Svetlana Boym comienza El futuro de la nostalgia, el magnífico libro que fue su obra maestra, con una escena memorable. Una pareja mayor viaja a la Rusia de sus padres por primera vez. Más que considerar éste como un viaje de descubrimiento, lo sienten como un regreso a casa. Al percibir el río Pregolia, del que tanto había oído hablar, el hombre se arrodilla para lavarse la cara en un gesto de comunión con su origen. Pero el río ya es tóxico. La cara, encendida por el ácido, lanza un grito que hace eco del dolor que ineludiblemente acompaña cualquier búsqueda impulsada por la nostalgia.
Por tierras extrañas (UNAM, 2019), el reciente libro de Jacobo Sefamí, también evoca esa nostalgia con la que conviven diariamente los hijos y nietos de emigrados. Se trata de una añoranza profunda que coexiste con la certeza de que lo que se echa de menos no sólo ya no existe, sino que además nunca fue propio. Quizá el mayor logro de este libro conmovedor y entrañable reside en que Sefamí, descendiente de judíos sefardíes que se abrieron camino desde el medio oriente hacia México, combina este substrato de tristeza con un sentido del humor que fácilmente se vuelve hacia sí mismo. Y al igual que Volverse palestina de la escritora chilena Lina Meruane, otro elocuente texto sobre los exilios heredados, Sefamí entrelaza el relato de viaje con reflexiones íntimas sobre la identidad, la pérdida y la reinvención.
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Los cuentos y las crónicas que reúne este libro nos llevan por Israel, Estados Unidos, Siria, Turquía, y aquel otro país extraño que fue la colonia Roma de los años sesenta. En ese recorrido nos cruzamos con figuras insólitas: una vaca israelita de mirada profunda llamada Uma, un sarape que no resultó ser buena inversión pero que sin embargo viajó por Israel y Europa, unos kipes que llegan clandestinamente hasta Estados Unidos sólo para derretirse en el calor del verano tejano.
También conocemos a personajes inolvidables: un Orhan Pamuk joven y encorbatado que es el doble del autor, una madre que expresa su amor en la fusión de tradiciones culinarias (la madeleine de Proust se transforma aquí en pan árabe, en café turco, en esfijas con guacamole y en leban con chile verde), y sobre todo, a Mili, la niña de ojos serios que a sus escasos tres años soltó la mano de su hermano Jacobo, de cuatro años, y encontró la muerte en una avenida de la colonia Roma. Mili, la hermana siempre niña que nos mira desde la portada y que nos acompaña en cada página de este libro itinerante.
Los epígrafes que encabezan los diversos relatos aquí reunidos proponen un recorrido paralelo al del viaje hacia el oriente y hacia el pasado. Se trata de un itinerario basado en la lectura. Partimos de Bertolt Brecht, para luego visitar a Bolívar Echeverría, Marcel Proust, César Vallejo, Yehudah Haleví, José Asunción Silva, Julio Herrera y Reissig, y Jorge Manrique, entre otros. Hay pocos clichés tan certeros como aquel que equipara la lectura con el viaje, y los epígrafes de Jacobo nos recuerdan que el descrubrir de páginas desconocidas, así como el volver a páginas ya fatigadas por la lectura, es tan mágico como conocer los sonidos, colores y olores de una ciudad nueva.
Terminar un buen libro, como finalizar un viaje, suele dejarme a la vez feliz y melancólica. Así me sentí cuando volví de andar Por tierras extrañas. Agradecí haberme fugado por unas horas de este extraño tiempo de confinamiento y de ansiedad, cuando cifras y conjeturas sobre la pandemia del covid-19 dominan casi todas nuestras conversaciones. Y me quedé con el recuerdo nostálgico de haber compartido un íntimo trayecto, que aunque nunca fue mío, viví de lleno en el polvo de Damasco, en el aroma del pan árabe, en las huellas de las sinagogas de Estambul, y en el bullicio de una Ciudad de México que ya no existe.
Perfil.Jacobo Sefamí
ÁSS