En la más reciente edición de Arte Vivo Foto, presentada en Ciudad de México, la fotógrafa María Levy comparte una obra profundamente íntima y espiritual que resignifica el cuerpo desnudo como símbolo de pureza, vulnerabilidad y verdad.
Esta muestra colectiva —una evolución natural de la subasta Arte Vivo— reúne a cinco artistas: María Levy, Rodrigo Palma, Alejandra Edwards, José de Santiago y Cristina Kahlo, quienes exploran el desnudo desde una mirada artística, contemplativa y sensible.
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Arte Vivo Foto nace con el propósito de recaudar fondos para la Fundación México Vivo, que desde 2003 trabaja por la salud y la educación sexual en México, impactando seis de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible.
El proyecto propone una reflexión urgente: en un país donde 80 por ciento de adolescentes consumen pornografía en línea —y donde 70 por ciento la considera su principal fuente de información sobre sexualidad—, resignificar el erotismo desde el arte es un acto de resistencia amorosa.
“La sexualidad, el desnudo, es lo más natural de nuestra experiencia humana. No obstante, 80 por ciento de adolescentes en México consume contenidos pornográficos en línea, de los cuales 70 por ciento lo considera su principal referencia sobre sexualidad. Contenidos cargados de violencia, cosificación, explotación y trata. Con Arte Vivo Foto queremos resignificar el desnudo y el erotismo, volviendo a los orígenes de la sexualidad saludable”, en palabras de H. Rodrigo Moheno, director general de Fundación México Vivo.
Oración visual
En ese contexto, la obra de María Levy cobra una dimensión ritual. Nacida en Ciudad de México en 1996, estudió Comunicación Visual y Mercadotecnia en el Centro de Diseño, Cine y Televisión, y más tarde fotografía en la Escuela Activa de Fotografía. Su trabajo ha sido expuesto en muestras como Caleta CdMx y Palpitar, en la Alianza Francesa. En esta exposición el cuerpo se vuelve altar y la imagen, una oración visual.
“La espiritualidad es el corazón de todo lo que creo. Para mí, crear es un acto de comunión con lo invisible, con aquello que no se ve pero que se siente. Mi proceso creativo es una meditación, un ritual de escucha profunda. En cada imagen intento capturar ese instante sagrado donde el alma se asoma, donde el cuerpo deja de ser materia para volverse puente entre el cielo y la tierra”, comenta María.
Trabajando principalmente con fotografía análoga y autorretrato, propone una estética de la contemplación. El autorretrato, en particular, se convierte en un espejo del alma: una forma de reconocerse en cada etapa de la vida.
Al elegir lo análogo, Levy también elige el tiempo lento, la imperfección, el misterio de lo que aún no se revela. “Revelar una imagen que no puedo ver al instante me enseña a confiar, a soltar el control, a amar el proceso tanto como el resultado”.
En sus imágenes, la desnudez no es provocación ni ornamento: es retorno al origen. Una invitación a despojarnos de lo aprendido para volver a lo esencial.
“El cuerpo desnudo no es objeto, es símbolo de entrega, de vulnerabilidad. En el arte, la desnudez es un acto de valentía que nos recuerda lo sagrado del ser humano”, expresa la artista.
Viviendo actualmente en el bosque de Valle de Bravo, María ha encontrado en la naturaleza no solo inspiración sino un pulso que habita su obra: “Este paisaje no solo aparece en mis imágenes; habita en mi respiración, en mis silencios, en la forma en que me relaciono con el mundo”.
Un bosque en silencio
María no busca capturar imágenes, sino traducir vibraciones. Su cámara es un canal. Ella misma es instrumento de una frecuencia universal.
“Percibo esa unidad cuando logro desaparecer como ‘yo’ y simplemente ser parte del todo”, afirma. Por eso, sus imágenes no solo se miran: se sienten.
Su práctica artística se extiende también a la enseñanza. María comparte espacios de reconexión a través de la pedagogía Waldorf, donde guía procesos creativos que vinculan arte, espiritualidad y sanación.
“Acompañar a otros en sus procesos creativos y evolutivos es también una forma de sanar y expandirnos en comunidad. Creo que cuando una imagen nace desde el corazón y no desde la mente, toca otros sentidos. Me gusta pensar que mis fotografías no se miran, se sienten. A veces son el susurro de una emoción, otras veces, un eco del alma. El silencio, la textura, la luz suave… todo está latente para invitar a la contemplación, a la pausa, a la presencia”, comentó
La creadora utiliza una Fujifilm X100F y una cámara análoga Minolta, dependiendo del ritmo, la luz y la emoción del momento. Lo técnico está al servicio de lo emocional; la imagen al servicio de lo invisible.
Sobre su participación en Arte Vivo FOTO, Levy concluye:
“Arte Vivo ha sido una de las experiencias más significativas en mi camino. No solo por el honor de compartir espacio con artistas que admiro profundamente, sino por la posibilidad de mostrar una parte muy íntima de mi proceso: el cuerpo como canal, la imagen como ritual.”
Para conocer más sobre la muestra y cómo adquirir una de las obras de los distintos artistas , visita el perfil de Instagram de la fundación.
Conocer la obra de María es como entrar en un bosque en silencio: todo invita a la pausa, a la reverencia, a mirar hacia dentro. Su trabajo nos recuerda que el arte no necesita gritar para transformar; basta con que toque una fibra esencial. En un mundo acelerado, sus imágenes son un espacio sagrado para la contemplación.
PCL