El libro Surfear el espacio-tiempo (Debate, 2022), de Sergio de Régules y Miguel Alcubierre, surgió a partir de la invitación de los editores que querían hacer “una colección de científicos rock stars mexicanos como Antonio Lazcano, Julia Carabias y Miguel”, cuenta en entrevista para Laberinto De Régules (Alcubierre, también en entrevista, observa que parece que ellos fueron los únicos que entregaron su trabajo). La fama de Miguel Alcubierre como físico procede de un trabajo sobre lo que llama el warp drive —la posibilidad de viajar más allá de la velocidad de la luz—, que le valió unas palabras de reconocimiento por parte de Arthur C. Clarke, autor de 2001: Odisea del espacio, que aparecieron en un disco de Mike Oldfield (The Songs of Distant Earth, basado en su obra). La teoría surgió viendo un capítulo de la serie Viaje a las estrellas (Star Trek), y ese divertimento le permitió ser entrevistado por la BBC y reconocidos físicos divulgadores como Michio Kaku. Pero Alcubierre igualmente es reconocido por su investigación sobre la teoría de la relatividad general de Einstein, y en particular, la simulación computacional de agujeros negros y fuentes de ondas gravitacionales en la que ha aportado soluciones y de las que da cuenta Surfear el espacio-tiempo. El libro además se abre a otras lecturas, de las que damos cuenta con los autores.
—¿Cuál fue tu papel en el libro?
Sergio de Regules (SR): A mí me invitaron porque tengo libros de divulgación con la editorial. Se trataba de escribir del trabajo de Miguel, porque somos súper amigos de años. Grabé horas y horas, cosas que ya me había platicado, pero ahora para el libro. Yo tenía la idea de que con eso iba a armar una historia de lo que Miguel contaba y yo iba hilando las cosas, pero luego resultó que el editor no quería que yo estuviera muy presente. En ese sentido yo transcribí las entrevistas y las ordené para que contarán una historia, dejando la voz de Miguel, pero, luego nos dimos cuenta que él dejaba muchas cosas sin explicar sobre la teoría de la relatividad o los agujeros negros, y nos parecía pertinente intercalar capítulos más explicativos, de divulgación, con otra voz. Esos capítulos son míos, aunque hay otros que se hicieron intercalando cosas que ya teníamos planeadas los dos.
—Desde hace años, el lugar de Miguel como científico en México debería ser incuestionable por las palabras que Arthur C. Clark le dedicó, pero también veo que un subtema del libro es exponer cómo se hace física en México.
SR: Sí. A Antonio Lazcano se le conoce por sus trabajos sobre el origen de la vida y porque es un buen expositor; el caso de Miguel es muy particular porque se hizo famoso dentro de la cultura popular porque su famoso artículo sobre el warp drive surgió viendo el programa Viaje a las estrellas y entonces desde los noventa lo invitaron a congresos. Si es famoso entre los chavos es por esa razón.
Pero el trabajo que hizo después ya no tiene nada que ver con eso; él abrió la investigación que sigue hasta hoy. Su trabajo serio es importantísimo a nivel internacional porque contribuyó de manera muy importante a resolver un problema que luego contribuyó al desarrollo de la investigación de las ondas gravitacionales. No es poca cosa; ese trabajo no es tan vistoso como el del warp drive, pero lo hace merecedor de estar en el Olimpo de los científicos mexicanos. Miguel y yo sentimos que más que nada por su trabajo del warp drive quisieron hacer el libro sobre él. Por otra parte, lo bonito que cuenta Miguel sobre su situación de estudiante en el extranjero es lo que les sucede a todos; es su circunstancia particular, pero es un caso típico. Ahí te das cuenta de cuánto trabajo se necesita, cuánto se debe a la suerte, cuánto es de luchar contra la burocracia para alcanzar tus metas. Lo padre es que muestra cómo se vive la ciencia.
—Como divulgador, ¿cómo ves la situación mexicana para quien quiere hacer ciencia?
SR: Yo puedo decirte que el trabajo científico en México siempre ha sido cuesta arriba. A veces los apoyos son buenos, a veces son un poquito menos; ahorita la situación es de franca hostilidad. Sí, la vida ha sido dura en ese sentido, pero esperamos que las cosas cambien cuando la sociedad se involucre porque a los políticos no les interesa.
En la divulgación, el problema es que fuera del gremio la gente no sabe bien a bien en qué consiste nuestra profesión. Hay visiones ingenuas y a veces definitivamente tontas sobre nuestro trabajo. Muchos investigadores se sienten con la obligación de ser nuestros vigilantes porque creen que la divulgación consiste en bajar las cosas de nivel; creen que somos científicos fracasados. Por eso la divulgación no goza de mucho apoyo y ahora el Conacyt está exigiendo que el científico también divulgue. Ahora vamos a tener muchos divulgadores a fuerzas y la mayoría van a ser malísimos.
—En el libro veo que se presentan las facetas seria y juguetona del trabajo del físico.
Miguel Alcubierre (MA): Sí, es un poco la idea. Aparte, las anécdotas buscaban mostrar el lado humano del físico, pues no nada más vivimos en nuestra torre de marfil en la que todo es maravilloso. Está también la parte divulgativa, que es obra de Sergio.
—En la parte de exposición teórica la teoría de la relatividad aparece como una revolución en su momento, pero sus aportaciones solo se pudieron valorar en el futuro con el desarrollo tecnológico.
MA: Hay cosas que predijo Einstein, como lo de las ondas gravitacionales, pero nos tardamos años en tener la tecnología para captarlas. Pero también hay cosas que no predijo, una cosa es la teoría y sus fórmulas y otra sus soluciones.
—El público creo que tiene la imagen de que el científico es un ser omnisciente que ya sabe todo lo que va a pasar con la teoría que presenta y resulta que es un trabajo por etapas.
MA: Así es, las cosas se van construyendo incluso sobre la misma teoría. Lo mismo pasó con Newton, doscientos años después se seguía desarrollando su teoría.
—Una parte que está presente, es ver cómo se hace física en México.
MA: Tenemos muy buenos físicos, desde Marcos Moshinsky que fue muy famoso, pero incluso desde antes; tenemos en general una muy buena tradición en física y astronomía. La astronomía mexicana era reconocida desde el siglo XIX, la física no tanto, eso será hasta el siglo XX.
Los problemas principales a los que nos enfrentamos son dos: somos pocos, no solo físicos sino científicos en general, comparándolo con otros países como España o Brasil, y no digamos Estados Unidos; y por otro lado el financiamiento siempre ha sido malo. Los salarios han sido razonables, eso no es problema. El problema es el financiamiento, pero lo compensamos con colaboraciones en el extranjero, siempre y cuando tengamos la posibilidad de ir. El financiamiento nunca ha estado muy bien en México para la ciencia, pero tampoco para la cultura. Es como un lujo. Nunca se ha entendido que la ciencia es un motor de desarrollo y nunca se ha visto con buenos ojos. Eso no ha impedido que tengamos buena ciencia y buenos científicos. Si tu trabajo es más teórico que experimental, lo puedes sacar adelante sin problemas; lo que se necesita es tener acceso a las revistas científicas y tener una computadora decente.
—En términos de la exposición, la teoría de la relatividad es contemporánea de las vanguardias artísticas de principios del siglo XX. Por ahí comparas la teoría de Einstein con la música disonante. Los artistas ponían énfasis en la percepción y el trabajo de Einstein toca algo de eso.
MA: Fue una época de rompimientos muy fuertes, creo que el arte refleja lo que viene de la ciencia. No solo la relatividad de Einstein, que rompe con los conceptos previos del espacio y el tiempo. Está también la teoría de la gravedad que habla de la simetría del espacio y el tiempo. La física cuántica también llega a romper cosas. Y Einstein, que tuvo unas contradicciones iniciales, no fue el más importante. Si Einstein no hubiera encontrado la teoría, otro lo hubiera hecho; nos hubiéramos tardado, eso sí, más tiempo. Su teoría tuvo repercusiones en las artes: en la literatura, en la pintura, en la música como comentabas.
—Quiero retomar la parte del juego y lo serio. Tanto en el arte como en la ciencia debe existir esa parte lúdica.
MA: Sí, por supuesto. Cuando hacemos trabajo científico, hacemos trabajo serio en la investigación por todo lo que implica. Pero cuando hablamos de divulgación, podemos retomar la diversión. Se trata de acercarnos a la gente y que no se sienta asustada e intimidada por los textos científicos. A todos nos pasan cosas raras y divertidas en la vida. A la hora de platicar, se trata de hacerlo más ligero. La divulgación ligera y divertida tiene más impacto en la gente.
—Hablas de los estudiantes que llegan a la carrera de Física con la pretensión de ser un nuevo Einstein, ¿cómo manejas esto como maestro? Al final, no dejas de ser tú también un modelo.
MA: Precisamente trato de alejarme de eso. Cuando tengo mis estudiantes doy mis clases de un modo serio; no me gusta hablar del warp drive y tampoco trabajamos en ese tema. Y bueno, a lo mejor si llega un Einstein, pero lo que trato de enseñarles es a encontrar una piedra bonita en medio de todo el paisaje. Empezamos a hacer una cosa que parece pequeña porque no se trata de estar revolucionando siempre, sino de entender la naturaleza. El trabajo en ese sentido siempre es colectivo, no lo haces solo. La ciencia siempre ha sido un fenómeno colectivo y la idea del genio aislado pasa muy pocas veces.
—Ahora que se han dado a conocer las impresionantes fotos del telescopio James Webb, se ha hablado de que la astronomía entra en una nueva etapa, ¿qué podrías decir?
La nueva generación de telescopios espaciales es mucho más grande que el Hubble. Éste tiene dos metros de diámetro y el Webb tiene seis y eso le permite tener muchísima más resolución; y además es un telescopio que funciona en infrarrojo. Eso tiene dos ventajas: una es que nos permite ver más lejos en el universo porque la expansión del universo hace que la luz se corra hacia el rojo y se pase al infrarrojo, entonces el Webb sí puede ver galaxias tan lejanas que el Hubble no podía; la otra es que sí queremos ver objetos en nuestra galaxia el polvo estorba mucho y hace que los objetos no se puedan ver, pero el polvo es muy transparente a la luz infrarroja, entonces se pueden ver objetos que de otro modo no se podrían ver. Al ser un telescopio más moderno, nos permite ver imágenes más espectaculares. La imagen vimos esta semana tiene una resolución enorme comparada con la del Hubble.
—Una aplicación que se puede mencionar es que permite ver la expansión del universo, eso cómo permite llegar a respuestas que tienen que ver con el origen del universo.
La expansión del universo está muy bien estudiada. Más bien lo que nos permite estudiar son las galaxias que están más lejos y que son mucho más viejas. Como la luz viaja a una velocidad finita, mientras más lejos esté las vemos más como eran en el pasado, más viejas. No el pasado nuestro, sino el de otras galaxias. Entonces podemos ver las galaxias cuando se formaron; podemos acercarnos mucho más al origen del universo, podemos ver galaxias que se formaron cerquita del Big Bang, cosa que no podíamos hacer antes. Eso nos permite estudiar cómo se forman las galaxias, cómo son.
Otra cosa es que en los últimos veinte años se han descubierto varios miles de planetas que dan vuelta a otras estrellas, pero no teníamos imágenes directas de estos planetas y ahora con el Webb sí podremos verlos aunque sea como un puntito de luz. Podremos analizar esa luz y estudiar en principio la atmósfera de ese planeta, cosa que no podíamos hacer antes, y a lo mejor encontrar la evidencia de una sustancia que solo se genera a través de vida, no necesariamente inteligente, y ver si hay oxígeno libre.
AQ