La escritura como realidad aumentada

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Cualquiera que haya escrito algo sabe que la idea comienza como si fuera clara y distinta, pero pronto el pensamiento que la va escribiendo toma un curso propio.

Hallazgos arqueológicos en Irán, develan la escritura fonética más antigua del mundo. (François Desset, Syliviane Savatier | Sciences et Avenir)
Julio Hubard
Ciudad de México /

Hallo en el portal de National Geographic: “Descifrada la escritura fonética más antigua del mundo”, el proto-elamita, una lengua independiente del indoeuropeo y de las lenguas semíticas. Lo intrigante es que sea una escritura fonética, es decir, que representa sonidos del habla, no símbolos, ni conceptos sino sílabas, en este caso, y que se usó entre los milenios III y II A.C. No es la genialidad de nuestras escrituras modernas que hacen coincidir (sin lograrlo del todo) un sonido con un signo, que no conoció el mundo sino hasta el alfabeto griego.

Estamos acostumbrados, como si fuera natural, a un resultado milagroso en el que empatan dos funciones distintas de una lengua: el modo de la representación de sonidos y el recurso de operar pensamientos. Pongo una analogía: multiplicar 8x7 es automático porque uno ya se la sabe; quizá Virgilio o Augusto se supieran también de memoria la multiplicación de VIII x VII. Pero, ¿qué hacía un romano para multiplicar CXLVI por CCVII? Sacaba un ábaco: tres bolitas, ninguna, dos, dos, dos, y escribía: XXXCCXXII con una línea continua sobre las tres primeras X. En cambio, no es gran reto obtener el resultado de 146 x 207 utilizando solamente los propios números arábigos, lápiz y papel: 30,222. Es decir: la representación escrita es la misma de la operación. El trazo sirve para la mecánica de pensar y resolver.

Los números arábigos tardaron mucho en llegar a las culturas europeas. La Margarita Philosophica, uno de los primeros libros en proponer el uso de números arábigos en vez de romanos, se publicó hasta 1503. En Archive.org puede consultarse un facsímil electrónico, y en la página 161 (aunque el libro no tiene numeración de páginas, cosa común hasta el siglo XVII, cuando los números arábigos ya fueron parte de la escritura común) aparece el famoso grabado que confronta a Pitágoras y su ábaco, con Boecio y sus números.

Incisione Typus arithmeticae tratta da Margarita Philosophica (1503)

Wikimedia Commons

El asunto sonoro de un lenguaje es el primero: se puede hablar perfectamente con un niño, un analfabeta, un ciego, se puede hablar por teléfono. El recurso de la escritura, cosa visual, es una técnica aprendida y siempre a la zaga de la sonoridad. Todas las lenguas tienen sus zonas oscuras entre lo oral y lo escrito porque el rango sonoro es mucho más complejo que los signos que buscan representarlo… y los entuertos que de ahí salen pueden atisbarse en una pequeña obra maestra: Walter J. Ong, Oralidad y escritura (FCE México).

Algo semejante a la operación aritmética sucede con la escritura y lectura de las palabras: los sistemas de escritura fonéticos, en que coinciden un fonema con un signo, tienen la misma ventaja de los números: la representación gráfica es de suyo la mecánica de pensar. Con otros sistemas, los jeroglíficos, pictográficos… hay que hacer operaciones de modo distinto, en otro medio que sus representaciones. Para nosotros, a diferencia de un egipcio antiguo o de un maya, la escritura es un modo de pensar. Igual que con los números: es raro hallar alguien que pueda realizar mentalmente, con velocidad, operaciones en las centenas o mayores. Pero es aún más raro hallar quien no pueda sacar su lápiz y mecanizar la respuesta en muy poco tiempo. No sabrá cuánto da la operación, pero sabe cómo llegar a la respuesta. Unamuno escribió un ensayito: “Pensar con la pluma”. Cualquiera que haya escrito algo más extenso a una cuartilla sabe que la idea comienza como si fuera clara y distinta, pero pronto el pensamiento que la va escribiendo toma un curso propio. Una unión de cosas que parecían contiguas, de pronto empieza a beber tinta, o teclazos y termina persiguiendo fantasmas… Unamuno recuerda a Plotino: no escribía lo que había pensado sino que escribía para pensar. O para espolear la imaginación; por ejemplo, la genial novelita de Lawrence Sterne, Tristram Shandy. Y recuerdo El agua grande, de Hugo Hiriart. Novelas que comienzan por su pura escritura y se convierten en maravillas literarias. ¿Sería imaginable que un antiguo egipcio decidiera ponerse a escribir para ver qué se le iba ocurriendo?

El caso es que este desciframiento me provoca otra analogía: los retratos que se regeneran electrónicamente; por ejemplo: Breathtaking Historical Portraits Brought To Life Using AI Stuff, en YouTube. Notable que las imágenes más impactantes son las que se generan de pinturas y dibujos, de suyo imaginarios, no tanto las que vienen de fotografías. Igual, la invención sonora del elamita es una forma de realidad aumentada.

AQ

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