Nada en Mogador es lo que parece:
Y los dioses ahí andan sueltos
ejerciendo su apetito.
Frente a las murallas crecen,
como la espuma en las olas,
los aleteos de las aves,
sus dos mil sombras veloces
que entran suaves en las nuestras,
su canto: ese otro mar
que nos llama y nos convence.
También crecen
más tranquilos,
los sueños de gatos rojos:
y si es cierta la leyenda,
en sus sueños nos inventan,
nos dicen cómo mirarlos,
sin perturbar su delirio
ni dudar de su apetito
de convertirnos en sombras
de su ágil paso de gato:
sígueme dice un maullido,
detente dice el siguiente,
estoy soñando despierto
que me miras y te miro.
En la ciudad del deseo
los dioses son gatos rojos
en la muralla dormidos.
AQ