se extendiera por todo el mundo, ha llegado a su fin, considera el escritor británico Jonathan Coe, una de las voces más críticas de ese sistema político y económico, que ha dejado un saldo de millones de damnificados en todo el planeta.

Para el escritor, el neoliberalismo ha tenido siempre un defecto muy serio: creó ganadores y perdedores, y tarde o temprano, afirma, esos perdedores acabarían por rebelarse contra el hecho de que habían sido dejados de lado. “Mientras el tatcherismo creaba prosperidad en algunas zonas del Reino Unido, destruía pueblos y comunidades enteras cuyas economías se basaban en la industria manufacturera, y el problema fue peor cuando llegó la crisis financiera de 2008, la cual atacó los medios de subsistencia de las clases medias. Así que el resentimiento creado por el tatcherismo, tanto en la clase media como en la trabajadora, el cual permaneció más o menos oculto entre 2008 y 2016, explotó finalmente con el voto a favor del brexit. Y ahora algo similar está sucediendo en los Estados Unidos con el voto por Donald Trump”, dice el escritor a MILENIO.

Autor de obras como La casa del sueño, El club de los canallas, La espantosa intimidad de Maxwell Sim, La lluvia antes de caer o Expo 58, Coe (1951), Premio Médicis Étranger y Premio Wodehouse, acaba de publicar en nuestro idioma la novela El número 11, en la que plasma el desencanto político de la sociedad británica “prebrexit” y “poscrisis”, y hace un acercamiento posmoderno a la realidad inglesa lanzando toda una batería de preguntas y reflexiones sin respuesta en medio de una trama política en la que refleja el desmantelamiento de la sanidad pública, las triquiñuelas de la evasión fiscal de los muy ricos y la emigración ilegal, en el tono satírico que lo caracteriza.

“La realidad es compleja y tiene múltiples estratos”, explica respecto a esa mezcla de géneros literarios mediante los cuales aborda los temas de sus libros. “La vida real consta de comedia, tragedia, violencia, absurdo, carcajadas, ira… Es una gran, caótica mezcla de experiencias y emociones diferentes. En la mayoría de mis novelas me gusta conectar distintos géneros y tonos, tanto como me sea posible, precisamente para intentar captar esa clase de complejidad y para tratar de hacer de la novela algo lo más realista posible”.

Si tuviera que definir los temas principales de su nueva novela, Coe indica que son el miedo, la nostalgia y la injusticia, tres elementos que en su opinión han acabado motivando el brexit. “La clase media tomó conciencia de que la prosperidad y el estilo de vida se habían construido sobre cosas insustanciales y sus cimientos se desmoronan con facilidad, por lo que el ambiente y la atmósfera del libro están permeados por la idea de miedo, incertidumbre e incomodidad”, señala.

El número 11 comienza con la muerte del inspector de armamento de Naciones Unidas en Irak, David Kelly, envuelto en un escándalo de filtración de datos que ponían en entredicho a Tony Blair, hecho real que perturbó al autor y a la sociedad británica, por lo que se convirtió en un punto de partida para hablar de la guerra de Irak y ha servido al autor para narrar la forma en que el gobierno británico embarcó al país en una guerra escondiendo la verdad, cristalizando la ruptura de los últimos vínculos de confianza que existían con la clase política.

En el centro de esta historia está la amistad de Rachel y Alison, personajes cuyas vidas se cruzan con las de una serie de personajes estrafalarios, desde una cantante que vivió tiempos mejores y trata de recuperar su popularidad en un reality show en la selva australiana; un profesor obsesionado con una elusiva película que vio de niño; un joven oficial de policía empeñado en aplicar criterios sociopolíticos en sus investigaciones mientras trata de conquistar a una casta profesora católica; un supermillonario que contrata a una tutora para que enseñe a su hijo a comportarse como un chico normal de clase media; unos cuantos monstruos, reales o imaginarios, hasta un iracundo magnate de la prensa y su hija aspirante a columnista ultraconservadora, la cual forma parte de la poderosa familia Winshaw, que ya aparecía en una de las obras más celebradas de Coe, ¡Menudo reparto!, de la que esta novela es una suerte de continuación que puede leerse de modo por completo independiente, ya que según Coe, “no es muy útil pensar en El número 11 como una secuela de ¡Menudo reparto!, aunque algunos de los personajes de la primera novela regresen y haya algunas referencias a la maligna familia Winshaw. Sin embargo, se trata esencialmente de una historia nueva, o un conjunto de historias, con nuevos personajes. ¡Menudo reparto! es un libro sobre el nacimiento del tatcherismo, y El número 11 es un libro sobre su agonía, y lo que el futuro podría depararnos, especialmente a la gente joven, la cual me preocupa mucho en este momento como padre de una adolescente”.

Y es que El número 11 es en parte una crónica perpleja de la deriva de Inglaterra y en parte una sátira feroz de las élites económicas, aunque también a ratos una narración detectivesca a la antigua usanza, cuyo resultado es una especie de tragicomedia con cargas de profundidad sobre la desquiciada realidad del mundo contemporáneo.

“Terminé de escribir El número 11 a principios de 2015, y en realidad ni el brexit ni Trump se predicen en el libro. El único elemento de predicción de la obra se encuentra en las dos últimas páginas, que algunas personas han malinterpretado. Debido al hecho de que el narrador de esas páginas es un rumano, algunos lectores creen que estoy atacando a la gente por su origen, pero se trata de una interpretación muy equivocada. Esa parte del libro no debe ser leída de forma literal, sino metafórica, como una expresión poética del poder destructivo de la ira. La ira y una conciencia de la injusticia pueden conducirnos a una acción positiva y honesta; pero eso también puede manifestarse de otras formas, dando voz a la parte más oscura y destructiva de nuestra naturaleza, lo cual en última instancia conduce al fascismo. Esto es lo que esas dos últimas páginas de la novela quieren decir”.

Aunque es pura coincidencia con el título del libro, es esta la novela número 11 de Coe, quien sostiene que a pesar de la madurez literaria que ha alcanzado, nunca está satisfecho con sus libros y siempre espera que el próximo sea mejor que el anterior. “Cuando eso deje de ocurrir, entonces entenderé que debo poner fin a mi trabajo como escritor. Cada día que pasa aprendo algo nuevo sobre la naturaleza humana, sobre la historia, la política, y creo que comprendo un poquito mejor el mundo, o más bien podría decir que tengo un mejor conocimiento de la profundidad de mi ignorancia acerca del mundo. Escribir una novela no es tanto una forma de expresar una visión del mundo como una forma a través de la cual podemos aprender más colocando gente, historias e ideas de una cierta forma tratando de ver si encajan, para observar los modelos y patrones que surgen de ello. Así que mi ambición es sencillamente seguir escribiendo y aprendiendo. Es un proceso que nunca termina”.

En cuanto a sus principales influencias, no solo literarias, sino en ideas y sentimientos, Coe manifiesta que las más importantes no son, en realidad, los grandes maestros reconocidos del mundo de la literatura. “Yo tiendo a sentirme más atraído por figuras marginales. Prefiero a los escritores ingleses del siglo XVIII, en particular Henry Fielding y Laurence Sterne, que a los escritores del siglo XIX. Del siglo XX, me gustan escritores como Rosamond Lehmann, BS Johnson, Alasdair Gray, David Nobbs, Joseph Heller o Bohumil Hrabal. Es una lista muy variada y no podría decir qué es lo que tienen en común todos esos autores. Me gustan los escritores con un gran sentido del humor y un compromiso con la exploración de la vida interior de sus personajes. En cuanto a mis influencias de la vida cotidiana, vienen de cosas muy sencillas como leer los periódicos, escuchar las conversaciones de la gente en los cafés, de hablar con amigos y escuchar sus historias. No hace falta ir muy lejos en la vida diaria para encontrar suficientes novedades, drama y comedia que inspiren una novela”.

Por último, le preguntamos si ha estado en México y qué le parece la amenaza que representa en estos momentos la presidencia de Donald Trump, y responde que nunca ha estado en nuestro país, aunque figura en su lista de lugares que quisiera visitar. “¡Quizá algún festival literario querría invitarme! En cuanto a Trump… me encantaría poder tener palabras de esperanza, pero creo que su presidencia es algo realmente peligroso para todo el planeta. No solo estoy preocupado por él, sino por la visión del mundo tan beligerante de la gente que le rodea. Ver cómo una gran democracia como la estadunidense se transforma tan rápidamente en algo así como un Estado autoritario es en verdad una experiencia trágica. Yo simplemente mantengo la esperanza de que los estadunidenses decentes sean lo suficientemente fuertes como para resistir”.

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