Con sus mil y una noches de relatos, Scheherezade no sólo salvó su propia vida, sino que sanó paulatinamente al rey de su desazón y odio al mundo y resguardó la integridad del reino. Así, los actos de la narración y la lectura compartida, además de curar al individuo, pueden mejorar la calidad y salud del diálogo social.
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En varios de sus libros, el filósofo y rabino francés Marc-Alain Ouaknin (de él se consiguen en español Biblioterapia y Elogio de la caricia) realiza una aproximación múltiple y audaz al acto de la lectura, que mezcla fuentes tradicionales y modernas y que rebosa imaginación analógica y erudición filológica. Para Ouaknin, la lectura no sólo tiene la facultad de aminorar los dolores cotidianos y evitar el desplome del individuo ante la calamidad, sino de depurar las palabras de la tribu. La lectura es una experimentación crítica sobre el lenguaje que ayuda a liberarlo del encierro y de las trampas de lo establecido. Porque, a menudo, el lenguaje convencional abastece signos aletargados, degradados por el prejuicio, la labia y la coacción política. Por eso, repetir el lenguaje de forma pasiva implica desperdiciar el potencial humano para hacer visible el futuro. Leer es una forma de “destete”, de maduración y autonomía del ser humano y, para ilustrarlo, Ouaknin menciona la ceremonia iniciática en que, a determinada edad, se corta el pelo al niño y, al mismo tiempo, se le dan pasteles de miel con la forma de letras del alfabeto. “Dulce ingreso al mundo de los libros…”.
Para Ouaknin, la modalidad de discusión del libro en la tradición talmúdica (una tradición tan apegada al libro como fiel a su libre escrutinio y examen), es decir, la diversidad de interpretaciones, la persecución incesante de un significado en fuga y el celo para debatir los mínimos detalles, constituye un paradigma de lectura crítica. La discusión es lo contrario de la pontificación; pues, por más acalorada que sea, implica escuchar al otro, no imponer una palabra definitiva, ni suplantar la voz del interlocutor. El cuestionamiento es fecundo, pues la lectura crítica permite al lector apropiarse del lenguaje y hacer auténticamente suya esa herramienta social. La lectura se vuelve entonces una forma de autocreación, reinvención e innovación. Al apropiarse de la energía semántica de las palabras es posible renovar el lenguaje, propiciar el diálogo y abrirlo al porvenir. La lectura crítica dinamiza el intercambio entre el libro y los lectores, mantiene una pregunta permanente sobre el mundo y vigoriza los significados sociales evitando su atrofia o manipulación. De hecho, la misión de la lectura consiste en mantener siempre vigente la pregunta. Ante los dogmas reciclados y las extendidas tentaciones de imponer un pensamiento único, qué oportuno este elogio de la lectura y este llamado a equilibrar el peso abrumador del lenguaje heredado y la opinión inducida con la asimilación individual de la palabra y el despliegue del propio albedrío.
AQ