Es curioso que las mismas ideas pueden aparecer en lugares diferentes y distintos ámbitos, como si las inquietudes humanas fueran las mismas donde quiera que las personas estén y sin importar mucho lo que hagan. Es como si un solo pensamiento encontrase muchas maneras de representarse y ser expresado.
Gego es conocida como artista por sus juegos geométricos y sus reflexiones cinéticas. La escultora venezolana de origen judío alemán se interesó por el espacio y el tiempo a través de la plástica. Elaboró estructuras reticuladas, dio forma corporal a monumentos de alambre con líneas y nudos.
La abstracción geométrica fue la manera que Gego encontró para acercarse a las propiedades del espacio. Su curiosidad por las líneas paralelas y el movimiento que se produce cuando la perspectiva cambia la llevó a pensar en el paralaje y a ver el tiempo como resultado de las diferentes perspectivas. Como si el transcurrir de los acontecimientos no fuese otra cosa que la apariencia de sombras que se proyecta en un plano sobre el que se mueven, cambian y transforman.
Midiendo el infinito se titula la exposición que exhibe el Museo Jumex, que viene de Brasil y viaja a Nueva York para continuar mostrando al público 120 obras de Getrude Goldschmidt mejor conocida como Gego. La exposición es cronológica, inicia con creaciones de la artista en los años cincuenta y se prosigue con otras formas de expresión que fueron concebidas a lo largo de la segunda mitad de siglo hasta alcanzar los años noventa.
Si para unos hay troncos, esferas, capullos, nubes, arroyos y cascadas, para un físico los elementos de alambre suspendido son una aproximación a las relaciones simples entre dos puntos, a sus posibles cambios y las formas constantes que se repiten para definir al espacio. En el mundo de las ciencias físicas hay mallas que permiten aproximar de manera discreta la continuidad del espacio y del tiempo. Hay también teorías que ven como, en lo más profundo de las cosas, el espacio se acaba, para luego comenzar de nuevo, termina aquí para continuar allá, forma rizos, es voluble, va y viene dando vida a fenómenos naturales de la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad. La gravedad cuántica de lazos imagina el espacio de esa manera.
Gego se formó como arquitecta e ingeniera en la Universidad Tecnológica de Ciencias Aplicadas de Stuttgart. Salió de Alemania en 1939 huyendo de la persecución nazi para refugiarse en Venezuela donde permaneció hasta su muerte en 1994. Su obra responde a una época en que predominó la visión estructuralista que, si bien encontró a sus opositores en las ciencias sociales y las humanidades, sigue con vida en el corazón de la física moderna.
Desde hace tiempo escuchamos que Stephen Wolfram propone grafos para explicar de manera unificada las propiedades de la materia. El autor de Mathematica y fundador de una compañía de software con múltiples aplicaciones computacionales es también judío alemán, hijo de refugiados en Inglaterra, que como Gego huyeron de la Alemania nazi. Wolfram comenzó como físico de partículas elementales y publicó su primer trabajo a los dieciséis años en ese campo de estudio que nunca abandonó.
Ahora nos dice que ha progresado mucho en su comprensión del espacio, el tiempo y la naturaleza de las partículas elementales. Su proyecto científico consiste en crear modelos gráficos de muchos posibles universos. Parte de simples puntos bajo la consideración de que el espacio es esa distribución discreta, hace una representación geométrica de la configuración para luego introducir una regla que aplicada al arreglo inicial genera otro. Esa regla puede ser cualquiera con tal que determine la evolución consistente del grafo en una segunda iteración.
Un precepto simple se repite formando geometrías cada vez más complejas hasta llegar a generar fenómenos inesperados. “Si las reglas iniciales son las correctas, uno descubrirá la física que gobierna el universo” dice Wolfram. Pretende así darnos un marco unificador que explicará la mecánica cuántica y la teoría general de la relatividad.
Está convencido de que existe una pauta simple que repetida muchas veces acabará por darnos el mundo natural que observamos, y si no, entonces terminaremos con “arte en marcos de alambre”; así lo llama, y uno puede ir a su catálogo de estructuras exploradas en sus simulaciones computacionales para observar objetos espacio temporales como obras arte.
Es casi imposible que las obras de Gego dejen de evocar las estructuras simples que repetidas nos llevan a los hipergrafos de Stephen Wolfram. Las múltiples configuraciones de universos improbables a veces parecen estructuras colapsadas como “bichos” de Gego.
Como si hablaran al mismo tiempo del proyecto computacional que quiere explicar al universo, los curadores de la exposición de Gego escribieron: “triángulos de distintos tamaños, de acero inoxidable, pulido o esmaltado al ser unidos por la mano del artista dan lugar a una obra que aparenta responder a una concepción funcional. Pero, en realidad, cálculo y espontaneidad se amalgaman y crean una verdadera magia serena”.
AQ