100 años del Surrealismo

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Aunque al inicio se rechazó que pintores, escultores y dibujantes participaran del movimiento, estos demostraron que las artes visuales pueden manifestar hasta los trastornos más profundos de la psique.

Tristan Tzara, Paul Éluard, André Breton, Hans Arp, Salvador Dalí, Yves Tanguy, Max Ernst, René Crevel y Man Ray. (Foto: Anna Riwkin-Brick)
Ciudad de México /

“Tanta fe se tiene en la vida, en la vida en su aspecto más precario, en la vida real, naturalmente, que la fe acaba por desaparecer”. Es la primera línea del Manifiesto Surrealista de André Bretón, escrito en 1924, y es fundamental. La fe que se perdió es parte de la transformación social y del arte. En un mundo en postguerra, con la Revolución Industrial consolidada, en la visión de una Europa devastada por el escepticismo, en las cicatrices de una guerra despiadada no había espacio para la fe. La psique, la mente y sus patologías son la nueva fe.

El Manifiesto definió el movimiento Surrealista, Breton da énfasis en los aspectos de la psiquiatría porque era médico y durante la Primera Guerra Mundial, trabajó en los hospitales psiquiátricos, ahí conoció las teorías de Freud y las incorporó en el Manifiesto, para alcanzar esa “realidad superior” regida por la mente a la que llamó Surrealismo.

El movimiento inicialmente fue poético, influenciado por el método freudiano de la escritura automática, buscando la nueva poesía en la arbitrariedad de la asociación de ideas. La interpretación de los sueños que hace Freud da a estas alucinaciones nocturnas un peso clínico, fue también ingresado al movimiento como material creativo. Esta espontaneidad, regida únicamente por la profundidad de la psique, suponía un grado de creación más auténtico, sin la sujeción de reglas, como la sintaxis o la coherencia del texto. Poetas como Louis Aragon, Paul Éluard y Philippe Soupault se unieron al movimiento fascinados por la posibilidad de sacar a la poesía del inconsciente de la mente y de las imágenes oníricas.

Al inicio rechazaron que pintores, escultores y dibujantes participaran del movimiento, decían erróneamente, que estas disciplinas exigían meditar y trabajar cada obra con detalle, lo cual anulaba el automatismo psíquico que buscaban. El rechazo no impidió que los pintores comenzaran a crear obras inspiradas en los sueños y en las imágenes que venían sin control de la mente. Giorgio de Chirico con sus plazas vacías, esas sombras, negras placas que cortan el espacio, demostró que el proceso no impide la libertad de la imaginación. Marx Ernst crea una de las obras más emblemáticas del surrealismo, Una Temporada de Bondad, una serie de collages eróticos, bizarros y crueles en los que involucra animales, personajes de folletines dentro de habitaciones que podrían ser cráneos habitados por las pesadillas.

Las artes visuales se adueñan del movimiento, al llevar las ideas de Breton a sus últimas consecuencias y demuestran que la imaginación, en los que dominan la construcción de imágenes y la técnica para plasmarlas, puede manifestar hasta los trastornos más secretos de la psique. Se unen al movimiento los artistas André Mason, Man Ray con sus fotografías en las que reúne el dolor y el erotismo. La gran aportación de los surrealistas fue incorporar a la psique y a la psiquiatría como material creativo y en la imaginación colectiva.

AQ

  • Avelina Lésper

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