Adiós, Paul Polak

Bichos y parientes

Fue un autor destacado, pero no es por sus libros que lo va a recordar la historia sino por sus patentes, inventos y sus extrañas ideas acerca del comercio, la riqueza y la pobreza.

Foto del autor Paul Polak. (Foto: James Bradbury/ CU INDEPENDENT)
Julio Hubard
Ciudad de México /

Paul Polak murió el pasado 10 de octubre. Casi de noche pasó la noticia. Fue un autor destacado, pero no es por sus libros que lo va a recordar la historia sino por sus patentes, inventos y sus extrañas ideas acerca del comercio, la riqueza y la pobreza. Su libro más famoso es Out of Poverty, (traducido al español: Cómo acabar con la pobreza, Océano, 2008, con un estupendo prólogo de Gabriel Zaid). Libro notable, distinto de los que suelen escribir los pobretólogos de cubículo. Comienza Polak: “detesto los libros sobre la pobreza que me hacen sentir culpable, tanto como los áridos libros académicos que lo ponen a uno a dormir. El trabajo de superar la pobreza es un campo vivaz y emocionante, capaz de inspirar nueva esperanza, no abatimiento y desesperanza. Aprender la verdad de la pobreza genera innovaciones disruptivas que pueden enriquecer las vidas de los ricos incluso más que las de los pobres”. No se refiere a enriquecer solo en dineros y bienes sino en sentido de vida, formas de cohesión social, modos participativos y en imaginación.

Como Chesterton, Zaid, Schumacher y otros, Polak se ha negado al lado plañidero de la pobreza. Supo que no era una condición eterna sino una circunstancia; se rehusó al juego de las limosnas y es uno de los pioneros en la transformación de la cultura económica moderna. Desde los procesos de descolonización de África, en el siglo XIX, la abundantísima buena voluntad de los ignorantes ha querido paliar la pobreza con dádivas y donaciones; subsidios eternizados y estados o gobiernos que administren ayuda. Mortal error: la conmiseración nunca pudo redimir a los pobres, en primer lugar, porque no necesitan redención y tutela sino libertad. Se ayuda al que no puede; los pobres no solo pueden sino que saben mucho más de lo que pudieran suponer los gobiernos de los bondadosos. Viven con menos de dos dólares al día, ¿cómo no van a saber de dinero, de administración, de supervivencia? Polak los trató como lo que eran: astutos, calculadores, ambiciosos: iguales que los ricos. No les regaló nada; les vendió productos extraordinariamente inteligentes: cisternas limpias y baratísimas, hornos que transforman astillas en carbón, para producir electricidad no contaminante; o su producto estrella: una bomba de agua, impulsada por pedales. En todos los casos, se ocupó de cumplir con dos criterios: que los productos fueran “radicalmente costeables” (esto es, para una persona o un grupo cuyos ingresos sean menores a dos dólares diarios) y que todas las máquinas pudieran ser reparadas por mano de obra y refacciones locales. En su libro refiere varios ejemplos de generosidad idiota: grandes empresas y prohombres de gobiernos que llegan a instalar plantas de luz, sistemas de agua, molinos, talleres, se toman unas fotos, salen en los periódicos y ganan votos para sus campañas pero, un mes después, a la maquinaria de la generosidad se le rompe un resorte, una palanca y adiós: un inservible armatoste de millones.

El siglo XX padeció una ceguera incorregible, que perdura y permanece como vocación de gobiernos populistas. Lo intuía Joseph Conrad: cuando Marlow llega al Congo (El corazón de las tinieblas), descubre la basura que no se degrada: la eterna contaminación de la maquinaria inservible: “pasé junto a un caldero que estaba tirado sobre la hierba, llegué a un sendero que conducía a la colina. El camino se desviaba ante las grandes piedras y ante unas vagonetas tiradas boca abajo con las ruedas al aire. Faltaba una de ellas. Parecía el caparazón de un animal extraño. Encontré piezas de maquinaria desmantelada, y una pila de rieles mohosos”.

La pobreza se ha reducido significativamente. Según el Banco Mundial, en 2015 disminuyó “a la mitad la tasa de pobreza registrada en 1990… Pese a los avances, la cantidad de personas que viven en condiciones de pobreza extrema en el mundo sigue siendo inaceptablemente alta”. Pasan cosas raras: en 1990, el 36% de la población mundial vivía con ingresos menores a dos dólares por día. De ahí a 2015 se dio una época genial: el porcentaje de los más pobres se redujo hasta el 10%. Pero en 2013 retrocedió un punto: 11%, a la vez que creció la población: un retroceso. Según el Banco Mundial, la pobreza sigue disminuyendo, pero a un ritmo cada vez más bajo. Muchos lo advirtieron: el crecimiento no puede ser eterno. El mundo tendrá que aprender a vivir consumiendo y contaminando mucho menos. Puede ser como catástrofe o como proyecto. Si lo segundo, entonces conviene tener a Paul Polak como guía. Aquí: https://paulpolak.com/.

​RP

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