No tengo ‘hobbies’, amo el desastre en escena y me da pánico la mediocridad: Claudio Valdés Kuri

Entrevista

El director de teatro estrenó su ‘Triple Concierto’, una competencia entre pianistas reales, y habla de su infancia en Satélite, donde tomaba clases de música desde la ventana de una academia porque no podía pagarlas.

“El artista mexicano tiene una enorme voluntad para sacar lo mejor de sí mismo”. (Ariana Pérez)
Ciudad de México /

Director en todas las artes escénicas; músico, cantante, cineasta, terapeuta, Claudio Valdés Kuri confiesa estar en conflicto en cuanto a su entretenimiento: nunca ha tenido un hobby, aunque practica yoga, cita el Kybalion, el tarot y se declara fan de las enchiladas verdes.

Solo siente pánico escénico ante la mediocridad, lo mal hecho, pero le gusta el desastre como tal en los escenarios, “esa cosa viva que da lo inesperado”; en ese sentido, nomás deja al azar el azar en sus montajes, como ese juego de botella de su reciente obra teatral.

En la entrevista muestra con orgullo el clavecín tipo espineta que se mandó construir y que ocupa un lugar protagónico en su casa, frente a una escultura regalo de Javier Marín —su colaborador en el oratorio de Arthur Honegger Juana de Arco en la hoguera—, que por azar revela igual austeridad cromática que el piso que le diseñó Francisco Toledo: blanco y negro, como las teclas del piano o como el Yin y Yang que, paradoja, representan el todo.

Acaba de estrenar su Triple Concierto, una pieza escrita por él y Mónica Hoth que desborda el escenario del teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario, con técnicas incluso de documental de cine, sobre una competencia cuyos protagonistas son pianistas reales, artistas escénicos, más que actores, que se presenta hasta el 13 de octubre.

Durante su infancia en Satélite, Estado de México, el director de la compañía Teatro de Ciertos Habitantes tomaba clases de música a través de una ventana de la academia Doremi, porque no podía pagarlas (tal vez por ello en sus obras busque expandir el escenario, compartirlo con el público); luego vinieron ahí 17 años de estudios de piano y teatro.

La gente común va al cine, al teatro, a conciertos, como entretenimiento. Tú haces todo eso profesionalmente. Para ti, ¿qué es entretenimiento?

Me vas a poner en conflicto. Yo nunca he tenido hobbies, nunca he hecho otra cosa que esto. Sí tengo que aceptar que me llena tanto y ocupa tanto de mi tiempo que no hago otra cosa; digo, fuera de mis hijos, a los que gozo muchísimo, mi gozo es hacer esto, sí me apasiona. Curiosamente, voy muy poco a otras manifestaciones artísticas, por tiempo, no por falta de interés. Otro aspecto fundamental de mi vida es mi crecimiento interior: trabajo mucho en meditación, tengo un grupo de trabajo con el que he estado por años. El crecimiento interior para mí es fundamental, yo me formé también como terapeuta.

¿Qué tipo de terapeuta?

Terapeuta transpersonal, con la intención de poder contener a los grupos de trabajo. No es lo mismo juntar un grupo entre semana que para un año de ensayos; hay que tener herramientas porque los contenidos de mis obras cada vez reflejan más esa búsqueda del ser humano, van dirigidos más al individuo que a la sociedad. Si el individuo halla su armonía, su plenitud, los siguientes círculos van a acomodarse.

¿Eres del ex Distrito Federal?

Sí. Crecí en Satélite, cuando era el fin de la gran urbe, no había nada; era una vida entre el campo y la ciudad, una cosa muy interesante. Había una academia de música, que fundó Erika Kubacsek, y yo no tenía los medios para entrar, pero Erika vio a mi hermana mayor, Silvia, y la invitó a trabajar. Gracias a este acercamiento yo iba y veía las clases desde afuera, a través de la ventana, hasta que se organizó un coro de niños y pude ingresar al coro, y me abrió una vida y un universo increíbles. Ya no salí de esa academia los siguientes 17 años, estudié teatro, luego formé un cuarteto de música muy importante en su tiempo.

Eugenio Caballero dice que no deja el país porque la ciudad es lo que más le inspira. ¿A ti qué te inspira fuera de los escenarios de música, cine, teatro?

También encuentro cierta similitud, porque he trabajado en otros países pero el nutrimiento que me da éste es particular; la efervescencia y el color de esta nación me nutre muchísimo. Y no solo eso: hay en México una disposición muy singular al trabajo artístico y escénico, comunal, que no he encontrado o no existe en otros países, es decir, mis procesos duran meses, si no años, en ningún lugar del mundo los pagarían; entonces, se necesita gente con disposición. Hay una voluntad muy particular del artista mexicano a querer sacar lo mejor de sí mismo.

Sales mucho del país, a veces por largas temporadas, ¿qué es lo primero que quieres hacer cuando vuelves?

Comer enchiladas verdes. Aunque sea un lugar común, pero eso es tiro por viaje.

¿Qué es lo que te da más pánico escénico?

La mediocridad. Lo medio hecho, lo medio logrado en términos de un espectáculo es lo que más me llega a molestar. Porque el desastre en escena, como tal, me gusta, esa cosa viva que da lo inesperado, el gran accidente. Que alguien no llegue por negligencia, eso me parece muy irritante, pero cuando ocurre algo, como en el estreno de Triple Concierto, que se rompió la pata de un piano, o lo que pasó en De monstruos y prodigios, que un caballo destrozó la sillería porque no hallaba por dónde salir, eso pone al intérprete y al público en otro nivel, porque no se sabe si estaba planeado.


  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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