La Rama, la tradición navideña que marcó a una generación

Cuando no había violencia en las calles, niños y jóvenes salían a cantar a los hogares en víspera de la conmemoración del Nacimiento de Jesús

La rama tradición
Cristina Gómez
Tamaulipas /

Cuando en las noches niños y jóvenes podían andar libremente en las calles sin temor a que alguien les hiciera daño, era común que en grupos pequeños iban a las casas a cantar en víspera de la Navidad.

A esta tradición se le llamaba La Rama porque literalmente llevaban una rama que simbolizaba un pino navideño, y valiéndose de ciertos instrumentos hechizos, unos cinco o siete chiquillos llegaban al pie de los hogares.

Árboles de Navidad |Andrés Lobato

En aquellos tiempos eran bien recibidos por las familias de todos los estratos sociales, quienes luego de escucharlos les daban dulces o dinero que iban juntando para al final armar su propia posada.

Todas las puertas se abrían. No había temor ni desconfianza; en ese ambiente decembrino se respiraba hermandad y una energía positiva.

A los integrantes de La Rama les bastaba con llenar botes de aluminio con piedras, pasar un pequeño trozo de madera por una botella de plástico, así como aplastar fichas de refresco y unirlas en un alambre para crear la música que acompañaba su canto.

Y ahí iban estos menores, con los bolsillos llenos de muchas ilusiones en una infancia o juventud sin sobresaltos que disfrutaron aquellas generaciones cuando la delincuencia no se había adueñado de las calles.

ORIGEN

La Rama navideña era una tradición que iniciaba el 16 de diciembre y concluía en Nochebuena, pero este último día eran grupos de adultos los que salían a cantar.

Esta tradición viene de la región de la costa de Veracruz y llegó al norte de ese estado así como al sur de Tamaulipas entre la década de los 70s y 80s.

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De acuerdo con el cronista de Pánuco, Luis Enrique Pérez Pérez, era un aporte significativo del talento e ingenio mexicano para llenar de alegría, ritmo y gracia estas festividades.

Comenta que esta tradición tan especial, consistía básicamente en tomar una rama que hubiese caído de un árbol, la cual fuera sencilla y fácil de cargar pues se adornaría con esferas de unicel, pelo de ángel, cadenas de papel, escarcha de colores y otro tipo de decoración vistosa y alegre.

“Los niños y jóvenes llevaban esta rama de casa en casa cantando coplas navideñas y quienes los escuchaban les regalaban dinero o dulces e incluso fruta”.

Su rima decía: “Naranjas y limas, limas y limones, más bella es la virgen que todas las flores. Ya llegó la rama, quítese el sombrero porque en esta casa vive un caballero, vive un caballero, vive un general, yo pido licencia para comenzar”.

Al final de su canto remataban: “Ya se va la rama muy agradecida porque en esta casa fue bien recibida”. La mayoría de la gente aportaba, pero si por alguna razón no sucedía así, entonaban “Ya se va la rama muy desconsolada, porque en esta casa no le dieron nada”.

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Con este tipo de costumbres, se manifestaba el júbilo por la llegada de la Navidad, enalteciendo el sentido de unión y promoviendo la buena convivencia en las comunidades.

Sin embargo, esta bella tradición está prácticamente muerta porque diversos factores contribuyeron a que se fuera perdiendo con el paso del tiempo.

“A veces en alguna colonia popular de Pánuco se organizan para armar La Rama pero ya no es igual, son casos muy aislados, donde solamente visitan las casas de su manzana”.

Pérez Pérez considera que antes había mayor hermandad entre los vecinos, pero el tejido social se ha ido modificando para dar paso a una dinámica donde las familias tienen poco contacto con sus vecinos y con el mundo exterior.

Se ha ido perdiendo la cohesión social. Primero la inseguridad y luego la contingencia sanitaria han influido para que cada vez más la ciudadanía se encierre en sus hogares y no interactúe con los demás.

“En Pánuco, por ejemplo, después de las seis o siete de la noche ya no encuentras a nadie en la calle, salvo por alguna situación de emergencia, no hay vida nocturna”, comenta Luis Enrique Pérez.

AL RESCATE

Tanto el cronista de Pánuco, como el historiador tampiqueño Francisco Ramos Alcocer coinciden en que los gobiernos deberían hacer el esfuerzo de rescatar este tipo de tradiciones.

Consideran que esto se puede fomentar desde las escuelas, tal como se ha hecho con la conmemoración del Día de Muertos.

Pérez Pérez refiere que algunos intentos se hicieron hace tiempo en la Escuela de Bachilleres Pánuco siendo su primer director el profesor Moisés Galván, quien organizó concursos de La Rama entre los estudiantes.

Menciona también el esfuerzo realizado en la Casa de la Cultura de Pánuco, en donde a los niños que forman parte del taller de Música se les organizó para escenificar La Rama y visitar algunos comercios de la ciudad.

“Son esfuerzos que se han hecho pero de manera aislada, sí sería importante que autoridades educativas fomentaran estas tradiciones y que la propia población se sumara”.

También en Tampico se ha intentado, pero como la mayoría de la población desconoce en qué consistía esta costumbre, no tuvo eco, recuerda el documentalista Francisco Ramos Alcocer.

“Inclusive armaron La Rama con huapangueros al frente que iban cantando y la gente se sorprendió porque era algo que no habían visto antes, fue entre 2012 y 2013 cuando se quiso rescatar la tradición, pero se vinieron los tiempos violentos y ya no fue posible”.

Cuenta que en la ciudad se ha hecho una mezcolanza de tradiciones producto de la población flotante que viene de otros países y regiones con sus propias creencias y costumbres.

“La Rama es del sur de Veracruz y llegó a nuestra vecina región del norte de ese estado y también a Tampico, era una época muy bonita porque la gente vivía con las puertas abiertas”.

Lamenta que no se fomenten tradiciones como esta, así como la verdadera esencia de las posadas, pero también el uso de juguetes artesanales como el trompo y el valero.

“La Rama llegó a Tampico y en algún momento fue del agrado de la gente pero se enfrió y desapareció. Empezó a darse en algunas vecindades y después sus integrantes se iban a cantar a los comercios del centro, donde al principio les daban cooperación pero después ya no”.

Ramos Alcocer destaca la iniciativa de la maestra Norma Mar Martínez, quien trató de rescatar e inculcar en los grupos de baile de la Universidad Autónoma de Tamaulipas esta tradición navideña.

ASÍ SE FESTEJABA

Antes las posadas se efectuaban en la iglesia, ahí iba la gente a rezar el rosario y cantar villancicos con panderetas y cascabeles. Después de la bendición los niños pasaban al patio a romper la piñata y recibir sus bolsitas con colaciones y cacahuates.

Así lo narra María Antonieta Alanís de Salazar “En el Tampico Aquél”, donde cuenta que la gente rica se reunía con sus amistades para celebrar las posadas en las casas cuyas familias se ofrecían como anfitrionas y después del rosario invitaban a sus amigos una cena espléndida para la que sacaban finísimos manteles españoles, cuchillería de plata, su vajilla más hermosa, y su cristalería de Bacará.

“Y ahí al filo de las once de la noche terminaba la cena y cada quien a su casa a esperar la nueva posada, hasta que llegaba el día esperado, el 24”. En esa fecha, las familias acudían a la misa de medianoche también llamada Misa de Gallo”.

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Se lee en el libro que todos asistían a esta ceremonia elegantemente vestidos, las mujeres de sombrero y ataviadas con sus estupendas alhajas, pues la mujer tampiqueña era poseedora de joyas en calidad y en cantidad.

“Después de esa misa, se iban a sus casas para cenar en familia los platillos propios en aquella época de una cena navideña como eran el bacalao a la vizcaina, el mole de guajolote, la pierna de jamón planchado, único en sabor que se pasaba todo el día bajo las planchas de fierro que usaban para desarrugar la ropa y de ese modo lo cocían”.

En todas las casas ponían el nacimiento en la sala principal. En las escuelas lo ubicaban en alto simulando un cerro y en las laderas colocaban los borreguitos. Y seguían los días hasta llegar el 1° del año.

Esa fecha se daban los regalos a los que trabajaban, nunca dinero, siempre ropa y dulces, se daba el aguinaldo a los ahijados, porque antes los padres se cuidaban de fomentar en los corazones de los niños el amor al padrino y a la madrina.

“También al cartero se le daba su aguinaldo ese día y al policía, aquel honrado y valiente guardián que en la esquina con su linterna encendida velaba toda la noche”.

Y por fin el esperado Día de Reyes, porque esa noche del 5 de enero se ponían los zapatos en la ventana y ellos pasaban dejando regalos para los niños ricos y pobres. “Porque en el Tampico aquel no había pobre, tan pobre que no pudiera comprarle juguetes a sus hijos”.

Y en la noche se daba el gran baile de los compadres. Se ponía en la sala una charola con unos sobres que tenían un verso y un número, cada persona al entrar tomaba uno y cuando se cortaba la famosa rosca de reyes que siempre llevaba un muñequito dentro, se abrían los sobres y el que tenía el número igual al de su compañero salían compadres.

Leían sus versos y como ahora, al que le tocaba el muñequito tenía que hacer fiesta el 2 de febrero Día de la Candelaria, a la que quedaban todos convidados.

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