'Declaración de las canciones oscuras' o lo innovador de mirar al pasado

Reseña

Luis Felipe Fabre narra el traslado de los restos de fray Juan de la Cruz en un libro plagado de humor que juega con las posibilidades el lenguaje del siglo XVI.

Detalle de portada. 'Laocoonte', obra del Greco, realizada en 1609. (National Gallery of Art)
Ángel Soto
Ciudad de México /

Un ídolo muere y las masas enardecidas de dos regiones reclaman sus restos. Inflamado por los prodigios que ese icono entregó en vida, uno de los bandos demanda la repatriación del cadáver. Los encomendados para gestionar el traslado viajan hasta el sitio donde yace el cuerpo inerte de este hombre que, en la cumbre de su existencia, encandiló ojos y oídos con sus cantos. En medio del furor incontenible que emanan quienes están dispuestos a realizar lo absurdo para conservar lo que les pertenece, surge una propuesta que coquetea con el disparate: el muerto habrá de dividirse; una mitad se va y la otra se queda. Resignados, los emisarios confían en que partir con “un pedazo de cuerpo sería mejor que su entera ausencia”.

No obstante, volver a casa con una promesa incumplida es como abandonar el honor en el camino. Por eso no se van a permitir regresar con las manos vacías.

Haré aquí una pausa para esclarecer algunos pormenores y para anticiparme a que la algarabía ocasionada por ciertos hechos recientes tergiverse el sentido de estas palabras. Los territorios protagonistas de esta riña no son México y Miami, sino Sevilla y Úbeda; el difunto ídolo no es el adorado cantante José José, sino fray Juan de la Cruz —cofundador de la Orden de los Carmelitas Descalzos, poeta místico y, desde 1726, santo—; y los delegados para recuperarlo no se llaman José Joel y Marysol Sosa, sino Diego y Ferrán, compinches de un alguacil comisionado a tal empresa por el oidor y médico de cámara del rey Felipe II de España.

Ahora sí, volvamos a nuestro asunto. La anécdota sobre la reconquista de los restos de fray Juan de la Cruz, evocadora de aquella multicitada máxima de Óscar Wilde (“la naturaleza imita al arte”), es la columna vertebral de Declaración de las canciones oscuras (Sexto Piso, 2019), primera novela del escritor mexicano Luis Felipe Fabre, a quien hasta ahora conocíamos por su poesía y sus brillantes ensayos sobre López Velarde, Ulises Carrión, Nicanor Parra y, más recientemente, Salvador Novo (Escribir con caca. Sexto Piso, 2017).

La novela arranca in medias res con un diálogo entre Diego y Ferrán, dos muchachos recién salidos de la adolescencia con más entusiasmo por las armas que fervor religioso. Andando a tientas en la noche oscura, se hacen preguntas tan absurdas como trascendentales. Así, Fabre establece con pericia el carácter humorístico que irradiará el resto del libro, mientras anuncia que ese entorno de tinieblas en que ahora se mueven sus personajes habrá de ser el leit motiv de sus desventuras.

Un lector de obras contemporáneas, sin experiencia en los textos escritos en el siglo XVI, podría sentirse desorientado por el estilo de la prosa. A la manera de un actor de método, Fabre se apropia un lenguaje sepultado en las farsas, tragicomedias y novelas picarescas de los Siglos de Oro. El suyo es un español elástico y permisivo, un idioma que, en manos de un escritor habilidoso, huele a pintura fresca. Fabre escribió con tanta destreza que al cabo de pocas páginas uno se siente suficientemente entrenado para desafiar a Quevedo en un combate verbal.

Con su prosa juguetona, se permite guiños al lenguaje inclusivo, deslizados en el discurso con tal sutileza que el lector batalla para contener la carcajada.

...en llegando a una fuente, llevando su otredad en sí, mirándose   reflejada, reflejado, reflejadx en sus aguas, cantando secretamente la otredad se asoma y se manifiesta y refleja…

En una entrevista, Fabre se identificó con la idea de que la literatura contemporánea no es la que se escribe en este momento, sino la que se lee en este momento. Ejercer el oficio literario para sostener esa afirmación es poner en jaque los paradigmas con los que juzgamos la producción actual. En ese sentido, Luis Felipe Fabre logró la hazaña de escribir una novela indiscutiblemente contemporánea con las herramientas que El Escritor —entendido como figura que trasciende las épocas— ha acumulado con el paso de los siglos.

En una era asfixiada por la inquietud que provoca el futuro, Declaración de las canciones oscuras nos recuerda que la tradición también es innovación.

Declaración de las canciones oscuras

Luis Felipe Fabre | Sexto Piso | México | 2019

RP

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