La editorial Cantamares continúa su trabajo de editar y traducir autores franceses de excelencia. Ahora toca el turno de Cuadros vivos, de Pierre Klossowski, que reúne los "Ensayos de inmoralidad estética 1936-1983", en la edición original de Patrick Mauriès.
Recordemos que Pierre Klossowski es autor de una obra literaria singular, que incluye la narrativa, donde destaca la trilogía Las leyes de la hospitalidad, formada por La revocación del Edicto de Nantes, Roberte esta noche y El apuntador. Su obra plástica incluye los dibujos que le hizo a su mujer Denise, —la Roberte de las obras literarias—, que describen su obsesión por ella en cuanto su mujer y en cuanto signo. Fue hermano del pintor Balthus.
La primera parte del libro reúne algunos de los ensayos que Klossowski escribió para Acephale, la revista de Georges Bataille. En el que dedica al márques de Sade, señala: “La felicidad consiste no en el goce, sino en el deseo de romper los frenos que se oponen al deseo”(1). Y dice también: “Los personajes de Sade compiten por la monstruosidad integral. Su espera los coloca en dominio de todas las posibilidades de desarrollo en potencia” (2). Esta idea del desarrollo en potencia nos recuerda a Ulrich, el personaje principal de El hombre sin cualidades, de Musil.
El libro continúa con una reflexión de Klossowski sobre el análisis que Guadini hace de las Elegías de Rilke, concluyendo que lo que pide el poeta es que la tierra alcance su invisibilidad, entendida como una nueva estructura de la realidad.
En el ensayo sobre Pierre Jean Jouve y sus novelas, publicadas bajo el título de Aventura de Catherine Crachat, ubicada en la Viena del Imperio Austro-Húngaro, Klossowski afirma que la baronesa Hohenstein “es un producto típico de la triple síntesis de música, religión y erotismo que compone el ambiente vienés, en el cual el pecado conduce a la muerte y el único camino es deserotizar a la muerte para que restituya al hombre a la vida” (3).
Más adelante, dice Klossowski de Walter Benjamin: “Permanece intacta mi convicción de que es uno de los grandes desconocidos de nuestra época” (4).
Después, viene la reflexión del escritor sobre su propio trabajo y sobre Roberte. Lo primero que hace es afirmar que lo que representa con ella no pasa en la vida real. “el marido que no puede representarse a su mujer sino como si se sorprendiera a sí misma al dejarse sorprender, si emprendiera por sí misma iniciativas que deben convencerla de su libertad, cuando éstas se limitan a confirmar la visión de su esposo” (5).
Así funcionan Roberte y el narrador; así funcionan también distintos personajes de la narrativa del escritor mexicano Juan García Ponce, quien no solo muestra influencias y correspondencias en sus novelas y cuentos, sino que, junto con Michelle Alban, tradujo los libros de Klossowski y luego le dedica numerosos textos y el libro Teología y pornografía: Pierre Klossowski en su obra.
En el ensayo “El signo único en la obra de Pierre Klossowski”, García Ponce señala: “Se trata de un problema religioso y psicológico al mismo tiempo. Dios ha muerto, el mundo se ha quedado sin centro y el código de signos cotidianos —el lenguaje racional, mediante el que se hace posible la comunicación de su movimiento dentro de la incoherencia de la vida no basta para crear ese centro. Entonces el pensamiento encuentra el signo único y lo coloca en el mundo y lo hace comunicable al imponérselo a Roberte para que represente a la otra Roberte, al puro espíritu que ya es ella misma en cuanto su propia sensualidad la hace salirse de sí misma. El arte de Pierre Klossowski encuentra el ambiguo atractivo de su mezcla de religiosidad y erotismo a través de este subterfugio o esta mistificación a la que sirven por igual las sinuosidades tanto de la teología como de la pornografía. Sin embargo, ¿quién es Roberte?” (6)
Como si lo leyera, Klossowski contesta, pero lo hace en términos de pareja, definiendo a las parejas de sus libros (Octave y Roberte, así como otras) “constituyéndose en todo lo que el pensamiento, erigido en pareja, había eliminado del pensamiento para constituirse fuera del tiempo, fuera del día, fuera de la noche, y representan así la redención de un pensamiento muerto en el signo único” (7).
Un signo único que se convierte en la posibilidad, el potencial, de ser. Y solo puede lograrlo mediante la representación continua. Solo mediante el simulacro, que repite en cada actualización las posibilidades del erotismo al reencarnar y volver posible la permanencia del signo único. Por eso, en las novelas de García Ponce, en su obra de teatro Catálogo razonado, de lo que se trata es de repetir el juego de espejos, la mise en abyme, al infinito, porque lo que estamos viendo es a ese signo único, que permanece al representarse una y otra vez.
En ese infinito juego de espejos, Denise Morin Sinclaire, la esposa de Pierre Klossowski, es Roberte, el modelo que da vida al retrato. Quizá por eso, nos advierte Klossowski al final del libro, abandonó la escritura por los trazos que convierte en cuadros vivos. Son cuadros vivos los que dibuja Pierre como lo son también los que pinta su hermano Balthazar, Balthus. Quizá la diferencia es que en los primeros todo se repite, necesita representarse una y otra vez en un teatro infinito, mientras que en el caso de Balthus lo que tenemos, como en su famoso cuadro “La calle” es un instante detenido en el tiempo donde pasa lo improbable, donde existe una tensión entre los personajes, pero también otra tensión que surge de la pintura misma y la convierte en un momento de vida detenido, que va más allá del realismo superficial porque revela los intersticios ocultos de la realidad.
Cuadros vivos, de Pierre Klossowski, traducido por Melina Balcázar y publicado por su editorial Cantamares nos obsequia la oportunidad de, como lectores, regresar al núcleo temático que conforman los hermanos Klossowski y un lector mexicano fascinado —García Ponce— quien no aparece en el libro, pero está presente. Es un libro extraordinario, para paladares cómplices.
(1) Klossowski, Pierre, Cuadros vivos. México, Ed. Cantamares, 2021, pp. 50.(2) op. cit. pp. 52.
(3) op. cit. pp. 94.
(4) op. cit. pp. 122.
(5) op. cit. pp. 136.
(6) García Ponce, Juan, Las huellas de la voz. México, Ed. Coma, 1982, pp. 458.
(7) Klossowski, op. cit. pp. 137
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