Para entender la realidad de Medio Oriente

Reseña

Coordinado por Carlos Martínez Assad, el libro ‘La caída del Imperio Otomano y la creación del Medio Oriente’ aborda los problemas que aquejan una región que es cuna de las tres grandes religiones: judaísmo, cristianismo e islamismo.

Manifestantes pro Palestina en una manifestación en Ottawa. (Foto: Spencer Colby | The Canadian Press via AP)
Abdiel Sánchez Revilla
Ciudad de México /

En los últimos días la región de Medio Oriente ha tomado una relevancia cada vez más grande, pues conforme el conflicto entre Israel y Palestina se torna más violento, las explicaciones sobre este se vuelven imperantes. Quizás, una de las preguntas más importantes sea: ¿cómo es que esta región obtuvo su forma y sus características —culturales— actuales? Si le hacemos caso a los medios de comunicación pareciera que la violencia se presenta como una característica endémica regional y, en este punto, las explicaciones esencialistas de muchas voces no dejan de mancillar la imagen que se tiene de esa región y de la religión más exógena para México: el islam.

Sin embargo, es en ese punto donde hace su aparición un libro como La caída del Imperio Otomano y la creación del Medio Oriente (Bonilla Editores, 2023) coordinado por Carlos Martínez Assad. En primer lugar porque es un esfuerzo de investigadores mexicanos que emprenden la tarea de repensar cómo el final del Imperio Otomano permitió una nueva relación con el tiempo: es decir, la emergencia de la modernidad y sus consecuencias para la formación de esa región. Así, en líneas generales, el libro ofrece una perspectiva renovada que resalta dos cosas: 1) la modernidad no siempre es algo positivo. 2) la modernidad es un impulso local y no “llegó de Europa”. En este sentido, el libro supo muy bien correr el riesgo de los estudios sobre Medio Oriente en México y lo sorteó de manera ingeniosa: esta región no es representada como un ente pasivo ante el cual Europa pudo hacer lo que le diera la gana, sino que posee agencia propia. Así, en cada uno de los diez capítulos se puede ver cómo la dinámica cultural se debe a una política ambivalente, nunca unidireccional, aunque es cierto que Europa estuvo en una posición más ventajosa desde finales del siglo XIX y, sobre todo, en las primeras décadas del siglo XX. Un tema central del libro es la Primera Guerra Mundial y, en ese sentido, el libro hace un recuento muy importante de sus consecuencias geopolíticas para la región. De esta manera, el conflicto es representado en el libro como un espacio histórico de negociación cultural que marca la caída del Imperio otomano y representa una de las principales causas que explican cómo esta región adquirió su aspecto actual.

Así, el libro recorre la emergencia de la modernidad no solo como un espacio de fascinación por la novedad, sino como un espacio cultural que oprime, que aplasta y que se presenta como imperativo. Para citar a la historiadora Carol Gluck, “la modernidad no es opcional en la historia, es decir, las sociedades no pueden ‘escoger’ otro régimen de historicidad por sí mismas, porque esa es la tiranía de los tiempos modernos”. En este sentido, la modernidad no es algo que viene de Europa, sino una serie de transformaciones que se presentan como un imperativo en el mundo, al mismo tiempo. Quizás por esa razón, el Imperio Otomano implementó las reformas Tanzimat, una serie de cambios políticos que desarticularon las formas tradicionales de identificación por religión del sistema de Millet. Sin embargo, estas transformaciones parecieron conllevar a un fracaso debido a tres razones: 1) la falta de una burocracia eficiente en el imperio 2) los escasos canales de participación política de la ciudadanía y, por último, 3) la resistencia local hacia la idea de igualdad en el imperio. Pero, una de las cuestiones más importantes que el libro conlleva es: ¿de verdad fueron un fracaso? Es en este contexto donde las respuestas de los distintos autores del libro permiten ser más críticos con la forma en la que se piensa a la región: ¿cómo explicar la emergencia de movimientos políticos como el de “¿Los jóvenes turcos” de 1876, la emergencia de nacionalismos en varias provincias del imperio y las revueltas como las del Jerife Husein? ¿Si este tipo de transformaciones dieron forma a la región y a sus imaginarios, realmente se pueden considerar un fracaso?

Es cierto que, como lo menciona el libro, los europeos —y, posteriormente los estadunidenses— ejercerán una presión cada vez más grande en la región. Como prueba de ello, el descalabrado Tratado de Sevrés permitió que los ingleses se posicionarán en ventaja, pero también impulsó la violencia que se ejerció contra los armenios en el Genocidio Armenio. Las vacilaciones de Europa en la región y la incapacidad de comprender su complejidad dieron pie a la emergencia de vario hechos violentos que, me parece, el libro explica muy bien.

En este sentido, la imagen actual de Medio Oriente como una región violenta surge tanto de los intentos de control europeos como de los intentos locales de modernización. Este hecho es fundamental en un libro que conmemora los cien años de la caída del imperio otomano, pues reúne una serie de cambios, de transformaciones que explican gran parte de la realidad geopolítica regional. La llegada de los europeos hacia finales del siglo XVIII comenzó a quebrantar el orden que el Imperio Otomano había resguardado desde el siglo XVI, pero también los intentos de modernización desde dentro del mismo imperio comenzaron a orquestar profundas grietas que hicieron visible una separación identitaria entre los árabes y los otomanos. En este proceso la construcción de la ciudadanía es un elemento sine qua non, pues conllevó al surgimiento de diversas formas de nacionalismo y, en este proceso, la modernidad también aparece como la máscara de nuevas identidades turcas, árabes y judías. Todas ellas con reclamos de autoemancipación.

En consecuencia, el libro permite un conocimiento amplio de los problemas que aquejan la región, pues en la conmemoración de los cien años de la caída el Imperio Otomano cabe preguntarse: ¿qué continuidades existen? El Imperio Otomano y su legado están muy bien delineados por este libro: la región es conocida por ser la cuna de las tres grandes religiones, como lo dice el doctor Carlos Martínez Assad en la introducción. Cada religión legó un legado importante político, religioso y cultural a las comunidades de la región. Así, el Imperio Otomano fue el lugar de refugio para varios exiliados judíos y cristianos. Pues, mientras que el sistema de Millet otomano les permitía vivir dentro de los límites imperiales y ser súbditos, la Inquisición en Europa no permitía la libertad de culto. Así, otros legados del Imperio Otomano son: la formación de las identidades socioculturales que conforman la región actual y la importancia de los ejércitos en la región.

Por último, este libro es fundamental para entender la actualidad regional porque permite cuestionar los prejuicios que se han difundido en los últimos días sobre la región: por ejemplo, ¿realmente es intrínseca la violencia? El libro permite reconocer que la respuesta es: NO. Los estudios poscoloniales que engrosan los capítulos del libro permiten reconocer en el contexto histórico que la violencia es parte de los legados imperiales que se dieron como resultado a la ocupación europea y estadunidense, al despojo de recursos por parte de estas potencias y a las guerras políticas disfrazadas de enfrentamientos religiosos. Por ende, este libro es altamente recomendable para todos aquellos que busquen entender la realidad de una región tan cambiante y polarizada como Medio Oriente por dos aspectos que pocas veces se ven: 1) Se trata de un tema que pocas veces se ha tratado desde México con tanta profundidad 2) Es un estudio profundo de varios de los hechos históricos que dieron forma a la región actual.

Abdiel Sánchez Revilla

Universidad Autónoma de Querétaro y El Colegio de México-CEH (Centro de Estudios Históricos).

AQ

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