Bolaño y Rivera, dos caras literarias del mismo poliedro violento

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Estados Unidos compra las drogas que financian el narcotráfico y vende las armas que lo vuelven letal. Dos obras retratan, desde su trinchera, el efecto en México de este binomio siniestro.

La instalación de miles de armerías en la frontera sur de EEUU ha facilitado el acceso a las armas a los grupos criminales en México. (Archivo)
Víctor Manuel Mendiola
Ciudad de México /

La iniciativa de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México de exigir la reparación de daños sociales y económicos a diez empresas norteamericanas productoras de armas es un acto trascendente.

Todos saben que Estados Unidos de Norteamérica es el principal consumidor de drogas del mundo y que las más importantes organizaciones criminales del planeta trafican en este enorme mercado. Todos saben también que este “comercio” está íntimamente ligado con otros “giros” (tráfico de armas, compra-venta de personas, prostitución, lavado de dinero...), tan funestos como el consumo de estupefacientes. Pero lo que quizá no ha sido dicho con toda la claridad necesaria es que el tráfico de narcóticos y la venta de armas en EU forman un binomio siniestro: el drogadicto que vende armas. Esta entidad maligna impulsa operaciones financieras formidables y contamina y disloca la vida social como ninguna otra actividad. México es un caso de este efecto. Con la expansión del uso de las drogas en EU y la instalación de miles de armerías en la frontera sur de ese país, hemos visto surgir, primero, temibles bandas; y ahora, bajo una política mexicana de seguridad equivocada e insensata, pujantes ejércitos de criminales. Como nunca, la existencia de nuestra república puede estar en peligro. Ya ocurrió en Colombia y ocurre hoy en Venezuela.

Esta gangrena ha propiciado una literatura diversa, dispareja y, en muchas ocasiones, obnubilada por lo que supuestamente denuncia. Sin embargo, hay textos insólitos e insoslayables: “De los crímenes”, el capítulo cuarto de la novela 2666 de Roberto Bolaño, y el poema “Los muertos”, de María Rivera, son dos ejemplos. Estos textos muestran de manera eficaz e impresionante la magnitud de la violencia que hay en México por la venta y compra de drogas y armas. A pesar de la diferencia evidente de género, ambas obras son caras del mismo poliedro y revelan, con figuras de acumulación, la retórica del mal en nuestra vida civil. El texto de Bolaño es la novela y el memorial de las muertas de Juárez; el poema de Rivera, una elegía, una rapsodia devastadora de las decapitaciones inenarrables. Estupros y mutilaciones producen los tropos sangrientos del discurso de la realidad. Bolaño y Rivera los exhiben sin el apuro de crear historias de acción o relatos sentimentales. No hay personajes. No hay trama. No hay complacencia. Sólo la repetición, aquí y ahora, del apocalipsis. Cualquier otra clase de acercamiento llevaría, y en la práctica ha llevado, a la banalización.

En medio de la política errónea, descalabazada y tétrica —por necedad casi cómplice— del actual gobierno, la idea de atacar a fondo el problema del tráfico de armas y, por tanto, la violencia incontrolable del tráfico de drogas, surge como un momento de lucidez inesperado. Ojalá esto sea la señal de una rectificación en la política de seguridad. Si no hay un cambio, continuaremos a merced del mundo desgraciado que han pintado, de modo auténtico y atroz, Roberto Bolaño y María Rivera.

AQ

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