El compositor, director y violista australiano Brett Dean quiso que el público se metiera a la mente de Hamlet con su música, en su adaptación operística de la tragedia de William Shakespeare. Para lograrlo, se valió de una orquestación que incluyó un coro junto a los músicos en la fosa, piedras, papel aluminio, un acordeón, botellas de plástico, y más músicos en los balcones a ambos lados del escenario.
“Mi meta era lograr una experiencia de sonido surround con la partitura, con la orquestación”, explica Dean en entrevista telefónica desde Inglaterra, donde verá y escuchará en el cine, el sábado 4 de junio, esas atmósferas creadas con su Hamlet, como podrá hacerlo gente de unos 70 países en dos mil teatros, incluido el Auditorio Nacional en México, a través de la transmisión en vivo de su penúltima función desde la Metropolitan Opera House de Nueva York, donde tuvo su premiere americana el 13 de mayo.
Estrenada en 2017 en el Festival de Glyndebourne, a una hora de Londres y del Globe Theatre, Hamlet es la segunda ópera que escribe Dean (Brisbane, 1961) en su larga carrera de medio siglo, después de Bliss (2010), basada en la novela del dos veces ganador del premio Booker, el australiano Peter Carey.
El éxito de Brett Dean con su Hamlet fue inmediato, tanto en Glyndebourne como ahora en la MetOpera, las reseñas y críticas de ambos lados del Atlántico dejaron ver que es una ópera que llegó para quedarse, a diferencia de las muchas que se han compuesto a lo largo de la historia sobre el atormentado príncipe de Dinamarca, de las cuales apenas sobrevive la francesa de Ambrose Thomas, de 1868, que se volvió a montar en Nueva York en 2010 después de un siglo. Ni siquiera la anterior versión a la de Dean, del británico Humphrey Searle, de 1968, ha sobrevivido a la crueldad del tiempo.
—¿Cómo se siente por escribir ópera en pleno siglo XXI?
—Muchas personas critican la ópera al juzgarla irrelevante, además de muy cara. Pero, simplemente es una maravillosa forma de arte. Y lo que yo amo en particular de ella es el empeño humano de colaboración, porque no es solo el compositor, hay mucha gente involucrada, por supuesto. El sábado (4 de junio) veré la función de la MetOpera en una sala de cine en el Reino Unido, pero, aun sin estar en el teatro, hay la colaboración con mi libretista, el equipo de producción, el director de escena y el de orquesta. Es maravilloso juntar nuestras habilidades y entusiasmo. Amo esta forma de arte por eso.
Dean admite que La tragedia de Hamlet, príncipe de Dinamarca no formó parte de sus lecturas estudiantiles ni atrajo mucho su atención, hasta que la década pasada recibió el encargo de la ópera.
“Honestamente, Hamlet no fue una obra que estudiáramos con detalle en la escuela; me recuerdo analizando Rey Lear cuando estaba en bachillerato, por ejemplo. Claro, estaba familiarizado con muchas citas famosas de Hamlet, sabía de qué trataba, sus mensajes… Pero, hasta que fui confrontado por la propuesta de llevarla a la ópera tomé la obra seriamente y me di cuenta de lo extraordinaria que es. Empecé a conocer las diferentes versiones que hay de ella, algo de lo que no tenía ni idea; cada vez me metía más profundamente en Hamlet, fue fascinante incluso mirar la historia cronológica de la evolución de esta quintaesencia de obra de arte, el viaje tan interesante que tuvo ella misma”, comenta.
Para el ex violista de la Filarmónica de Berlín, las obras de Shakespeare, y Hamlet más que ninguna, son totalmente atemporales y tan importantes que su relevancia sigue vigente.
“Realmente es una obra fundamental sobre la naturaleza del ser humano”, expone Dean, al destacar que incluso gente que nunca la ha leído o visto representada en escena conoce sus diálogos más célebres.
Y justo cuenta que un problema fue el famoso monólogo de “Ser o no ser”, que al final abre su Hamlet.
“Cuando Jocelyn y yo discutíamos la obra, desde el principio él inteligentemente decidió dirigirnos a ello —eso que en inglés llamamos ‘el elefante en el cuarto’; algo que todo mundo sabe que está ahí, pero nadie quiere hablar de ello—, para de alguna manera quitarlo del camino y hacer un Hamlet que no es quizás el que la gente espera; suprimimos diálogos o se le atribuyeron a otros personajes”, expone.
Un ejemplo es la reasignación y readaptación del “ser o no ser”, que se aparece desde la primera línea y más adelante, pero solo murmurado, transformado en “...o no ser...” en la voz del tenor Allan Clayton.
En ese sentido, humilde, Dean califica de “gratificante y enriquecedora” su colaboración con Jocelyn.
“Siento que aprendí muchísimo no solo del Hamlet de Shakespeare, sino también sobre la historia de aquella época, la historia de cómo una obra de arte evoluciona. Fue muy interesante esa colaboración de dos vías, porque nos apoyamos mucho uno al otro de varias maneras para construir esta obra. Es lo que te mencionaba antes: algo maravilloso de la ópera como forma de arte es cómo se colabora. Siempre dos cabezas piensan más que una. Fue un tiempo muy inspirador para mí”, dice el compositor.
Alude a que con el también director de ópera y teatro canadiense conoció la historia de las versiones de Hamlet publicadas en vida de Shakespeare, llamadas Primer Quarto, Segundo Quarto y Primer Folio.
El artista australiano destaca el carácter filosófico del personaje, pero también su humor.
“Es un personaje muy chistoso y ese es un aspecto que el director de escena Neil Armfeild retoma, aunque, de alguna manera, por lo chistoso, entre más simpatiza uno con él, más trágica es su caída”.
Estar en la cabeza del príncipe de Dinamarca se convirtió en el leit motiv del trabajo de Dean. El sonido envolvente (surround) de su partitura y orquestación para que la música tuviera el efecto de las salas de cine lo consiguió al incorporar dos tríos de clarinete, trompeta y percusión en balcones laterales, un coro de ocho cantantes en el foso con la orquesta, y —como en otras de sus obras orquestales— instrumentos poco ortodoxos: papel aluminio, botellas de plástico y o los golpes de piedras, lo que lo emparenta con otro compositor contemporáneo, Thomas Adès, y su ópera sobre El ángel exterminador.
“Hay un momento en que Ophelia canta desde un balcón, otro en el que un grupo de cantantes está con la orquesta en el foso; a veces hay sonidos muy delicados y apagados, como golpes de piedras o de una hoja de aluminio. Buscaba captar estar dentro de la cabeza de Hamlet, meter al público en su mente.
“La música es muy lírica y está escrita pensando en que será para cantantes fantásticos, y ciertamente hay cantantes fantásticos en el elenco. Está escrita para ellos, no contra ellos, si me entiendes. Y es lo mismo para la orquesta, la música es muy difícil de tocar”, expone el compositor, en alusión al elenco de esta puesta en escena encabezados por Allan Clayton (Hamlet), que hace su debut en la MetOpera; Brenda Rae (Ophelia), Sarah Connolly (Gertrude), Rod Gilfry (Claudio), John Relyea, el fantasma del padre, David Butt Philip (Laertes), entre otros, bajo la batuta del director australiano Nicholas Carter.
Dean lamenta que no podrá ver en vivo su obra en el escenario de la MetOpera, un teatro con alrededor de cuatro mil butacas, a diferencia de las poco más de mil de Glyndebourne. “Ciertamente el tamaño de la orquesta y el coro son mayores; hay algo de milagroso en ese espacio, aun cuando es ridículamente enorme, casi cuatro Glyndebourne caben ahí. La gente me dice que la obra está creciendo en ese espacio; desafortunadamente no podré juzgar el cambio el sábado desde la sala de cine donde la veré”.
Estructurada en dos actos, con una duración de 3 horas 15 minutos y un intermedio de media hora, quizás uno de los momentos más sublimes según las reseñas es la escena de la locura de Ophelia, interpretada por la soprano Brenda Rae, que la canta enlodada, semidesnuda y con un saco de hombre.
“Para nosotros fue muy importante desde el principio dar a Ophelia como personaje un espacio y la importancia de su historia. Desde el principio Matthew Jocelyn y yo nos comprometimos con ello. En muchos montajes, Ophelia se queda de alguna manera como un personaje periférico, si no es que débil; sin embargo, tú puedes ver que ella no es una persona fácil, sino un personaje fascinante, fuerte. Entre todos los personajes femeninos de Shakespeare, ella es uno de los que muestra mayor personalidad.
“Tratamos de capturar el hecho de que es una muy vibrante y fuerte y amorosa persona cuya vida está fracturada por todo lo que pasa a su alrededor. La destrucción de su mente fue uno de los aspectos más dramáticos de la obra, pero es algo así como el reflejo que va más allá de la naturaleza de la locura. No sabemos si Hamlet está loco, algunas veces parece que solo juega a estar loco; pero, ciertamente, la fractura de la mente de Ofelia es real, y por eso necesitaba esa escena en particular. Acabo de ver un video del ensayo de Brenda Rae, y ella hizo un trabajo como Ophelia estupendo, fabuloso. Ella puso una enorme pasión y sensibilidad para el papel. Muero de ganas de verla en la función de este sábado”.
—Allan Clayton repite en el papel en la MetOpera como en el estreno mundial en Glyndebourne. ¿Qué exige su música al tenor que interprete a Hamlet?
—Es un papel gigantesco. Allan también cantará el papel de Peter Grimes (en la ópera homónima de Benjamin Britten) en la MetOpera y recientemente lo hizo en el Reino Unido, en Covent Garden. Lo primero que necesita un cantante para ser Hamlet es un aguante destacable. Pero lo que trae Allan al papel, adicionalmente a una fantástica técnica vocal, una hermosa voz y un aguante destacable, es una extraordinaria presencia escénica como actor. Él captura de manera mágica la vulnerabilidad, pero también el humor, la sabiduría y la inteligencia de Hamlet, que es un personaje con educación privilegiada, parece saber mucho del mundo aunque es muy joven… Y Allan de alguna manera captura todos esos aspectos que hacen un gran Hamlet en escena. Fuimos extremadamente afortunados de haberlo tenido en esta producción, primero en el Festival de Glyndebourne y ahora en Nueva York.
—El 4 de junio su Hamlet se podrá ver en buena parte del mundo, sobre el que ahora se pasea el fantasma de la guerra, como en la época de Shakespeare y en el contexto de la historia del drama en Elsinor. ¿Qué diría a esta audiencia global para darle esperanza en un mundo en guerra?
—Es una pregunta oportuna, pero también muy difícil de contestar, porque Hamlet no es necesariamente una obra que dé mucha esperanza. Pero, supongo que hay que decir algo del hecho de que después de 400 años la obra está aquí, todos estamos aquí, la gente está aquí, no necesariamente es lo más esperanzador, pero siento que la capacidad y fortaleza del espíritu humano va a prevalecer. Hay algo en las grandes obras de arte que nos da lugar a reflexionar sobre la vida en la Tierra; no siempre nos dan respuestas, pero ciertamente sí muchas preguntas. Pienso que Hamlet, como cualquier obra de arte, contribuirá a la comprensión de la naturaleza humana por parte de la gente. En este Hamlet hay violencia perpetrada, hay preguntas sobre cuáles son las motivaciones de estos actos de violencia; y una obra como Hamlet pone toda esa violencia en el microscopio. Así que espero que el público encuentre un propósito y un significado. Pero Hamlet no es necesariamente una historia con final feliz.
AQ