La poesía de Estefanía Arista (Tijuana, 1995) tiene la estimulante cualidad de la bifurcación. En Hipocampo, su primer libro, el sentido de los versos se desdobla en direcciones no necesariamente opuestas, sino complementarias. La dicotomía se percibe desde el título, una alusión simultánea a los caballitos de mar y a esa región cerebral vinculada a la memoria y a las emociones.
La enfermedad permea las páginas de este libro por razones íntimamente ligadas a su autora. Aquejada desde el nacimiento por un tipo de epilepsia causante, entre otras cosas, de sus alucinaciones auditivas y olfativas, Arista se propuso extraer la poesía de los síntomas de su condición clínica y trenzarla con “la experiencia de lo femenino”.
- Te recomendamos Enrique Díaz Álvarez: “Narrar es el primer botín de guerra” Laberinto
Hipocampo (Dharma Books, 2021) es un libro fincado en dualidades. En él coexisten la enfermedad y la salud, la luz y la oscuridad, la familia y el individuo, la memoria y el olvido. “Me interesa mucho la literatura de la enfermedad”, cuenta Estefanía en entrevista con Laberinto. “Pero con este libro el propósito era no satanizarla ni verla como el enemigo. La pandemia nos ha mostrado que la enfermedad está aquí en múltiples formas que a veces no logramos entender. Entonces, me planteé un diálogo con este ser que también está ahí”.
Arista ha encontrado eco de sus ideas en algunas de sus antecesoras, escritoras que también han explorado la enfermedad desde la escritura. Nombres como Susan Sontag, Virginia Woolf, Audre Lorde o Sylvia Plath se agolpan en su lengua cuando describe las influencias de sus poemas.
Con franqueza y sin titubeos, la autora habla del intento de suicidio registrado en su biografía y de cómo esa experiencia se transformó en materia poética para Hipocampo. “Es una herida que afecta también a toda la familia o a las personas alrededor. A veces no se puede hablar de ello porque nos falta el lenguaje. Sobre todo, nos falta empatía”. Y continúa: “Me parece de mal gusto hablar de una literatura del suicidio. No debería ser un recurso retórico, porque en la antesala del suicidio hay una enfermedad mental muy severa y no debería ser una decoración para hacer a la literatura más interesante”.
Para estructurar el libro, Arista recurrió a un yo ficcionalizado, una protagonista con quien comparte nombre. Ese recurso borgiano le permitió explotar las posibilidades de la poesía confesional y la autoficción. “Me sirvió para explorar las vertientes de lo que no conozco sobre mi enfermedad”.
¿Por qué Estefanía Arista eligió la poesía y no la prosa como dispositivo de inspección literaria? Su decisión obedece al ahínco. La seriedad del ensayo, dice, le ponía un freno a su empeño lúdico. “La poesía es una herramienta con la que decimos la verdad. Para mí escribir es tocar lo que más duele y decirlo honestamente”.
ÁSS