Si Dios es lija o piedra de afilar

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Primero despreciado y luego querido tanto por ateos como creyentes, Spinoza no ordena desde la política o la teología, sino que confía en que cada individuo es capaz de hacerse responsable de sí mismo.

Retrato de Baruch o Benedictus de Spinoza, autor anónimo. (Wikimedia Commons)
Julio Hubard
Ciudad de México /

Ya no importa si Baruch Spinoza era ateo o estaba “ebrio de Dios” (Novalis). Notable cosa, hace dos siglos los creyentes lo rechazaban por ateo, y los ateos por panteísta, pero desde el siglo pasado, los ateos lo reclaman como santo patrono y los teístas se lo apropian como si de él pudieran conseguir una racionalidad pura para la fe. Ni de un lado, ni del otro. Spinoza no se suma a militancias. Va solo. No influyó en sus contemporáneos y la Ilustración no lo acogió de buen modo: ateo, determinista, dijeron. Pero en el siglo XIX una justicia póstuma lo yergue como faro en el centro de la filosofía (Hegel). Hoy: “príncipe de los filósofos”, lo llama Deleuze.

Ha cambiado una cosa. Parece que la opinión traslada su aprecio de la Ética demostrada según el orden geométrico como obra máxima, a la revaloración del Tratado teológico político. El cambio del juicio es importante: hay épocas que valoran a la ética por encima de la política; otras invierten la jerarquía. Es particularmente claro en Aristóteles, por ejemplo, que considera a la ética como una disciplina solitaria cuyo objetivo es la política, donde la reflexión moral se encuentra con los otros y con el sentido de una vida en común. No sería extraño que Spinoza siguiera a Aristóteles.

Los filósofos recogen a Spinoza de distinto modo que los escritores. Goethe lo reinterpreta en su “Oda a Prometeo”, por ejemplo, pero sobre todo Heinrich Heine, en su Alemania, larga una de las mejores exploraciones sobre la influencia: “La manera con que un gran genio se forma con ayuda de otro es menos por asimilación que por fricción. Un diamante pulimenta al otro. Así la filosofía de Descartes no creó, pero hizo que floreciese la de Spinoza. Por esta razón encontramos en el discípulo el método del maestro, lo que es una gran ventaja. Después hallamos, lo mismo en Spinoza que en Descartes, que el modo de demostrar está tomado de las matemáticas, lo que resulta en un gran defecto. La forma matemática da un tono áspero y duro a Spinoza; pero es como la cáscara de la almendra que hace más sabroso el fruto”. Por lo general se intuyen emparentadas la influencia y la admiración, como si se diera por copia o epigonía. De ahí no sale nada y Heine tiene razón: la influencia raspa, abrasa. Por fricción contra Descartes, Locke y Leibniz terminan afilando la filosofía del entendimiento; por fricción, Spinoza recupera a Descartes como piedra y convierte la geometría en su herramienta de pulir. El filo de un formón y el pulimento de una lente se afinan contra una superficie abrasiva. Spinoza se ganó la vida con su oficio de tallador de lentes para instrumentos de óptica. Quizá tuvo para la política una intuición desde su oficio. En el Tratado teológico político, la teología no es un recurso de conformación de voluntades, sino que fija conceptos y desbasta errores. Las apuestas políticas de Spinoza desembocan en analogías y conversaciones, y no en normas y órdenes. Admira el periodo judío del libro de los Jueces y le aterra la soberbia inherente a los reyes: “mientras el pueblo tuvo en sus manos el gobierno, solo hubo una guerra civil; e incluso no dejó huella alguna, sino que los vencedores se compadecieron de los vencidos, hasta el punto de procurar por todos los medios que recuperaran su antigua dignidad y poder. Mas, cuando el pueblo, que no estaba habituado a los reyes, cambió la primera forma del Estado en una monarquía, casi no pusieron fin a las guerras civiles y libraron batallas tan atroces que su fama superó a todos” (224, 2). Spinoza es un republicano radical (hoy decimos demócrata), que cree en la política como conversación constante, sin destino utópico, y exuda confianza en los ciudadanos. Mil veces más que Hobbes. Y sin el miedo.

¿Por qué es teológico, entonces? Porque Dios es la lija, la piedra de afilar: los conceptos se afinan tallándolos contra un axioma y el objetivo de una buena lente no es que veas el lente, sino que dejes de verlo, para poder mirar mejor el mundo. La genialidad de Spinoza respecto de la teología es inversa a la de los teólogos metidos a políticos: ellos quieren que la sociedad se ordene y rija obedeciendo a Dios –como si lo conocieran, como si pudieran utilizarlo– pero Spinoza concibe a la sociedad como una organización de individuos responsables de sí, sin destino final, sin meta de arribo: una conversación cuyo objetivo no es un lugar utópico sino la vida actual y propia. Ebrio de Dios o ateo, da lo mismo.

AQ

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