Gabriela Halac: “Hacer un libro es como construir una casa”

Entrevista

La editora y artista argentina habla de Ediciones DocumentA/Escénicas, a la que concibe como un laboratorio de investigación y prácticas artísticas, un camino particular en la edición y distribución de libros.

Gabriela Halac vincula la creación artística con la producción editorial. (Foto: Susana Pérez)
Juan Manuel García Belmonte
Ciudad de México /

La impronta editorial de Gabriela Halac es expandida, se bifurca. Los libros que urde desde Ediciones DocumentA/Escénicas, se conciben como un cuerpo vivo, común, donde prima el goce, la investigación per se, un ansia de exploración por dotar a cada libro de un universo tan particular que lo haga un artefacto único, casi una pieza de colección.

Artista transdisciplinar e investigadora, la editora argentina se mueve entre los campos de la instalación, el performance, los dispositivos donde confluyen la memoria y el archivo, cuyos resultados de indagación editorial pueden tener una salida en soporte impreso o bien como exposición, conferencia performativa, puesta en escena o taller interdisciplinario.

Edición como práctica artística, lugar desde donde artista(s) y editora construyen un objeto matérico: el libro que —si se quiere— puede asemejarse a una arteria, la aorta, que oxigena todo el corpus atrapado entre esas páginas.

“Lo mío siempre es una búsqueda permanente, la percepción/noción de libro como un cuerpo y no como un objeto industrial, como una propuesta que en sí tiene un cuerpo, un lenguaje y que obliga a ser mirado desde un lugar que tiene secretos por descubrir, tiene diálogos diferentes a los que hemos establecido anteriormente.

“No como un espacio para inmortalizar, sino que nos vincula con la idea de nuestro presente, no tanto como una idea de futuro, de qué pasaría, sino que es para nosotros mismos y nuestro presente…el libro es un gran espacio para la puesta en común como la configuración de una comunidad”, revela la artista y editora.

En Europa, América Latina y México, la fundadora de la editorial (afincada en Córdoba, Argentina) que se concibe como un laboratorio de investigación y prácticas artísticas, ha venido construyendo desde 2003 un camino particular en la edición y distribución de libros que la ha llevado a ferias internacionales, galerías, centros de investigación artística, de docencia editorial, curaduría museística o centros de archivo y memoria.

Muy reconocidos en el ámbito de la práctica editorial y el libro como pensamiento a la par de dispositivo artístico, han sido “La biblioteca roja” o “Espacios revelados. Prácticas artísticas en territorio”, entre las casi cuarenta publicaciones con las que actualmente cuenta el catálogo.

Esta casa editora publicó, por ejemplo, El viaje inútil (2018), autobiografía de la también cordobesa Camila Sosa Villalda, cuando su escritura apenas despuntaba en la arena internacional.

“Para mí un proceso de hacer un libro es como construir una casa para vivir juntos, los autores y autoras con los que trabajo son con quienes deseo construir un mundo de diálogo. La imprenta para mí es un lugar mágico, de mucho descubrimiento”.

Gabriela afirma que cada iniciativa de publicación conlleva mucho trabajo previo donde haya una interacción decididamente más profunda a lo que algunos autores están acostumbrados, pues para gestar un nuevo libro, se establecen en algunos casos residencias de creación a la par de un calendario arduo de meses o años para encontrar juntos los vínculos necesarios que hagan posible la materialización del encuentro.

“Tengo una conversación muy extendida en el tiempo con los autores que de pronto no van a encontrarse con un editor que resuelve, sino que les hace preguntas y desarma el material que han traído a la editorial para verle las tripas.

“(Creo) estar siempre abierta a flexibilizar los procesos, eso genera una deriva que puede expandir el tiempo y (los libros) no pueden ser pensados en términos de mercado, sino en términos de producción de obra y que luego se resolverán como en otras formas de financiar esos proyectos, la búsqueda no es de esa economía tradicional”, reflexiona.

Si se analizan los títulos publicados, pueden encontrarse fácilmente varios de los postulados en los que Halac trabaja, pues son libros a la par de bellos, pensados para que cada uno de ellos tenga un signo o signos únicos que hablen tanto del trabajo del autor como de la particularidad de lo publicado, no solo por la mixtura de materiales, tipos de papel, tipografías o sistema de impresión utilizados, sino todo aquello que el libro devela, respira, lo que quiere comunicar.

“Entendí que hay que comprender la gestualidad de un libro, cuáles y cómo son esos vínculos que se pueden construir en tanto los encuentros que ese libro propicia.

“Para mí es muy orgánico, un pensamiento que viene más de la práctica, soy una persona que está todo el tiempo buscando nuevos materiales de lectura, que leo mucho sobre la estructura del libro, me fascina saber cómo hacían los papiros o cómo era la escritura cuneiforme, obviamente todo lo que tiene que ver con la historia de la escritura y del libro es mi tema de investigación, que tiene que ver con una voluntad práctica y no teórica, yo llevo todo eso al terreno del hacer que después me devuelve una reflexión de lo que va ocurriendo”.

Gabriela Halac ha destronado, en el mejor de los términos, las formas tradicionales de pensar, editar, distribuir y dar a conocer un libro, pues en tanto objetos vivos y comunes, cada publicación puede mutar y encontrar su particular forma de encontrarse con los lectores.

Recientemente DocumentA/Escénicas publicó El periférico de objetos. Un testimonio, de la mítica agrupación argentina y donde uno de sus fundadores, Emilio García Wehbi, tuvo una encerrona descomunal para producir el material y cuyas derivas pueden encontrarse en la página web de la editorial.

Además, se presentó Incitaciones transfeministas, que es el resultado de la reunión de conocimientos y prácticas intelectuales, activistas y artísticas procedentes del amplio y disímil territorio latinoamericano. Una potente novedad es Cuerpos liminales. La performatividad de la búsqueda, de Ileana Diéguez.

Rara vez la editorial, repite con autores, lo ha hecho pocas veces y cuando pasa, Gabriela Halac dice que siempre sucede algo nuevo, las búsquedas estéticas y artísticas son totalmente diferentes.

Tropiezos, si pueden llamarse así, también los ha habido, quizá, —comenta—, por la imposibilidad de encontrarse.

“Fracasos... los libros que no hice, que quedaron en carpeta, de los que me ilusioné y no emocioné lo suficiente al equipo para que salieran adelante. En general, los libros donde dije que sí y pensé que iba a ser un diálogo y termina siendo un libro que no me interesa. Cuando no hay una retroalimentación, en el libro se respira eso”.

Despertar de maneras distintas, así concibe Halac la salida de cada material, que no sea solamente una plataforma para determinado autor, porque Documenta no busca esos intereses, sino que verdaderamente se establezca un campo de investigación entre su laboratorio editorial y el artista convocado.

​AQ

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