El pasado está en el futuro

Bichos y parientes

De unos años para acá, entre arqueólogos, historiadores, filólogos y cuanto profesional venga al caso, surge una evidencia extraña: la Edad de Bronce colapsó en menos de un siglo

Los registros, tanto los semíticos como los de origen indoeuropeo, hablan de “los pueblos del mar”. Misterio (Tintoretto)
Julio Hubard
Ciudad de México /

De unos años para acá, entre arqueólogos, historiadores, filólogos y cuanto profesional venga al caso, surge una evidencia extraña: la Edad de Bronce colapsó en menos de un siglo, entre 1180 y 1100 a. C., y toda la civilización humana fue a dar por tierra. Imperios con ejércitos poderosos y numerosos; grandes ciudades amuralladas, dotadas de sistemas hidráulicos de abasto y desagüe, construidas con piedra, ladrillo y argamasa; abundantes escrituras y comunicaciones, sistemas financieros y crediticios; flotas militares y mercantes... un mundo entero, cosmopolita, políglota, destruido. 

Los registros, tanto los semíticos como los de origen indoeuropeo, hablan de “los pueblos del mar”. Misterio. Hacia los años cincuenta del siglo pasado, se estableció, con razonable certeza, el vínculo entre los pueblos del mar y los famosos filisteos (origen de los palestinos); un poco después se documenta la otra sospecha: esos salvajes que depredaron la civilización no eran otros que los griegos: Agamenón y Goliat tienen el mismo origen. Y todo adquiría sentido, y lo dice Aquiles desde el primer canto de la Ilíada: “a mí, los troyanos no me deben nada; yo vine aquí por el botín”. 


Los historiadores y arqueólogos necesitan, como todo ser humano, construir una narrativa que explique lo que van hallando. Los troyanos eran, entonces, un pueblo hitita que fue asediado y asolado por salvajes griegos. Todo encaja con las hipótesis acerca de muchos otros sitios del Mediterráneo. Y es admirable que Homero hubiera tenido la altura moral y la genialidad literaria para mostrar que su propia parentela, los griegos, eran salvajes, comparados con sus víctimas, los troyanos.

Así estaban las cosas hasta hace un par de años, que empezaron a surgir, por distintos lados, unos como pueblos del mar de las teorías, a devastar los imperios en las ciencias de escarbar y en las de narrar. Se trata de invasores que carecen de credenciales adecuadas para formar parte de la corte y ni siquiera hablan la lengua que deben hablar los ortodoxos. Un geólogo, Eberhard Zangger, y Petra Goedegebuure, una filóloga especializada en lengua hitita, han invadido con sus huestes ruidosas las pacíficas costas de la academia, y quieren imponer a un pueblo olvidado como el nuevo origen de todo: de Homero y de Troya, de los filisteos y los pueblos del mar: los luvios. Tan nuevos son, que ni siquiera tienen página de Wikipedia en español; la de lengua inglesa está muy bien (“Luwians”). ¿Por qué nadie sabía de los luvios? Porque su civilización, arguyen, está justo en una franja sumamente conflictiva. Todo esto se explica con claridad en los videos de Zanger y Goedegebuure en YouTube, que valen muchísimo la pena, y en un libro sencillísimo de Zanger: The Luwian Civilization. Y basta poner atención para dejarse persuadir: los luvios escribieron su lengua en tres sistemas distintos: en unos jeroglíficos propios, que comienzan a descifrarse con certeza, en la escritura cuneiforme, estandarizada desde el acadio, y en letras muy semejantes al griego (linear B). La lengua luvita, además, pudo servir de traductora entre los pueblos semíticos y los indoeuropeos, cosa que ayudaría muchísimo para entender las transmisiones, influencias, plagios y tradiciones que, por ejemplo, Émile Benveniste o Arnaldo Momigliano, entre otros, podían intuir pero no explicar. Los académicos parecen una nueva, imaginaria Troya: defienden las murallas de una civilización que colapsa.

Y luego, el otro metiche: Raoul Schrott, un poeta que sabe su griego pero está lejos de ser un filólogo profesional, ha escrito un libro que puso los pelos de punta al mundo de los estudios clásicos en la academia: Homers Heimat. Der Kampf um Troia und seine realen Hintergründe (Carl Hanser Verlag, München, 2008). No lo he podido leer, porque está en alemán, pero dejo la ficha por si alguna casa editorial (que debería ser el Fondo de Cultura Económica, si logra sobrevivir a su colapso desde adentro) le hace el favor a la lengua española. Pedro Tapia Zúñiga y algunos críticos de lenguas inglesa y francesa han dicho que el libro propone, seriesísimo, que Homero fue diplomático, residente en Cilicia, ciudad hitita, o luvia, hijo de un mesopotamio y una sierva griega, resentido contra la opulencia luvia o hitita, y favorable a la insurgencia violenta de la prole de su madre. Que diriman los expertos sus entuertos. El pasado se habrá de escribir en el futuro.

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