El cineasta israelí Amos Gitai vuelve a México, país que lo ha recibido ya en festivales como el de Morelia y que ahora, a través de la Cineteca Nacional, le dedica la mayor retrospectiva de su obra, con la exhibición de 25 largometrajes y la concesión del mayor reconocimiento que otorga esta institución.
En entrevista previa a la inauguración del ciclo el martes 17 de enero con su filme más reciente Laila en Haifa (2020) y de recibir la Medalla Cineteca Nacional, Amos Gitai (Haifa, 1950) asume que su cine es cívico y habla de la influencia de la arquitectura en su cinematografía, de la realidad como materia prima para los artistas y aun de que todo lo que carece de moralidad es el Mal.
Realizador de filmes como la trilogía dedicada a las principales ciudades de Israel: Zijron Devarim (Memorando, 1995, a Tel Aviv), Yom Yom (Día a día, 1998, a Haifa) y Kadosh (Sagrado, 1999, a Jerusalén), Gitai celebra que el cine sea un arte “híbrido” y se siente privilegiado de haber podido abordar temáticas como el exilio, la guerra o el fanatismo religioso, y colaborar con grandes artistas.
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Su agenda incluye una master class en el Instituto Francés para América Latina (IFAL) y conversaciones con el público en la presentación de algunas de sus películas, que se presentan hasta el 12 de febrero.
Gitai habla sin prisas, con voz baja, se preocupa que la traducción de sus palabras sea precisa, está acostumbrado a que lo escuchen y lo vean en sus imágenes de películas icónicas como Kedma (2002) o La tierra prometida (2004), que abordan la guerra en Medio Oriente, tema que lo ha marcado tanto que en toda entrevista narra que cuando participó en la guerra del Yom Kippur (1973) vio morir destrozado a un compañero en el helicóptero en el que viajaba cuando los alcanzó un misil del ejército sirio.
—La Cineteca Nacional le dedica la mayor retrospectiva hasta ahora de su obra con 25 filmes. ¿Qué siente de llevar una muestra tan amplia a las nuevas generaciones?Antes que nada, me parece genial todo el trabajo enorme que ha hecho la Cineteca Nacional, que para mí es una de las más hermosa de todo el mundo. He visto muchas otras en muchos países, pero esta es una de las mejores con toda su arquitectura, los espacios que tiene, los restaurantes donde la gente puede comer, no es solo un edificio: es un centro cultural. Y quiero felicitarlos por eso y por el esfuerzo que están haciendo. Y para responder la pregunta: el cine que hago es un gesto cívico, de civismo. Y me parece muy útil que la gente pueda ver que el cine es un medio que se puede utilizar (aunque no me gusta esa palabra), que está ahí para exponer y plantear preguntas; no preguntas demagógicas o panfletarias, sino para compartir diferentes puntos de vista.
Estudié arquitectura después de que mi papá murió. Y ahora, en retrospectiva, con el paso del tiempo, me doy cuenta que de alguna forma los nueve años que estudié arquitectura fueron para poder hablar con mi padre muerto, Munio Weinraub, que fue un arquitecto del Bauhaus, para entender todas las cosas que me había dicho, para entenderlo a él. Aunque, a final de cuentas, hay una relación útil en haber estudiado arquitectura porque tanto ésta como el cine tienen algo que en común, en la forma y en la narrativa, en el hecho de construir algo de una forma persistente, que tiene que ser persistente para llevar adelante tus proyectos. En el caso de una película, para conseguir los apoyos y la gente; en el caso de la arquitectura, para que el ingeniero que está construyendo no traicione tu proyecto, para que las coladeras o los drenajes que se hagan puedan estar en su lugar... Ser persistente para todo esto. Y también me parece útil estudiar un medio y poder trasponerlo a otro, en este caso el cine. De hecho, no me sorprende que haya varios cineastas que estudiaron arquitectura, como Sergei Eisenstein, Nicholas Ray, porque hay una relación entre la forma y la narrativa. Y para contestar ahora tu pregunta, me pareció que el cine se relacionaba de una forma más directa con la realidad que la arquitectura. Y yo vengo de una región en la cual la realidad es una realidad ardiente. Y me pareció que el cine era un medio que realmente llegaba profundo, que tocaba los medios de las personas, y que era un buen medio para poder aplicarme a esa realidad.
No sé si sea un condicionamiento como tal. Es decir, nosotros, como seres humanos, lidiamos con la situación en la que existimos, al final no podemos plantearnos una situación diferente, hipotética y cómo nos desenvolveríamos en ese caso. He sido muy privilegiado y no me puedo quejar en ese sentido particular porque he hecho muchas películas de diferentes tipos, con gentes maravillosas, como Juliette Binoche, Jeanne Moreau, Natalie Portman, Annie Lennox; he trabajado con Jean Cocteau; hicimos películas como Las alas del deseo (Wim Wenders, 1987), trabajé con Jean-Luc Godard y Sean Penn. Pina Bausch hizo la coreografía para una de mis películas, así que realmente he llegado a hacer muchas cosas distintas. Y para mí el cine es una oportunidad de encuentro para crear algo nuevo.
El cine tiene muchas opciones, no me gustaría establecer una jerarquía, decir que algo es exclusivo de una forma u otra. Algo maravilloso del cine es que es un medio híbrido y no tiene que ser de una sola forma, muestra diferentes cosas. Hay un cine que muestra lo bueno, otro lo feo, hay cine para comer palomitas. Hay muchos tipos de cine. Es algo que me gusta mucho, esta cualidad de no ser arte purista en sí mismo. Hay películas que son muy, muy distintas. Yo, realmente, no soy un cinéfilo, porque paso mi tiempo concentrado en mi propio trabajo, en la forma en que estoy creando. Pero el cine está hecho, y es lo que me interesa, de esta comunidad de cineastas. A Guillermo del Toro, por ejemplo, me lo encontré en Cannes, y hace poco hicimos una película colectiva con él y con Ken Loach, Sean Penn. Me parece que la de los cineastas somos una comunidad muy agradable, que nos reunimos cada uno con nuestro propio idioma, el que hablamos pero también nuestro propio idioma cinematográfico, y nuestras propias fuentes de inspiración. Justo eso es la belleza del cine.
Me parece que todos estos problemas que mencionaste tienen una fuente en común, que es el desplazamiento. Y toda la humanidad está siendo desplazada. Con muy pocas excepciones, ya no hay lugares, aldeas en las cuales haya habitado la misma gente durante generaciones, como era antes, sino que ahora son desplazados, ya sea por cuestiones económicas, por la guerra, por el surgimiento de megalópolis, por la globalización, por diferentes cosas. Y lo que nos enseñan esas personas que son desplazadas es que siempre toman un pequeño recuerdo del lugar de donde vienen, pequeños pedacitos para recordar de dónde vienen. Es algo que ya James Joyce nos había mostrado antes, mucho antes del cine, en Dublineses, que está hecho de fragmentos, que muestra la guerra, la explotación económica. Todo eso es la materia prima que nosotros los cineastas tenemos.
Es la falta de cualquier concepto de moralidad: las masacres, destrozar por completo a otras civilizaciones. Y me parece que debemos hablar en contra de eso.
AQ