Abigael Bohórquez, un clásico 'underground' de la poesía en español

In memoriam

Un recuerdo del poeta sonorense a 26 años de su muerte, quien cada vez gana más reconocimiento y lectores, traspasando cualquier clasificación regionalista.

El poeta y dramaturgo sonorense Abigael Bohórquez. (Instituto Sonorense de Cultura)
Gerardo Bustamante Bermúdez
Ciudad de México /

Abigael Bohórquez es uno de los escritores más underground de la escena mexicana del siglo pasado. Falleció entre el domingo 26 y lunes 27 de noviembre de 1995, víctima de un infarto masivo, en una diminuta habitación de alquiler en la calle Bernardo Reyes, en Hermosillo. Su cuerpo fue encontrado por su amigo-amante, a quien el poeta llamaba Yoremito.

A pesar de que no fue en su momento incluido en las antologías de poesía nacional, el autor goza de un nutrido público; su palabra resuena y hace eco en las conciencias del siglo XXI, sobre todo porque su poesía de tema político y amatorio, traspasa épocas e incluso identidades de género porque el amor es una experiencia universal. Con su poesía el autor se defendió de sus detractores.

Buena parte de la obra poética de Bohórquez se publicó en su momento en sellos editoriales de reducida circulación. Su auténtico estilo underground lo hizo apartarse de los grupos, periódicos y revistas del momento, en parte porque la obra de un artista debe defenderse por sí misma y no por la permanente presencia de los autores en los círculos literarios.

El poeta sonorense, nacido en Caborca el 12 de marzo de 1936, vivió casi treinta años en la Ciudad de México, primero en la colonia Guerrero, luego en la calle Donceles, en el periodo 1960-1970. A su llegada a la ciudad se desempeñó como mecanógrafo en el departamento de Difusión del INBA, pero su vena creativa lo llevó a ingresar en 1965 y hasta 1970 al Organismo de Promoción Internacional de la Cultura (OPIC), dependiente de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Ahí, además de ser jefe del Departamento de Literatura y Ediciones, fungió como maestro de poesía coral. Sin embargo, a partir de enero de 1971 se queda sin trabajo al desaparecer el OPIC. El silencio e indiferencia de sus contemporáneos fue también un factor para que decidiera dejar el centro de la ciudad y radicar en Milpa Alta, al sur del entonces Distrito Federal y en Chalco, en el Estado de México, lugares en los que vivió casi lejos del esnobismo intelectual.

La vida creativa de Bohórquez en la Ciudad de México estuvo marcada por grandes amores y desamores, pero también por un constante aprendizaje en la técnica poética que ejerció de forma autodidacta. La tragedia mayor del autor llega con la muerte de su madre, doña Sofía Bojórquez García, ocurrida el 26 de agosto de 1980, en Chalco. Sofía fue madre soltera de su único hijo. En toda la obra bohorquiana, ella tiene un lugar mayor; con su muerte, el hijo amoroso se observa desde la orfandad en varios poemas, como en éste que escribió siete años después de la muerte de su progenitora:


Madre:

hoy volví a la ciudad

porque se repartía harina,

porque necesitaba que me vieran

pedir

y tener pan;

ay, madre,

qué jodidos están ya todos los cuates,

los vi

irresistiblemente desteñidos;

pero siquiera ellos viven de estarse viendo el alma,

más seguido, hijo,

aspirándose.

Aquel calvo rural,

humildería del pan bajo el sobaco,

¿era

yo?


La poesía de Abigael es un recorrido por su memoria; por su versos desfilan los homenajes a Sonora, las referencias a sus antepasados y al lenguaje típicamente sonorense; la poesía de tema político, el amor, el erotismo, el sida e incluso la poesía de tema infantil son parte de los temas que aborda en sus trece libros de poesía. En medio del olvido institucional e intelectual, Bohórquez no se victimiza, sino que continúa festejando la vida, el amor y el placer. En su diminuta habitación sonorense lo visita su amigo-amante Yoremito y la vida se vuelve sombras, lucubraciones, poemas.

A 26 años de la muerte de Abigael Bohórquez García, los lectores buscan su obra, se interesan por su vida porque saben que los clásicos son aquellos que viven a través del tiempo. Abigael es un clásico de la poesía en lengua española; su obra traspasa cualquier clasificación regionalista. Su poesía es el testamento de un hombre libre que dialoga con sus antiguos y nuevos lectores.

Finale

Pero voy a partir,

aprendiz amantísimo

que ha sido carne cerca y desunida,

potrillo dulcemente conseguido,

niño sureal de corazón torado,

pero voy a partir,

acércate de nuevo,

búscame y estremécete,

desnúdate y traspásame,

gime y hazme gemir,

no me des tregua,

asuélame,

para bien, para mal, para cualquier suerte,

di palabras que no entienda, pero que necesito,

y en un estruendo líquido y profundo:

qué gana de morirnos en plenitud de buenos camaradas

que se han hecho el amor

como quien dijo: hágase la alegría,

y se hizo.

ÁSS

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