En Moneda 4, Centro Histórico de la Ciudad de México, la poderosa voz de María Luisa Tamez inunda el patio central del Antiguo Palacio del Arzobispado, se cuela al primer piso de la casona colonial donde se exponen obras de arte que pertenecen a la Secretaría de Hacienda y también se filtra por el sótano donde están las escalinatas del templo de Tezcatlipoca.
Acompañada del excelente pianista Alejandro Barrañón, la mezzosoprano canta sin micrófono temas de Heitor Villa-Lobos, Carlos Vidaurri, Ernani Braga y Carlos Guastavino, en un programa denominado “Paisaje lírico latinoamericano. Canciones de Brasil, México y Argentina”.
La voz de Tamez apaga el sonido de los organilleros que se ganan la vida en esa hermosa calle peatonal y los gritos de vendedores ambulantes que ofrecen mercancías en un domingo de marzo de 2024.
El pasado prehispánico, la época colonial y el México del siglo XXI atestiguan que María Luisa Tamez conserva sus atributos vocales, sin importar que haya debutado en plan estelar hace ya cuatro décadas en el Palacio de Bellas, nada menos que en el papel de Cio-Cio San, de Madama Butterfly, bajo la dirección orquestal del inolvidable Eduardo Mata.
De padre tenor y madre soprano, María Luisa Tamez estudió canto en la Escuela Superior de Música del INBA y en el Instituto Cardenal Miranda. Tomó clases magistrales con Franco Corelli, Renata Tebaldi y Birgit Nilsson. Ha cantado acompañada por la Orquesta Real Filarmónica de Londres, Filarmónica de París, Sinfónica de Berlín y Filarmónica de Los Ángeles, entre muchas otras importantes agrupaciones de México y el extranjero.
El próximo 20 de abril, a las 13 horas, en el Museo Nacional de Antropología, interpretará canciones napolitanas en una función titulada “¡Yo soy el amor! ¡Cupido le dice a Tosti!”. El 27 de abril repetirá ese programa con los temas de Paolo Tosti en la Casa Universitaria del Libro de la UNAM (Casul), en la colonia Roma, a las 17 horas.
Mientras llegan esas oportunidades para escucharla en vivo, aquí un ping-pong con Laberinto.
¿Qué es la voz?
El único instrumento musical creado por Dios y no por el ser humano.
¿Qué es el canto?
Una oración.
¿Qué le viene a la mente de su debut estelar en Bellas Artes?
Pienso en Irma González, quien profetizó que el papel de Cio-Cio San (Madama Butterfly) marcaría mi carrera. Y así fue.
¿Cuál es la clave para estar a la altura de ese personaje?
Entregarte totalmente, desnudarte en el escenario. Puccini revolucionó la ópera porque en sus composiciones no solo hay grandes momentos musicales, el drama es igual de importante. Para mí era una especie de psicoterapia cada función. A pesar de que yo era muy joven, ya había sido mamá y debía trabajar para salir adelante. Aunque hice más funciones de La Traviata, Butterfly fue más importante en mi carrera. Incluso, en diciembre de 2022 tuve el privilegio de ser directora de escena de esa ópera, con la Orquesta Sinfónica del Instituto Politécnico Nacional y un gran elenco.
¿Qué opina de que la actual producción de Carmen, en el Met de Nueva York, ubica esa historia en un ambiente de rodeo y no en una plaza de toros sevillana?
En las casas de ópera hay nuevas propuestas muy interesantes, muy bien dirigidas y en ocasiones con mucho presupuesto, pero desde mi punto de vista no puedes tocar la esencia de las obras.
¿Qué se siente haber hecho grandes papeles como soprano y mezzosoprano?
Ha sido un privilegio insospechado y no dejo de sorprenderme. Naces con ciertos dones, pero luego viene el estudio profundo de la técnica vocal y el perfeccionamiento del histrionismo. La ópera no solo es música, también es teatro.
En pocas palabras, ¿qué aprendió con Franco Corelli?
La emisión clara de la voz y la perfecta dicción.
¿Y con Renata Tebaldi?
El squillo unido a la dulzura.
¿Y con Birgit Nilsson?
La dirección exacta del sonido.
Eduardo Mata en dos palabras.
La excelencia.
Enrique Diemecke en tres.
Excelencia y emoción.
Su compositor de ópera favorito.
Puccini.
Dos arias de él que escuche con frecuencia.
“Un bel dì vedremo”, “Nessun dorma”.
Y algo de Wagner.
“Inmolación de Brunilda”.
Tres grandes cantantes de ópera a las que haya escuchado en vivo.
Irma González, Birgit Nilsson, Joan Sutherland.
Y un cantante.
Giuseppe Di Stefano.
¿Cómo cuida su voz?
Quienes nos dedicamos profesionalmente al canto, somos una especie de atletas de alto rendimiento que debemos ser muy disciplinados. El desgaste físico y emocional que tenemos en una función es muy grande, así que necesitamos comer sanamente y dormir muy bien, además de muchísimas horas de vocalización.
Un gusto musical culposo.
Me encanta bailar salsa y danzón. También bailo rock and roll y tango. En realidad, bailo de todo (ríe).
¿Pedro Vargas o Pedro Infante?
Pedro Infante.
¿Consuelo Velázquez o María Grever?
María Grever.
Una pieza religiosa.
Stabat Mater, de Pergolesi.
Un compositor para escuchar durante sus últimos minutos de vida.
Mahler.
Su epitafio.
“Aquí yace una mujer y cantante extrema”.
AQ