Antes de iniciar esta guía de forasteros hacia lugares donde se cruzan la literatura, las artes, la ciencia y la tecnología, entre los senderos del pensamiento filosófico y la historia, quisiera hacer notar al lector que la serie “Mis días con los Nobel”, publicada en este mismo suplemento, concluyó el mes pasado.
Nuestro nuevo periplo comienza en uno de los sitios más concurridos del mundo, el Museo del Louvre en París, donde, empero, hay rincones en los que pocos visitantes se detienen. En una de esas salas podemos encontrar una escultura peculiar, sorprendente, no solo porque representa desnuda a la discípula preferida de Jesucristo, sino por la fecha en que fue esculpida, 1520.
De acuerdo a una leyenda, al final de su vida María de Magdala (poblado a orillas del mar de Galilea), o Magdalena, emigró a Francia, donde emprendió una vida eremítica en la cueva de Sainte–Baume, a 40 kilómetros de Aix-en-Provence. Ahí pasó el resto de sus días sin cubrirse, excepto, ocasionalmente, por sus largos cabellos. De esa manera podemos apreciarla en la pieza que permanece en este museo, trabajada en madera de tilo policromada por el alemán Gregor Erhart.
El autor consiguió interpretar de manera magistral la imagen de María Magdalena mientras es conducida al cielo por los ángeles. Lejos de crear una figura delgada, irreal, propia de la convención gótica, prefirió labrar curvas femeninas frondosas, apenas ocultas por la melena ondulante de su cabello dorado que corre sobre los hombros y se extiende por su espalda.
Asimismo, los huecos apenas insinuados de los músculos tensos y los surcos en las partes carnosas muestran una genuina sensibilidad del autor, pues lo hizo para que fuera admirada por todos lados. La belleza del rostro, con sus rasgos firmes y regulares, son el resultado de una talla de la madera muy sutil, acentuada por la armoniosa policromía, de matices pálidos y muy refinada, siguiendo la tradición gótica. Se conoce también como “la hermosa alemana”.
Esta obra se gestó al final del gótico, de manera que su estilo es propio de la Edad Media, y no obstante ya acusa el manejo de figuras humanas y colores de los albores del Renacimiento alemán. Cabe recalcar que no eran nada frecuentes en la Baja Edad Media las tallas de tamaño natural, y menos de un cuerpo sin ropas. Se sabe que, originalmente, esta pieza se hallaba suspendida en el aire, sostenida por ángeles sonrientes. Encerrada en una estructura metálica, flotaba en la bóveda de una iglesia, tal vez la que se dedicó a la santa en el convento dominico de Augsburgo. No es difícil imaginar el efecto en los fieles.
La personalidad misteriosa de María Magdalena nos lleva al pequeño pueblo escocés de Rosslyn, localizado en las suaves colinas de Midlothian, a unos 45 minutos en autobús desde el centro de Edimburgo. En la capilla local parece haber pruebas de otra versión más atrevida del viaje de la santa: Tras la crucifixión, huyó de Palestina y llegó a Francia, pero no para encerrarse desnuda en una cueva a orar. Supuestamente llevaba consigo al hijo que tuvo de Jesús, quien inició la dinastía Merovingia. Uno de sus descendientes, sir William St Clair, emprendió la construcción del templo de Rosslyn en 1446 y se halla enterrado aquí.
Semejante leyenda sobre la relación de María Magdalena y Jesús apareció en el ensayo “El Enigma Sagrado de Baigent, Leigh y Lincoln”, fuente de inspiración de Dan Brown para su novela de 2003, El código da Vinci, la cual fue llevada tres años después al cine por Ron Howard. Por casualidad, Brown detona la trama cuando sus dos personajes principales investigan un asesinato en el Louvre y terminan en esta capilla.
Pero ya antes, en 1951, el escritor griego Níkos Kazantzákis había publicado La última tentación de Cristo, donde también muestra a Jesús en matrimonio con María Magdalena. Al cabo de treinta y siete años Martin Scorsese plasmó su versión en celuloide. Muchos otros han expoliado el asunto desde entonces.
Rosslyn no es un museo, sino un lugar activo de culto católico, apostólico, mas no romano, sino liberal. Es la costumbre luego de la misa reunirse a tomar té y comer galletas que la gente del pueblo ofrece cada domingo. Le pregunto a la ministra que ofició el servicio religioso su impresión de este fenómeno “posthippie”.
“Cuando hablamos de historia antigua solemos tener muchas confusiones si no estudiamos con cuidado los hechos y documentos históricos”, afirma, “para empezar, María Magdalena es una de las mujeres más desconocidas e incomprendida de la Biblia. Por un lado, la pintan como una santa, aquella que experimentó una conversión mística al conocer a Jesús y la primera persona a la que Él se apareció luego de su resurrección. Por otro lado, la exhiben como una prostituta arrepentida que luego terminó siendo la amante, quizás la esposa de Jesús. Pienso que es nuestra óptica contemporánea la que quiere ver cosas donde no las hay”.
Según ella, pone de relieve la rivalidad histórica entre los evangelios canónicos y textos apócrifos; nos recuerda la lucha entre los seguidores del apóstol Pedro y otros gnósticos del cristianismo temprano, quienes no se ponían acuerdo sobre si Cristo fue célibe o no, sobre si se besaba públicamente con María con lascivia o solo porque eran compañeros de convicciones trascendentales.
Como quiera que sea, esta capilla guarda sus propias leyendas y enigmas. Vale la pena hacer notar que no fue conocida gracias a novelas enfebrecidas y películas fantásticas de consumo masivo, sino por la pluma de un ilustre escocés, Walter Scott, quien la visitó en 1798 y quedó prendado el resto de su vida.
Desde luego, por más poderosa que sea la pluma de Scott, no puede competir con productos literarios y cinematográficos, y el efecto mediático que provocan en nuestros días. Por eso, al terminar el servicio religioso y la breve reunión de los feligreses, “los turistas del código” y otros curiosos deben esperar una hora antes de poder ingresar y admirar la iglesia, sin interrumpir la ceremonia religiosa.
Entre los enigmas que guarda este recinto destaca el de las mazorcas de maíz labradas en algunas columnas. ¿Cómo es posible, si la capilla comenzó a construirse casi cinco décadas antes del primer viaje de Colón? Confirma que las narraciones del monje irlandés, san Brandán, y las de algunos avezados caballeros escoceses, en las que aseguran haber cruzado el océano Atlántico, no están alejadas de la realidad.
Prácticamente cada centímetro de la piedra que conforma este sitio fue labrada representando toda clase de organismos vegetales, animales, seres fantásticos. Observamos, por ejemplo, plantas como la sábila, helechos (que simbolizan la sinceridad), col rizada, hojas de roble (que evocan el honor). En el techo distinguimos figuras de margaritas, lirios y rosas, estas dos últimas asociadas a la Virgen María. En algún muro es posible contemplar la máscara mortuoria de Robert Bruce, héroe nacional.
Aquí y allá aparece la figura del hombre verde, personaje popular desde tiempos romanos, cuyo rostro socarrón lleno de follaje nos recuerda que la naturaleza a veces es bondadosa, a veces inmisericorde, y siempre encuentra la manera de abrirse paso.
AQ