Ser pintor es ser partícipe activo en el testimonio que describe nuestro tiempo. José María Martínez (1974) lo sabe; por eso, desde su estudio en Jilotzingo, su tierra natal, sigue pintando en clave hiperrealista la desgarradora realidad de la que es testigo. Gracias a su depurada técnica y a su mirada incisiva, fue elegido como uno de los autores de la Colección de Milenio, y su obra fue parte del itinerario por los museos más importantes del país de la muestra El Milenio Visto por el Arte. Su trabajo ha sido expuesto en el Museo de Arte Moderno “Carlos Olvera” y en el Museo “José María Velasco”, en Toluca, además de otros museos de Nueva York, París, Ciudad de México...
¿Cómo vives la pandemia? Uno asume que te favoreció estar encerrado en tu estudio…
Estoy acostumbrado a estar en mi espacio, en el taller, hasta cierto punto “nada nuevo” con la pandemia. Al inicio del confinamiento estaba por viajar a Madrid, no hice el vuelo y no hay fecha para viajar, hay que seguir esperando, me encuentro cansado del encierro, pero con proyectos de obras nuevas, emocionado, aprovechando el tiempo dibujando y pintando.
Comenzaste tu camino en la pintura siendo autodidacta, casi a ciegas en la disciplina del arte. ¿Qué rescatas de esa etapa de tu vida?
Durante la licenciatura me enfoqué a pintar y dibujar por mi cuenta, visitaba museos, bibliotecas, descubrí pintores, ese fue el primer camino, lo importante fue el grupo de amigos de la escuela, estar acompañados. Después estuve en el taller del maestro Arturo Rivera en la Ciudad de México, fue una etapa de aprendizaje de 2002 a 2004, rescato que ese tiempo fue conocer el oficio de ser pintor, descubrir artistas.
Ahora con la pandemia se viven tiempos interesantes en la pintura, hay workshops y conversaciones en línea con verdaderos pintores en varias partes del mundo, me hubiera encantado algo así hace 20 años, tomar algunos. El proceso de aprender no termina.
¿Por qué la pintura?
Desde niño me atrajo la pintura. Aprendí de mis padres a registrar momentos, mi papá era el fotógrafo de la familia y siempre me llamó la atención que atrapaba el tiempo y el espacio en las fotos. Desde niño supe que era observador, después conocí la pintura en los libros de texto, siempre el realismo me cautivó.
Tú has elegido el camino de la minuciosidad, el detalle revelador, la casi invisible capa de sorpresa que cubre la realidad de tus cuadros. ¿Qué has encontrado?
Frente al lienzo se van sumando horas y días de trabajo, a veces siento que el cuadro no avanza, pero sigo pintando y al paso de los días y semanas va cuajando la pintura ―o el dibujo―, un bodegón, un retrato o un paisaje. Encuentro la emoción de pintar un pedazo de vida en cada lienzo.
¿Qué necesita un pintor para serlo? ¿Bastan los materiales y la superficie?
Vivir, observar, visitar museos, galerías, estar con los maestros que uno elija, enfocarse en el oficio. Realizar un trabajo de introspección, creer y confiar en la intuición, trabajar con disciplina.
¿Cuáles son tus pintores predilectos?
De los grandes maestros universales me encanta Velázquez y Vermeer; de la pintura mexicana Hermenegildo Bustos es un gran pintor; de los contemporáneos, Antonio López García, el maestro del Realismo español –en 2002 conocí su obra en un libro y me enamoró su dibujo y su pintura: es un artista verdadero y un gran ser humano, un maestro generoso. De los pintores jóvenes me gusta Jaime Valero, Jordi Díaz Alama, Jeremy Lipking, Nick Alm...
Naciste en 1974, perteneces a una generación de artistas en plena madurez expresiva ¿Cómo te ves en diez años?
Pintando y viajando. Tal vez es el cansancio del año de pandemia que llevamos, pero ahora con muchas ganas de visitar museos, de ver a los grandes maestros. Me observo disfrutando del oficio de pintar y dibujar, aprendiendo.
¿Hay algo qué reprocharle a la sociedad respecto del arte en estos tiempos de consumismo?
Se fomenta consumir “arte conceptual”: instalaciones, a mí me interesan otras cosas. Ahí están las obras de arte de Velázquez, de Vermeer, Rembrandt, Caravaggio, por ejemplo, donde el tiempo y el espacio se hacen eternos en el lienzo.
¿Cómo debe encarar la escuela elemental la apreciación estética y la práctica del arte?
La educación artística es importante y no se le da la importancia que requiere. En nuestra entidad, no se conoce en el ámbito educativo la obra de los artistas más representativos: José María Velasco, Luis Nishizawa y Leopoldo Flores, mucho menos se difunde. Los aprendizajes artísticos aportan a la formación integral de niñas y niños. La educación básica no da importancia a la enseñanza de teatro, música, danza y pintura. Hacer manualidades no es educación artística.
Hace falta más apoyo a la educación artística, apreciar el arte, para valorar el patrimonio cultural. Realizar acciones para fomentar el turismo cultural y valorar los espacios culturales locales.
MMCF