Mauricio García Lozano: “El teatro es el espacio donde se ve realmente al prójimo”

Entrevista

El director y actor mexicano coprotagoniza Tebas Land, en la que un escritor, que es él, va a encontrarse con un preso por parricidio en el penal de Santa Martha para escribir una obra dramática.

Manuel Cruz Vivas y Mauricio García Lozano. (Cortesía)
Ciudad de México /

Después de casi dos años de confinamiento por la pandemia de covid-19, el director y actor Mauricio García Lozano vuelve a encerrarse, pero ahora como un dramaturgo que busca en un parricida en prisión un viaje escénico, porque, para él, el teatro “es el espacio donde uno ve realmente al prójimo”.

Con más de 60 puestas en escena de ópera y teatro en sus hombros, García Lozano ahora decide traer a México la exitosa obra del franco-uruguayo Sergio Blanco, Tebas Land (2013), traspasada por clásicos como Edipo Rey, de Sófocles, Los hermanos Karamazov, de Fiodor Dostoievski, y aun novelas modernas de no ficción como A sangre fría, de Truman Capote, o el psicoanálisis de Sigmund Freud.

Dirigida y protagonizada por él en el papel del dramaturgo que busca llevar a escena la historia de Martín, un parricida interpretado por Manuel Cruz Vivas, García Lozano conversa sobre Tebas Land, que tendrá una corta temporada de siete semanas en el Foro Shakespeare, del 12 de mayo al 26 de junio.

“En Tebas Land, un escritor, que soy yo, va a encontrarse con un preso por parricidio en el penal de Santa Martha. La idea es que quiere escribir una obra de teatro. Y de ahí va a sacar el material para construir la pieza. Es una obra que trata de un encuentro humano entre una figura de autoridad y una que está en desventaja, una relación paterno filial en la que se revelan los motivos, la fragilidad, la excepcionalidad como persona y disfuncionalidad del preso”, comenta el director y actor, quien curiosamente viene de hacer a Claudio, tío y padrastro de Hamlet, en la adaptación de Angélica Rogel.

El objetivo de la obra de Blanco —considera el maestro del Centro Universitario de Teatro— es llevar al público a reflexionar sobre cómo es la situación de los presos en México y su reinserción social, y la violencia en el país, además de que el tema es la creación teatral y la situación del teatro en el país.

“En Tebas Land todo está siendo hecho para llevar a cabo un espectáculo que el público está viendo crearse en ese momento”, señala García Lozano en la entrevista, acompañado por Manuel Cruz Vivas.

“Es como cajitas chinas, en varias dimensiones de la realidad: tenemos este viaje en el cual estamos haciendo una obra de teatro, mientras al mismo tiempo se está ensayando frente al público y se están generando escenas que ya ocurrieron, porque el autor —que soy yo—, está entrevistando al preso”, dice.

—Hay quizás una realidad más, pues no se puede dar por hecho que la versión que cuenta el preso al dramaturgo es la real, creo que ahí hay un juego más extremo sobre la ficción.

Ciento por ciento. Como todo en el teatro está sujeto al dicho, pero lo bonito es que cuando en el teatro dices algo, se vuelve real. Todo eso que ocurre y es cierto hasta que es desmentido. Pero, por lo pronto, lo muy vibrante de este viaje de ficciones interconectadas o de metateatralidades es su dinamismo: lo que crees que es cierto deja de serlo al segundo siguiente, y traemos al espectador de un hilo, todo lo que cree que ya entendió al siguiente segundo es desmentido para proponerle otra dimensión de realidad, y esta es la brillantez del texto de Blanco y la pasión de nosotros por hacerlo.

De hecho, para García Lozano el dispositivo escénico en el Foro Shakespeare propone una cercanía total con el público, que es protegido del parricida al quedar éste todo el tiempo dentro de una jaula.

“Tú te vas a encontrar con un viaje escenográfico real, donde el preso está en una jaula y no sale nunca, porque la necesitamos para proteger al público de un preso real en escena. Yo entro y salgo, lo cual abre mucho el diálogo o la dialéctica entre encierro y libertad”, explica el director de escena.

—¿Cómo se aleja de la realidad y de la ficción en esta obra donde no solo es director y actor, sino que, además, su papel es el de un dramaturgo que intenta escribir una obra? ¿Cómo concilia eso?

Es muy dinámico y es muy exigente, para empezar la doble cuestión de actuar y dirigir. Porque uno en el teatro o el teatro mismo es el espacio donde uno ve al prójimo. Y el director normalmente ve a sus actores, está uno ahí en el ensayo, como un punto de vista, y el otro está encima del escenario como actor. Y en este caso de no poder distanciarme para ver, me implica un punto de vista más próximo a la experiencia porque estoy metido ahí. Y, al mismo tiempo, es muy consecuente con la provocación de ser yo, porque justamente Blanco lo que trata en esta obra, pero también como una de sus obsesiones, es el viaje autoficcional, cómo a partir de insertarse en los viajes ficticios se reinventa a sí mismo. Me está ocurriendo lo mismo, estoy viviendo un viaje autoficcional mientras estoy ensayando Tebas Land y no puedo evitarlo. Es súper intenso y súper apasionante, pero también tiene su parte de súper desafío.

Para su coprotagonista, Manuel Cruz Vivas, el texto de Blanco es muy brillante y complejo, pero muy seductor, que ha implicado un viaje de construcción de su personaje con una delgada línea entre lo ficcional y lo real, que va más allá de la metateatralidad y pasa por lo social, al obligar al espectador a la reflexión sobre los conflictos del preso con el padre, las diferencias sociales y económicos que lo llevan también a la cárcel, la violencia que sufre como hijo y que derivan en el crimen de parricidio.

Sobre si se siente con ventaja sobre Cruz Vivas al interpretar a un escritor que puede ser él mismo, García Lozano reconoce que aquel debe “chambear el doble” porque tiene que construir un personaje.

“Y yo salgo de yo. Pero, al mismo tiempo, lo que es padrísimo del teatro es que cuando uno entra en contacto con el prójimo en escena —y aquí estamos en un gran momento de alta pureza teatral porque solo somos dos en escena—, uno construye al otro. Es decir, la mirada de uno hace que el otro exista. Y esto es uno de los prodigios y de las cualidades más conmovedoras del teatro”, explica emocionado.

“Yo veo a Manuel y él se puede convertir en parricida. Y porque Manuel me ve a mí, su personaje Martín me puede convertir en el escritor al que quiere contar su historia. Y esa empatía, esa dialéctica, es dinámica porque está ocurriendo mientras estamos vivos y haciendo la obra de teatro ante la mirada de los espectadores, eso hace que la experiencia teatral sea única. No es ventaja lo que siento, sino profundo agradecimiento”, explica el director.


—¿Por qué Martín tiene el perfil físico que ya es cliché en México para representar a un reo, moreno y pobre, si, de hecho, muchos parricidas en el país han sido de clase socioeconómica alta?

Yo no lo llamaría de ninguna manera cliché. Es la estructura de la dramaturgia, que nos regala una serie de elementos para colocar al personaje de Martín en una absoluta desventaja social, en un absoluto contraste con el personaje del escritor. El teatro, y el arte en general, es el espacio de los contrastes, donde los opuestos entran en conflicto. En este caso, tal y como está planteado por Sergio Blanco no es una cuestión de arquetipos, sino de extracción social. Es importante visibilizar uno de los temas cruciales en la obra, que tiene que ver con la desventaja —aquí sí— educativa del personaje y hasta qué punto esa desventaja provoca un espacio de injusticia para el preso. Es muy importante sentir que el preso no ha tenido acceso a la educación que tiene el escritor y que esa desventaja, que es social, también provoca su estado tanto a nivel de identidad como de consecuencias.

“Lo que le pasó también depende de eso. Una de las discusiones más profundas de la obra tiene que ver con las limitaciones que siente Martín en relación con su capacidad de expresarse, con su nivel de lenguaje, a que nadie le entiende, a que no se explica las cosas. Esto nos coloca muy lejos de la posibilidad de haber roto el cliché —como tú le llamas— y de haber traído un parricida de San Pedro Garza García. Es muy diferente. Está pidiendo el autor un perfil muy concreto y, por desgracia, me temo que si te vas al reclusorio, te vas a encontrar con un perfil que no es un cliché, sino una realidad”.

Al respecto, Manuel Cruz Vivas confiesa que también se hizo esa pregunta al principio, pero la fue respondiendo de manera semejante a como planteó García Lozano, su maestro de actuación.

“Sí creo que, como tú dices, las personas morenas tenemos una desventaja nomás por la cuestión del color de piel. Pero, como dice Mauricio, el texto plantea los elementos suficientes para entender que el personaje, el parricida, es una persona en desventaja, que sufre por el hecho de que hay personas más poderosas que él y que él no tiene la posibilidad de adquirir esos privilegios, de defenderse dignamente para llevar su caso, de obtener el conocimiento suficiente, no lo ha podido hacer. Hay un montón de elementos que justifican que la decisión para representarlo sea esa”, explica el coprotagonista.

—¿Qué buscan el dramaturgo dentro de Tebas Land con llevar a escena la historia del parricida y éste con darle entrevistas al escritor?

En la obra, el preso está buscando una figura paterna con la cual dialogar. Y el cuate que yo hago está buscando ser famoso. No, en realidad tiene una ambición artística concreta, donde hay un proceso velado de explotación en el que está ocupando la experiencia del preso para sus propios fines. Ahora, en el viaje también encuentra una figura filial, una relación compleja, difícil de entender para él en la que sabe que está utilizando al otro pero que se está relacionando a nivel paternal. Y, como en todos los viajes complejos, hay una tensión sexual que se da en estas relaciones tan íntimas y tan estrechas.

En cambio, para Cruz Vivas, su personaje Martín busca contar su historia para entenderse, para entender lo que es y lo que hizo. “No lo digo yo, esta respuesta me la dio Ismael, una persona que nos estuvo asesorando y que estuvo preso en Santa Martha por homicidio. De hecho, también nos dijo que ya estaba cansado de contar su historia, que ahora tenía ganas de solo verla, de ser solo un espectador”.

AQ

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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