En la última década del siglo XIX, el médico Jacques Archambau, junto con su esposa Suzzane, y su hermano menor, el adolescente León, parten de Francia a la Isla Mauricio, de donde es originaria su familia. Viajan con la ilusión de restituir su pertenencia, recuperar su fortuna y reconstruir su futuro. A punto de llegar, surgen en el barco un par de casos de cólera y todos los pasajeros, unos cuantos europeos y cientos de trabajadores inmigrantes principalmente de India, son sujetos a una cuarentena obligatoria en la isla de Plate. La cuarentena se prolonga inexplicablemente y transforma las rutinas, los proyectos de vida y el sentimiento del tiempo.
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Los confinados, incluyendo los Archambau cuya familia es parte de la oligarquía en Mauricio, son prácticamente abandonados y se enfrentan a la enfermedad, la privación y la incomprensión intercultural. La propia Suzanne se contagia y su esposo Jacques, sin medicinas con qué curarla, atestigua su sufrimiento desgarrador y su milagrosa recuperación.
En este clima se despliega un idilio plácido entre León y la muchacha india Suryavati y, mientras las hogueras devoran los cuerpos de los muertos, ellos se acoplan en playas y cuevas y descubren fascinados sus cuerpos y sus muy distintas cosmovisiones. Los confinados, por fin, son rescatados; sin embargo, la comunión con el paisaje y la pasión por Suryavati han transformado a León, quien renunciará a todas las aspiraciones convencionales y se convertirá en el legendario “desaparecido” de la familia.
Esta es la historia principal de la reminiscencia familiar La cuarentena, publicada hace más de 20 años por el escritor francés Jean-Marie Gustave Le Clézio, quien, como es habitual en su obra, ensaya una narrativa de la fuga, en la que manifiesta su nostalgia por el salvaje benevolente y el tiempo mítico. En el aislamiento de la cuarentena se opera un vuelco civilizatorio: las competencias y habilidades que sirven en la vida social ordinaria se vuelven superfluas y comienza una hegemonía ya sea de la fuerza bruta y la astucia (entre los europeos) o ya sea de la intuición, el sentido práctico y la empatía (de los inmigrantes).
La narración registra de manera minuciosa la degradación de los confinados y constituye una alegoría del individuo en estado de naturaleza. Cierto, el elogio del primitivismo y su solidaridad intrínseca y la condena de Occidente y su sentido de acumulación y competencia han sido, por muchas décadas, emblema de lo políticamente correcto; sin embargo, a diferencia de muchos progresistas de cubículo, Le Clézio ha sido un auténtico explorador de la otredad y ha pasado gran parte de su vida en confines y periferias (entre ellos México, donde se ubica su fabulosa Urania).
Como pocos escritores de Occidente, Le Clézio se ha alejado de sus espacios de comodidad y ello le brinda densidad, credibilidad y dignidad literaria a su discurso y convierte a La cuarentena en una premonitoria metáfora de estos días dolientes.
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