Animar sin ánima | Por Avelina Lésper

Casta diva

El alma ya está presente en las pinturas, por eso nos cautivan; eso no lo ve ni lo puede reproducir una máquina o la inteligencia artificial.

Izquierda: Las meninas', de Diego Velázquez, intervenida con IA. Derecha: detalle de la obra original. (Twitter / Wikimedia Commons)
Ciudad de México /

Ánima significa ‘alma’ en latín, ese ente abstracto que, nos explica Aristóteles, le otorga al cuerpo la vida y el sentido de lo humano. Esa presencia, entelequia, real o metafórica, guía nuestros pensamientos y acciones para que vayan más allá de lo utilitario. Los seres con alma tienen emociones, sentimientos y sus actos poseen un objetivo que los defina como individuos únicos y excepcionales.

Es por eso que la “animación” como tecnología, trata de dar a los personajes de ficción el aspecto de “vida” con movimientos naturales, que los acerquen a nuestra realidad y los haga verosímiles. La tecnología ha perfeccionado esto, tratando de que podamos reconocernos en la fantasía que presenciamos, y aún no lo consigue. Con el boom publicitario de la Inteligencia Artificial, se han obsesionado con el arte y la moda, ahora es animar las obras maestras de la pintura.

Le tocó a Velázquez y sus Meninas, en un video que, entre otros, puso a circular Elon Musk, y me lo reenviaron porque yo no tengo X, y no lo tendré. En el video se ve a la infanta Margarita corriendo y riendo feliz en cámara lenta como un comercial de detergente, y sus padres, los reyes Felipe IV y Mariana de Austria, se asoman y sonríen. Según la IA en esa obra maestra del Barroco todo es felicidad, solo falta que la final entre la marca del suavizante para ropa, por supuesto ignoran la biografía de la infanta, su vanidad superlativa, carácter caprichoso, la arrogancia y la parasitaria relación con ciertos elementos de su corte, y así era desde niña.

La IA quería un video feliz como lo impone la corrección política. A la IA los años oscuros del Barroco, la peste y la Santa Inquisición se le pasan de largo. Haciendo a un lado los detalles históricos, la pregunta es: ¿para qué lo componen si no está recompuesto? A las pinturas de Velázquez, como las de Van Gogh, que también están animando, no les hace falta que les aporten o les corrijan algo. Esas animaciones mueven a los personajes y los técnicos no se dan cuenta de que esas pinturas no están estáticas, dentro de la escena hay una dinámica, la composición está dirigida para que nuestra observación esté activa.

Son animaciones sin alma, sin sentido de lo humano, que contradicen a la pintura misma, a la creación del instante que se debería suspender para nuestra memoria. El alma, de la que nos habló Aristóteles, ya está presente en las pinturas por eso nos cautivan, porque el artista trata de dar algo más de lo que está mirando. Es lo mismo con un paisaje de Van Gogh, es algo más que hierba, árboles, cielo y trigales, hay alma, ánima, es lo que vió el pintor desde su soledad y desesperación acariciada por la belleza, consolada por el viento. Eso no lo ve ni lo puede reproducir una máquina que carece de la posibilidad de entrar en estado de trance mientras se deja llevar por las líneas y el color. Los que buscamos el alma de los instantes tenemos el arte, para el resto está la IA.

AQ

  • Avelina Lésper

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