Luis Humberto Crosthwaite: “Las historias aparecen delante de mí como los Pokémon”

Entrevista

"El reto es atraparlas", dice el escritor tijuanense a propósito de la publicación de su nuevo libro de cuentos, 'El último show del Elegante Joan'.

Luis Humberto Crosthwaite, escritor tijuanense (Foto: Ángel Soto)
Ángel Soto
Ciudad de México /

Luis Humberto Crosthwaite concede que ha llegado tarde a la metaficción, ese artilugio narrativo que desvanece los bordes de la historia contada para permitir que personajes y lectores compartan, de vez en cuando, la placentera sensación de haber desterrado al autor.

Dicho esto, hay que admitir que El último show del Elegante Joan (Random House, 2024), el nuevo libro de relatos del escritor tijuanense, es una materialización formidable de las posibilidades que ofrece la caída de la cuarta pared.

Las intenciones endiabladas de Crosthwaite son palpables desde la página uno. Ya desde entonces se advierte que el escritor ha perdido potestad sobre la página (o eso nos hace creer). Una carta abierta —proferida a manera de protesta por los malos tratos recibidos— establece el tono burlesco que, página tras página, recorrerá el espectro completo de la comicidad: de la esbozada sonrisa cómplice a la carcajada incontenible.

Entre los abajofirmantes de esa carta hay “poetas, jóvenes escritores, novias enamoradas, compositores de corridos, hombres despechados, amantes venidos a menos” y otras tantas criaturas distintivas del universo crosthwaiteano.

En esta charla, Luis Humberto Crosthwaite habla del rigor que se autoimpone para escribir relatos, del humor que permea sus cuentos y del modo en que las historias toman cuerpo frente a él.


Este libro incluye varios cuentos que juegan en el terreno de la metaficción. En un relato, incluso, aparece un personaje llamado Luis Humberto Crosthwaite.

Aunque he venido utilizando ese recurso desde hace tiempo, llegué tarde a la metaficción. Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino (1979), es para mí el gran libro de metaficción. Sin embargo, hace unos 14 años publiqué la novela Tijuana: crimen y olvido, en donde aparece Luis Humberto Crosthwaite como personaje. Me incluyo en los relatos a la manera de Hitchcock, que también se introducía en sus películas. También juego con la idea religiosa de imaginar lo que significaría para los personajes adquirir conciencia. Es antitradicional, porque lo que típicamente busca el autor es que el lector se quede clavado en la historia sin salir de ella. A mí me interesa convencerlo de que el exterior existe, pero que no se olvide de que es una historia

El humor es característico en tu literatura. Quiero, a propósito de ello, explorar tu idea de la solemnidad, un rasgo frecuente de la literatura mexicana.

Sí, nos pesa mucho la solemnidad. Son muy pocos los escritores que abordan el humor. Tenemos a Ibargüengoitia o al gran Pancho Hinojosa y a algunos otros. Yo me tomo muy en serio la escritura. Lo que pasa es que soy muy susceptible al aburrimiento y por eso siempre trato de abordar mis temas desde una perspectiva distinta. Pero cuando uno escribe con un tono más ligero, algunos lectores se sorprenden. De cualquier modo, el adjetivo “raro” nunca ha estado lejos de lo que hago. Mi novela Idos de la mente, por ejemplo, es humorística y rara.

Portada de 'El último show del Elegante', de Joan Luis Humberto Crosthwaite. (Literatura Random House)

¿Pules el humor escrupulosamente o se manifiesta de manera natural?

Es algo que acompaña mi estilo. Esto lo puedes ver desde mi primer libro, publicado en 1988. Yo no me preocupo tanto en pulir el humor como lo haría un standupero. No es un objetivo, sino una parte de mi expresión. Sufrí mucho escribiendo Tijuana: crimen y olvido y ya no quiero eso. Quiero divertirme. Mi aproximación a la escritura, en cambio, sí es muy seria. Creo en los maestros: en Poe, en Chéjov, en Arreola, en Rulfo. Aunque no son humoristas, me han heredado un conocimiento fundamental.

A propósito de maestros, tú diriges un taller de cuento. Eres, también, un mentor. Con esa experiencia, ¿has desarrollado alguna teoría acerca del cuento?

No, para nada. No soy un teórico del cuento, pero sí soy muy riguroso en mis talleres, porque están dirigidos a escritores que se toman en serio la escritura y para quienes no se trata de un pasatiempo. No todo cabe en un cuento, pero tampoco hay espacios vacíos. Todo está acomodado en su lugar y no es posible retirar nada sin que se caiga el ecosistema.

A estas alturas de tu trayectoria, ¿la escritura de cuentos te sigue representando un desafío?

Definitivamente. Yo me imagino que sólo Etgar Keret no sufre al escribir sus cuentos. Para mí no es así. El primer borrador siempre es una cosa horrible. Liliana Heker, la gran cuentista argentina, lo llama “ese mal necesario”. Es un bloque de mármol de donde Miguel Ángel ha sacado a su Moisés. Después viene la delicia: cincelar hasta hacer aparecer el cuento.

Julio Cortázar se quejaba de la gente que se acercaba a él para contarle ideas con potencial de convertirse en cuentos. En tu caso, ¿persigues las historias o ellas te persiguen a ti?

A través de los años he desarrollado unas antenas parabólicas. Yo nunca sé en qué momento puede brotar algo que podría convertirse en cuento. No persigo las historias porque sé que aparecen delante de mí como los Pokémon. El reto es atraparlas.

ÁSS

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.