'Conversación en La Catedral': 50 años con Darío

Poesía en segundos

A través de un lenguaje experimental y la búsqueda del tiempo largo en el tiempo corto, encarna un violento realismo y una dura mirada a la sociedad actual.

Según Vargas Llosa, ninguna otra novela le ha dado más trabajo.
Víctor Manuel Mendiola
Ciudad de México /

Hay obras que son una referencia, tanto para el lector ocasional como para el lector constante; lo mismo para atrabiliarios que impasibles ortodoxos; ora en interés de los narradores, ora de los poetas. Es el caso, en el mundo moderno, de Ulises de James Joyce o Las elegías de Duino de Rainer Maria Rilke o “Tabaquería” de Fernando Pessoa. Son textos que nadie puede ignorar. Quizá no leídos por todos, pero sí por todos “conocidos”. Su existencia es esencial y resuenan en la cultura y en la acción del arte y el pensamiento.

En la narrativa latinoamericana hallamos varios libros con este carisma, que también tienen la cualidad de mostrar en acto una investigación sobre el tiempo y, a la vez —esto es lo que importa—, un diálogo con la poesía. En mi nota anterior, “El poeta fracasado”, me referí a los narradores mexicanos que han echado mano de la poesía de manera notable. Habría que añadir, en un plano más general, El Aleph, Rayuela, Cien años de soledad y Conversación en La Catedral. El texto de Mario Vargas Llosa destaca por ser el menos “poético” y, sin embargo, lo es de un modo profundo.

Aparte de la efeméride —cumple este año medio siglo—, la relectura de la novela de Vargas Llosa tiene un fuerte sentido analógico: a través de un lenguaje reflexivo y experimental y la búsqueda del tiempo largo en el tiempo corto, encarna un violento realismo y una dura mirada de la sociedad contemporánea.

La historia de la novela la podemos reducir a una larga y difícil conversación en una cantina de Lima entre el hijo rebelde y atribulado de un burgués y un empleado sometido sexualmente por el padre de este mismo joven. En esa charla aparece toda la sociedad peruana y, desde luego, latinoamericana: los políticos y empresarios corruptos, la crueldad y necedad de los grupos de izquierda, los oportunistas de clase media y, esto es lo notable, la bondad y comprensión más allá de las clases sociales. La sociedad peruana “se jodió”, es un fracaso, pero no sus individuos necesariamente complejos. Y aquí es donde la novela da un vuelco hacia la poesía. Conversación en La Catedral muestra en lo sórdido lo no sórdido, comprende con Rubén Darío que “dos en mí mismo, triunfa uno de los dos”. La novela crea una metáfora honda y lírica gracias a su lenguaje descoyuntado, lleno de inversiones, y adivina la condición poliédrica y contradictoria de la vida.

Quizá esta novela la podemos entender mejor con las palabras que el propio Vargas Llosa escribió sobre el poeta Carlos Germán Belli: “desafinado con deliberación […] lanza jeroglíficos, sarcasmos y esculpe acertijos y alegorías de un enrevesamiento infernal”. Así podemos decir que esta obra retrata “nuestra época y fustiga nuestra decadencia”, al mostrar la condición trágica del hombre. No en balde, el primer ensayo importante de Vargas Llosa reflexionó sobre Rubén Darío y supo, por ello, que todos podemos ser Rufo Galo, el sorprendido y vulgar soldado de una hueste ciega que se acostó con Cleopatra.

​LVC

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