Marián Bango, con estudios de Filología inglesa, y Alfonso García, un experto en artes marciales e historiador amateur, decidieron hace 17 años llevar su amor por la cultura y literatura japonesas a los libros y fundaron Satori Ediciones, que cuenta con alrededor de 200 títulos en seis colecciones.
Aunque en el catálogo hay autores clásicos de los siglos XIX y XX, como Natsumi Soseki, Akutagawa Ryunosuke, Jun'ichirō Tanizaki o Banana Yoshimoto, la especialidad de Satori (iluminación, en japonés) es la tradición antigua y, en esa ruta, las pioneras de la ficción japonesa, hace unos mil años.
“En Japón, la literatura de ficción nace de la mano de las mujeres, porque los hombres solamente podían escribir crónicas históricas. La imaginación, la invención y la ficción estaban reservadas para las mujeres”, explica en entrevista con Laberinto Marián Bango, que ha editado a unas 15 autoras.
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Poesía, narrativa, ensayo, arte forman el catálogo de la editorial independiente, que emplea a por lo menos 50 expertos en letras y cultura japonesas, prologuistas y traductores, entre ellos la mexicana Virginia Meza, profesora retirada del Colegio de México (Colmex), donde dio clases en 1976 Kenzaburō Ōe, el último japonés que ganó el premio Nobel de Literatura, en 1994, justo hace 30 años, quien murió en abril de 2023 (Kazuo Ishiguro, Nobel 2017, nació en Nagasaki, pero escribe en inglés).
Bango y García vendrán a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, dentro de un grupo de editoriales asturianas, para promover sus títulos, que en México distribuye Océano. La llegada de sus títulos al país coincide con el primer premio Nobel de Literatura a una coreana, Han Kang, autora de La vegetariana y La clase de griego, aunque Bango descarta extender Satori a autores de China o Corea.
Satori nace con la publicación de La restauración Meiji, de William Gerald Beasley. Me parece un poco irónico que una editorial que difunde el arte, la cultura y la literatura japoneses empiece con un libro sobre el periodo histórico en que comenzó la occidentalización de Japón. ¿Por qué?
Sí, es un poco irónico. Fue una necesidad que teníamos como lectores. Nos interesaba mucho la historia de Japón, y en España no encontrábamos libros al respecto más allá de ensayos genéricos de divulgación o un poco más específicos sobre la participación de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Y este periodo concreto de la historia japonesa, la restauración Meiji (1868-1912), nos parecía interesante. Y con mi socio, Alfonso, surgió la idea de traducirlo y publicarlo. Así nació Satori, con nosotros como lectores.
En ese vacío editorial en España, ¿cómo fue recibido el primer título de una editorial independiente?
Este primer título pasó completamente desapercibido, porque éramos una editorial que empezaba. El mundo de la distribución en España es complicado para una editorial independiente, que no tiene un catálogo apoyándola detrás, que no tiene unos inversores dando apoyo financiero, ni los contactos en el sector, porque ni yo ni mi socio veníamos del sector editorial. Teníamos distribuidoras locales, aun así sí que llegamos a ciertos puntos, porque en España ya empezaba a haber librerías que habían empezado a especializarse en manga, con lectores que se habían convertido en adultos y que querían leer cosas específicas sobre Japón, porque tenían intereses en la historia y la literatura. Fundación Japón nos apoyó para traducir el libro y, anímicamente, eso nos hizo pensar que estábamos en el camino correcto. Quizás económicamente no fuera viable para un empresario normal, que sólo busca rentabilidad, pero para nosotros ese apoyo supuso tener confianza en que estábamos haciendo algo que tenía futuro.
De la historia de Japón pasaron a la literatura. ¿Cómo fue el salto hacia una de las literaturas más desconocidas del planeta, a pesar de que cuenta con tres premios Nobel nacidos en Japón?
Desde que empezamos con Satori, teníamos claro que queríamos publicar literatura. Y hasta que no dimos con un grupo de personas: traductores, directores de colección que nos asesoraban en títulos, autores de prólogos. Queríamos que nuestros libros no fueran solamente una novela traducida y ya, queríamos que hubiera un prólogo de alguien experto en el autor o en la época histórica o en la literatura de ese género, para poner un poco en contexto, porque nuestra idea era publicar autores digamos clásicos, que cualquier japonés lee en su formación académica en el colegio o en el instituto o en la universidad, más allá de los autores que estén de moda en el momento, autores contemporáneos que están publicando ahora y que tienen cabida en editoriales importantes como Tusquets con Murakami. Nosotros sabíamos que teníamos que buscar a ese otro público, que sabíamos que estaba ahí.
En una de sus colecciones tienen un título espléndido, Mil años de literatura femenina en Japón, que escribió Carlos Rubio. Es algo insólito para cualquier literatura, documentar así el trabajo literario de las mujeres a lo largo de tanto tiempo. ¿Cómo hace esto diferente a Japón?
Dice Carlos Rubio, autor del libro y director de la colección Maestros de la literatura japonesa, que la literatura en Japón nace de la mano de las mujeres. En nuestra cultura greco-latina, nosotros decimos que la literatura nació en Grecia, con Homero. Pero en Japón, nace de la mano de las mujeres, porque los hombres solamente podían escribir crónicas históricas. La imaginación, la invención y la ficción estaban reservadas para las mujeres, que no podían escribir en el alfabeto chino, por eso desarrollaron la escritura de las mujeres, que se llamó onnade (mano de mujer, 女手), para contar sus historias, que después leían los hombres. Incluso, había hombres que escribían fingiendo ser mujeres.
Es un poco sorprendente desde nuestra perspectiva occidental. La literatura japonesa está muy nutrida de autoras, sobre todo en sus comienzos, en la época medieval Heian, siglos XI, XII y XIII, cuando los samurais se hacen con el poder, se impone la mentalidad confuciana y las mujeres son relegadas y olvidadas por el mundo de la literatura, que retoman los hombres. Luego, con la restauración Meiji, vuelven a ocupar un papel importante. Siempre ha habido mujeres (japonesas) escribiendo, pero no se les había dado la importancia. Con este libro queríamos darles a todas ellas esa importancia. Mil años de literatura femenina en Japón nace porque Carlos Rubio es autor de muchos de los prólogos de las obras de maestros de la literatura japonesa, y muchos de ellos son referentes a obras de maestras.
Un libro así, ¿tiene algún similar en España o en otra lengua fuera de la japonesa?
No hay nada publicado tan amplio, por lo menos fuera de Japón. Yo no he encontrado un libro así en inglés ni en francés; he un libro así, extensivo, que abarque desde el principio de los tiempos, con la primera referencia que hay de la emperatriz Jingū (169-269), que escribió poemas, hasta la época actual. Y no he encontrado un libro tan completo.
¿Quién es la autora más antigua que ha publicado Satori en sus colecciones?
Son varias, que además estaban en el mismo séquito o corte medieval, alrededor del año mil: Sei Shōnagon (El libro de la almohada), Murasaki Shikibu (El diario de la dama Murasaki), Izumi Shikibu (El diario de la dama Izumi) y la dama Nijō, de quien acabamos de sacar una obra recientemente este año (Confesiones de la dama Nijō). En Satori hemos publicado hasta hoy a unas 12 o 15 autoras. Recientemente publicamos Belleza en el caos de Setouchi Jakucho (1922-2021), quien vivió casi un siglo. A Banana Yoshimoto (Un viaje llamado vida), Hayasi Fumiko (El relámpago y Nubes flotantes), Misumi Kubo (Miro al cielo impotente), Higuchi Ichiyo (Un día de nieve y Cerezos en la oscuridad), Ema Saikō (Suave aroma), Akiko Yosano (Desde París y El vuelo del ave Fénix) y las poetas Chiyo (Violeta agreste), Abutsu ni (Diario de la luna menguante) y Den Sute-Jo (Aguacero en la tarde).
¿Cómo se explica que en la literatura japonesa la mujer haya sido considerada sólo como autora de ficción y el hombre, de crónicas? Me remite a la Sherezada de Las mil y una noches.
La razón es que la ficción era considerada algo menor, estaba denostada en la tradición de la época Heian, la época clásica japonesa. Se valoraba la poesía, que no se consideraba ficción, sino un arte refinado que practicaban tanto hombres como mujeres. Pero, la ficción narrada, la narrativa, sí que tenía una especie de halo de desprestigio como algo de mujeres y de niños. Los hombres en la corte se dedicaban a cosas serias que eran documentar, las crónicas históricas, lo que pasaba en el día a día en la corte. Entonces, cuando un hombre quería escribir novela, como ha pasado y está constatado, ficcionalizaba ser una mujer que escribía ficción, ficción o algo más narrativo, pero más personal. Esto lo explica Carlos Rubio en Mil años de literatura femenina en Japón, relacionándolo con que la ficción tenía un estigma de cosa poco importante, no se valoraba porque no era fiel a la realidad.
¿Cómo ha sido el impacto de la literatura japonesa en España? En México, hay dos autores clave, que la difundieron: José Juan Tablada y Octavio Paz.
A España la literatura japonesa también ha llegado, especialmente lo que es la poesía y el haiku, gracias a Octavio Paz. Y también Borges. Digamos que todo lo que nos ha llegado fue a través de autores hispanoamericanos. Los autores españoles de literatura no habían tenido interés en la literatura japonesa hasta que nos llegó a través de los escritores como Octavio Paz y Borges, como comentaba. Actualmente, ya hay escritores, incluso en España, que escriben y que tienen mucho éxito, obras o novelas ambientadas en Japón. Y autores que escriben muy influenciados por el budismo y por el zen. Esto se refleja principalmente en la poesía de algunos autores.
Todos sus libros son traducciones directas del japonés. ¿Qué exigen a sus traductores?
Es complejo. Afrontamos cada obra, cada encargo o cada proyecto como empezar de cero. Hablamos con el traductor y acordamos no dejar de ser fiel al original, pero siempre tener en mente que la lengua en la que está uno traduciendo es el español. Entonces el lector que lo recibe tiene que disfrutar una calidad literaria. En eso insistimos y trabajamos con los autores codo con codo. Respecto a la terminología, en nuestras obras es cierto que incorporan bastantes términos japoneses porque son intraducibles. No queda bonito decir que un samurái se remangó el pantalón porque no llevan un pantalón realmente. Ahí preferimos dejar el término hakama porque le da ese color a la lectura, no te saca de contexto. Preferimos poner una nota a pie de página definiendo brevemente lo que es una hakama para que el lector se haga una idea e incorporarlo también en un glosario al final del texto para que, si vuelve a aparecer más adelante el término y el lector no se acuerde en qué página estaba la nota puede ir al glosario familiarizándose poco a poco con el lenguaje.
Satori cuenta ya con un diccionario de términos.
Sí, tenemos el diccionario Sakura, del cual hemos sacado una nueva edición ampliada y revisada este 2024, a cargo de Carlos Rubio, uno de los autores y supervisor de esta obra. Y ahí recogemos multiplicidad de términos relacionados con la cultura, con la historia, con el té, con las artes marciales, con la literatura, buscando eso, una especie de glosario amplísimo. Y después, sí que también tenemos otro diccionario ya más específico de términos gastronómicos, que se llama Oishi. Diccionario ilustrado de gastronomía japonesa (de Roger Ortuño Flammerich). Y uno de expresiones intraducibles: Hanakotoba. El lenguaje de las flores. Pequeño diccionario japonés para cosas sin nombre.
Ustedes no sólo trabajan con poesía o novela, también abordan las artes plásticas y el cine en Satori. ¿Cómo valoraron incorporar textos sobre cultura popular, como los ensayos de Daniel Aguilar sobre cine, o los textos sobre criminología en Japón, o el manga y el animé?
Generalmente, hay ciertos géneros literarios que, desde el punto de vista académico se desprecian. Digamos que hay una alta literatura y una literatura popular que no llega a la academia ni a la universidad. Nosotros teníamos claro que queríamos, como lectores que somos también de literatura de género, novela negra, literatura histórica, esos géneros que están un poco desprestigiados desde el punto de vista académico, sí que queríamos hacerles un hueco y publicar autores que no forman parte del canon literario académico habitual. Tenemos la colección Satori Ficción, con autores como Edogawa Rampo (Crímenes selectos y Rampo, la mirada perversa) o Kyusaku Yumeno (El infierno de las chicas), autores de los años 30, pioneros de la ciencia ficción japonesa. Y Daniel Aguilar (Vampiros en Japón), como es un experto increíble en todo lo que es literatura popular de esa época y del cine, con él surgió la idea de publicar títulos dedicados al mundo sobrenatural, a los pioneros de la ciencia ficción.
¿Qué hay de la literatura popular?
A mí, personalmente, me encanta. La mitología y el folclor, de cualquier cultura, me parece una forma imprescindible para conocer la idiosincrasia de un pueblo; sus mitos, sus tradiciones más populares, porque todo está arraigado a la esencia de un pueblo. Está ahí, es el germen de lo que brota todo: la forma de ver la vida que tiene la gente muchas veces brota de estos pequeños mitos o leyendas que hay en las aldeas. Y por eso tenemos esa colección dedicada a la mitología y a los yōkai, que son los monstruos japoneses, esas criaturas que viven entre la realidad y el otro mundo y que a veces interactúan con nosotros, nos esconden las cosas, y por eso no las encontramos. Esa sensación de que alguien te acaricia la espalda y no hay nadie, es un monstruito que los japoneses le llaman yōkai. Es un mundo tan rico y tan divertido porque los yōkai, en la época actual, ya se han convertido en un recurso entrañable para los japoneses, pero en su momento hacían referencia a cosas desconocidas y que daban miedo, como por ejemplo los relámpagos o los niños que desaparecían en un bosque, pues era porque se los había llevado tal monstruo. Así que ese interés siempre lo hemos tenido y lo seguimos teniendo.
¿Qué libros o autores de Satori son lo que más les piden en México?
Uno de los más demandados es Osamu Dazai (Cuentos de cabecera). También Natsume Soseki (El caminante, Kokoro, Las hierbas del camino, Mi individualismo, Nowaki, Misceláneas primaverales, Tintes del cielo y Sueño de la libélula).
¿Por qué casi no tienen autores o autoras contemporáneas en su catálogo?
La verdad es que en nuestro catálogo no encontrarás autores muy contemporáneos, exceptuando a Misumi Kubo y a Banana Yoshimoto. No nos decantamos por autores contemporáneos porque nuestro interés también como lectores está un poco más distante en el tiempo. Digamos que los autores contemporáneos ya hablan de cosas como muy… Ahora que todo está globalizado, yo como lectora ya no siento tan exótica esa cultura o tan lejana a la mía. Pues sí, obviamente siempre hay detalles y cosas que no se ven desde la perspectiva japonesa como la vemos nosotros.
Personalmente siempre me han gustado más los autores clásicos, incluso en literatura en español o en otros idiomas. La literatura que se hace hoy en día, para mí como lectora, no es mi prioridad. Sí he leído a Mitsuyo Kakuta, que la publica Tusquets, y a otras autoras interesantísimas, contemporáneas más jóvenes. Y me han gustado. Pero, para mí, quizás al estar tan cercanas en tiempo, no tienen esa magia que puedan tener autoras que te escriben y te hablan desde el siglo X. Esa magia de ver que una mujer, hace tantísimos siglos, sentía cosas como las que tú sientes y tenía una vida que realmente podía ser la tuya al día de hoy. Esa conexión a través del tiempo y la distancia me parece mágica.
Con los autores y las autoras clásicos japoneses que publica Satori ¿se puede entender cómo la literatura japonesa llega a escritores como Yasunari Kawabata, Yukio Mishima, Kenzaburō Ōe, Haruki Murakami, Ryu Murakami, Kōbō Abe, Jun'ichirō Tanizaki o Banana Yoshimoto?
Sí, creo que esa forma de escribir, que a los lectores desde aquí, desde España o desde México, nos parece tan especial, está ya latente en la obra de Sei Shōnagon, autora de El libro de la almohada, o de Murasaki Shikibu, autora del Genji Monogatori, la novela de Genji, y de El diario de la dama Murasaki. Su forma de escribir, de estructurar la obra, tan fluida y tan libre, recuerda mucho a la literatura japonesa actual, incluso a la contemporánea de cualquier idioma.
¿Cómo describiría esas características en la literatura japonesa?
Percibo que, en Occidente, siempre los escritores y las escritoras, pero principalmente los escritores, han sido como muy esclavos de las formas, de lo ya establecido; que si esto era comedia o esto era novela… En cambio, en la literatura japonesa los géneros fluyen entre sí, y en una novela puedes insertar poesías, en una poesía puedes insertar textos narrativos; es como más fluido, que es lo que caracteriza la literatura contemporánea actual, la fluidez y el mezclar géneros, el romper la estructura clásica de la narración, principio, nudo y desenlace. Eso no pasa en la literatura japonesa. Como dice Carlos Rubio, la literatura japonesa empieza y se termina, y muchas veces cierras el libro y dices... ¿Y qué pasa?. Pues en su forma de escribir no está cerrada la obra, sino que todo es circular. O dejan al albur del lector lo que ha pasado, la ambigüedad, también es una característica muy habitual de la literatura japonesa, de Japón en general, no decir no, sino decirlo de otra manera.
¿Cómo explica el fenómeno Murakami, un autor demasiado occidentalizado?
Es algo que he hablado incluso con traductores de Murakami y con lectores que lo aman o detestan. La conclusión es que Murakami tiene esa magia de manejar referencias muy occidentales para los lectores occidentales de literatura general, no específicamente amantes de la literatura japonesa. Murakami les parece maravilloso, muy japonés. (Pero) para lectores que ya conocen a fondo la literatura japonesa, Murakami no les da porque les parece demasiado occidental. Al final, es una cuestión de gustos. Murakami ha encajado muy bien con ese lector exigente, pero que pica de todo: hoy literatura japonesa, mañana francesa o turca. Son lectores muy exigentes, buenos lectores y no tienen complejos a la hora de abordar la literatura de cualquier país o cultura, pero que no profundizan más allá de Murakami, no les llaman más la atención otros autores de literatura japonesa. Es un autor muy asequible, porque maneja referencias muy occidentales, a la par que también muy exóticas, porque son muy japonesas, lo cual remonta al exotismo que resulta atractivo.
¿El libro que más trabajo les ha tocado publicar?
Una antología que titulamos Perros, porque hay diversos autores contemporáneos, algunos ya muertos. Fue difícil negociar los derechos porque ha habido que ir con los propietarios de los derechos de cada escritor y ha sido muy difícil ponerlos a todos de acuerdo para un libro que se iba a publicar en el Año del Perro. Tardamos dos años en cerrar los derechos sobre los autores. Fue difícil y exasperante.
Ha ganado una autora coreana por primera vez el Nobel, Han Kang. ¿Hacia dónde va Satori? ¿Hay planes de incorporar otras literaturas de la región, como la coreana o la china?
Japón es todo un universo. Alfonso y yo respondemos a esa pregunta, que necesitaríamos vivir diez veces para editar de Japón todo lo que quisiéramos. No hay plan de ampliar a las literaturas de China o Corea, básicamente porque no nos damos abasto. Nuestro interés es Japón. Crear una Satori para China, no podríamos, aunque sí que me parece interesante su literatura, sobre todo la clásica, porque Japón bebe mucho de ella. Ojalá salga alguna editorial que se anime a dar cabida a la literatura de China y Corea. Hay ahí un espacio muy interesante y se están publicando cosas. Adriana Hidalgo ya está publicando a autores contemporáneos chinos. Ojalá se animen otros editores con toda esa inmensidad de las literaturas china y coreana.
AQ