James Turrell: viaje al silencio de la luz

Artes visuales

"Parece que el artista estadunidense moldea la luz para crear instalaciones en las que las experiencias visual, física y mental se unen casi en un rito".

Turrell transforma la tecnología en una pregunta: ¿qué hay detrás de la luz? (Foto: Florian Holzherr)
Miriam Mabel Martínez
Ciudad de México /

En el Museo Jumex se presenta Pasajes de luz, del artista estadunidense James Turrell (1943), un viaje al silencio de la luz para descubrir que su trabajo se trata más, como él mismo lo ha expresado, del espectador observando que de él mismo ocupado en observar. Su tema es la luz, pero también es su medio, su investigación y su soporte. Al experimentarla, parece que la moldea para crear instalaciones en las que las experiencias visual, física y mental se unen casi en un rito.

Turrell explora la luz para mostrarnos volúmenes, texturas, colores, para revelarnos nuestra fragilidad. Así nos sentimos al cruzar sus instalaciones, como si atravesáramos un umbral ignorando si en el otro lado está la luminosidad total o la oscuridad, como en Projection Piece.

Transitamos por las instalaciones Double Shallow Space y Wedgework, esculturas que intrigan y nos ciegan cuestionando nuestro estar ahí. Envueltos en la luz de Turrell, el todo y la nada parecen sinónimos espaciales que borran cualquier imagen y eliminan cualquier ruido. Estos juegos de luz son también obras de silencio; al espectador no le queda más que volcarse hacia la experiencia en sí no para mirarse como si fuera un espejo, sino para cuestionarse la realidad.

A Turrell le interesa la filosofía, se observa tanto en sus grabados (First Light) como en sus instalaciones. Transforma la tecnología en una pregunta: ¿qué hay detrás de la luz? Y las posibles respuestas las convierte en arte, como en Roten Crater, un ambicioso y emotivo proyecto en construcción desde hace más de 45 años del que se exhiben documentos y maquetas de una propuesta que, si bien evoca a las culturas antiguas y celebra a la naturaleza, es la tangible transformación de un volcán extinto en una obra de arte que se camina, se explora simultáneamente a la construcción de un túnel que funcionará como telescopio gigante cuyo propósito es capturar una parada lunar que ocurre cada 2000 años.

Esta exposición nos tienta, despertando impulsos existenciales. No hay manera de evadir la fragilidad propia ni de no admirar el compromiso creativo de Turrell, sustentado en las matemáticas, la geología y la astronomía, sus primeras pasiones, que son la base de su exploración artística sobre las complejidades de la vista.

La joya de la muestra es Ganzfeld, un pasaje hacia la luz… para —en ese otro lado— escuchar, sentir, abrazar y ver, más que la luz, lo sublime.

ÁSS

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