El pianista de origen polaco Jósef Olechowski y la soprano mexicana Eugenia Garza interpretan canciones de Giacomo Puccini en La Casa de las Humanidades, recinto cultural de la UNAM ubicado en Coyoacán. El público no solo escucha los sonidos del teclado y la voz humana sino además trinos de pájaros de un pequeño jardín cercano y truenos que anuncian lluvia.
Olechowski llegó a México como turista hace 40 años y se quedó a vivir aquí porque en su país las cosas se complicaron políticamente. Estudió piano en Polonia y composición en la Universidad Veracruzana. Ha grabado varios discos con música de Ernesto Elorduy, Manuel M. Ponce y otros autores mexicanos, además de hacer arreglos de canciones populares como es el caso de María Grever. En Cracovia fue testigo de la sencillez del entonces arzobispo Karol Wojtyła y años después, por azahares del destino, se involucró en la creación del Coro de Niños del Valle de Chalco que le cantó al Papa Juan Pablo II.
—¿A qué edad empezó a tocar el piano?
Desde los cuatro años, gracias a que en mi casa había uno. A mi papá le gustaba mucho la música clásica, pero le tocó una época muy difícil durante la Segunda Guerra Mundial y no pudo tener una educación musical formal. Desde muy chico, yo sacaba en el piano canciones populares que oía en la radio o en discos.
—También tiene un hermano violinista: Kazimierz.
Sí, es concertino de la Ópera de Lyon. Hemos tocado juntos en muchas ciudades de Europa y en México también. Tengo otro hermano que toca el chelo y tuvimos un trío; él ya se dedica más a cuestiones administrativas en compañías de discos, en Varsovia.
—Usted se ha interesado en grabar discos con música de compositores mexicanos como es el caso de Ernesto Elorduy. ¿Cuál es la importancia de él?
Elorduy fue una especie de mentor de grandes compositores mexicanos del romanticismo como Manuel M. Ponce, Ricardo Castro y Felipe Villanueva. Ponce lo estimaba mucho y le compuso una danza para piano. Elorduy fue el primer compositor mexicano que viajó a Europa, estudió en el Conservatorio de Frankfurt con Clara Wieck, esposa de Schumann, y en París con los últimos alumnos de Chopin. Él trajo a México ese estilo de tocar y componer. También tuvo presentaciones importantes en Europa tocando música propia.
—Usted también es compositor.
Sí, trato de incursionar cada vez más en la composición y arreglos, pero son actividades secundarias porque lo principal son los conciertos como pianista.
—En internet vi un video de su composición “Arietta” y es muy bella.
Gracias. He estudiado mucho las técnicas contemporáneas de la música, pero debido al repertorio romántico que toco me sigue llamando más el lenguaje melodioso. Eso se plasma en lo que compongo.
—En el terreno popular, usted ha hecho arreglos para canciones de María Grever.
Sí, grabamos un disco de canciones de María Grever con Carla López-Speciale, con arreglos nuevos para piano. Lo que sucede es que muchas canciones de compositores como Agustín Lara y María Grever tienen partituras que solo son una guía.
—¿Alguna vez vio a Consuelo Velázquez tocando el piano?
Solo una vez en televisión, la vi tocando “Bésame mucho” y me pareció excelente en su estilo, además de que era un prodigio como compositora.
—¿Le gusta José Alfredo Jiménez?
Por supuesto, es fabuloso. Lo que más me impresiona de él es que no tiene canciones malas, a pesar de que compuso cientos. Su calidad siempre fue constante. Él tiene muchos éxitos y canciones menos conocidas, pero todas son muy buenas.
—¿Cómo se le ocurrió adaptar la ópera para niños Brundibár, de Hans Krása?
Fui cofundador del coro de niños que se formó en Chalco para que le cantara al Papa Juan Pablo II. Hice arreglos de canciones polacas para mariachi (ríe). Luego el coro fue creciendo, se presentó en Bellas Artes e hizo giras por Europa, Sudamérica y el Caribe. Surgió el proyecto de preparar una obra para niños actuada por niños. Yo hice la traducción de Brundibár del checo al español, con arreglos para dos pianos y una batería, lo que facilitó que nos presentáramos en varios lugares.
—Yo recuerdo a Juan Pablo II recorriendo las calles de la Ciudad de México con un aura realmente impresionante.
Acepté el proyecto del coro de niños porque ya conocía de algún modo al Papa. Estudié muchos años en Cracovia y fui testigo en las calles de que él era muy sociable y humano cuando fue arzobispo de esa diócesis. Cracovia es una ciudad con muchos jóvenes que estudian ahí y ellos retacaban la catedral los domingos, a las 11 de la mañana, para escuchar sus sermones que eran muy interesantes. Luego fue muy sorpresiva la noticia de que lo habían elegido Papa, algo increíble para quienes lo conocíamos más de cerca.
—En ocasiones usted toca el piano y dirige. ¿Cómo es posible eso?
No todas las obras pueden ser tocadas en piano y dirigidas al mismo tiempo. Sería imposible hacer eso con Tchaikovsky o Brahms, pero sí con algunas composiciones de Beethoven, Haydn, Mozart o Chopin. El piano se coloca en una posición donde se escuche bien y donde sea visible para los músicos de una orquesta chica.
—¿Algún recuerdo que le venga a la mente de una presentación inolvidable?
Son muchas, pero podría mencionar cuando me presenté con la violinista Yuriko Kuronuma en Japón. Fue la primera vez que se dio un concierto allá exclusivamente con música mexicana. Con ella también he tocado en México, pero es un orgullo salir y difundir la música mexicana en un país tan importante artísticamente como lo es Japón.
—¿Qué opina de que algunas casas de ópera cancelen la participación de cantantes rusos?
Es un fenómeno que está sucediendo no solo con los intérpretes sino además con obras de autores como Shostacóvich y Tchaikovsky. No entiendo por qué deban vincularse la política y la música, ya que la música aporta elementos para el entendimiento y la comprensión humana.
—¿Cuál es su ópera favorita de Puccini?
La fanciulla del West.
—¿Y su ópera favorita de todos los tiempos?
Don Carlos, de Verdi.
—Si sólo pudiera llevarse un disco de jazz a una isla desierta, ¿cuál elegiría?
Es muy difícil elegir sólo un disco, pero tal vez sería de Miles Davis.
—Por último, y para estar a tono con el Día del maestro: ¿qué es lo más difícil de transmitir como profesor?
Di clases en el Conservatorio de Polanco hace muchísimos años y luego he tenido poca actividad como maestro. Solo ocasionalmente, cuando salgo de viaje y doy clases maestras por uno o dos días, pero nada más.
Quizás lo más complejo es explicar el espíritu de cada obra. Cada una tiene un universo propio que está sumergido dentro de una época, un estilo, ya sea clásico, romántico, impresionista, barroco, contemporáneo. Además hay un contexto no sólo musical sino del arte en general, preceptos estéticos, filosóficos y culturales.
AQ