Doce días después del golpe de estado en Chile, el 23 de septiembre de 1973, el poeta-emblema de ese país, ya enfermo de cáncer y conmocionado por el traumático acontecimiento, apresuró su muerte (muy probablemente envenenado en el hospital). Su funeral se convirtió en el primer y osado acto de protesta por parte de sus compañeros de partido, lectores y ciudadanos contra la naciente dictadura. Creador precoz, adánico y oceánico, Pablo Neruda llevó al género poético hasta sus más altas expresiones estéticas y, también, hasta sus más estentóreas funciones políticas. Hijo de una madre tuberculosa que se despidió de su hijo al mes de nacido, arrumbado los primeros años con su abuelo, criado luego en los confines del país con un arisco padre ferrocarrilero, una abnegada madrastra y dos hermanastros, padeció una soledad original que, quizá, lo conminó a buscar la comunión a través de la poesía. El niño, en los viajes en ferrocarril con su padre, se apropió de un paisaje físico y humano, tan paradisiaco, mágico y agreste como el que conocieron los cronistas de indias y, ya adolescente, personificó, como pocos en Hispanoamérica, la vocación del poeta romántico y el papel de profeta social.
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Pablo Neruda nació a los 16 años, (luego de sepultar a Neftalí Reyes, en un auténtico acto de ocultamiento pero también de conversión, para que el padre no se enterara de sus andanzas literarias); sorprendió a los medios intelectuales publicando libros deslumbrantes y aclamados desde los veintitantos y fue, toda su vida, un escritor prolijo y un apasionado militante y polemista. Después de una juventud bohemia, inició una extensa carrera diplomática, que lo llevó por los distintos continentes, fue un justiciero profesional, un magnífico publirrelacionista y un hombre gregario que tendía a rodearse de admiradores y amigos y a recitar o arengar ante auditorios masivos. Poeta paradigmático del amor, Neruda, como la mayoría de los artistas de la época, respondió al magnetismo de la historia y participó de manera significativa y controvertida en los principales acontecimientos de su tiempo: vivió la Guerra Civil española y tuvo un papel crucial en el auxilio de Chile a los refugiados; participó frenéticamente en la política de su país alternando periodos persecución y exilio con otros de reconocimiento, apoyó incondicionalmente la línea más dogmática del comunismo y fungió como cantor del culto a la personalidad de Stalin. Su capacidad de amistad y su carisma con las mujeres, así como sus fobias y enemistades literarias eran legendarias y fue reconocido, por muchos, como idealista, generoso, valiente y desprendido, y por otros como narcisista, intolerante, racista y misógino. Todo en él resultaba abundante y grandilocuente y su propia obra poética es desbordante: alberga al poeta confesional, al vanguardista, al estrambótico, al épico, al histriónico, y al que prefiero, al que en algunos versos sabe ver lo eterno en lo más diminuto y humilde.
AQ