La fotografía que se conserva de él muestra a un hombre joven, desaliñado, con la barba a medio crecer y con una mirada de nostalgia y pérdida que parece indagar en todos los misterios del mundo. Se trata de Rafael Vega Albela, uno de los integrantes más enigmáticos de la pequeña constelación de artistas adolescentes que fueron compañeros de educación sentimental y de ruta política de Octavio Paz y que, por diversas razones, se quedaron en el limbo literario.
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La Poesía y prosa reunida de Rafael Vega Albela (1913-1940), compilada por Ángel Gilberto Adame y prologada por Guillermo Sheridan (Bonilla y Artigas, 2024) permite dar materialidad a esta trágica figura, cuya breve y atormentada existencia culminó en suicidio. Se ignora gran parte de la trayectoria de Vega Albela y el origen de su amistad con Paz, pero si se sabe, gracias a la inquisición de Adame, que nació en la Ciudad de México, que su madre falleció durante el parto y su padre pocos años después, que creció criado por un tutor, que padecía lo que ahora se conoce como trastorno bipolar, que comenzó su carrera literaria con unos poemas en Letras de México, que fue invitado por Paz a la revista Taller y probablemente al periódico El Popular, que hacía rigurosos sonetos y profesaba un lúcido y clarividente antifascismo, que fue internado en el hospital de enfermos mentales de la Castañeda, que su familia creó una leyenda vergonzante y un pacto de silencio en torno a su figura y que, en 1940, se ahorcó con su propio cinturón en la celda del manicomio.
La obra reunida consta de poco más de diez poemas y cerca de una veintena de artículos de crítica literaria y de política. Los poemas muestran a un autor con pericia formal y sombría madurez que se ensimisma en imágenes funerales y augurios. Los textos de crítica literaria, por su parte, denotan un gusto ecléctico que va de lo clásico a lo contemporáneo (de Racine a Neruda); un juicio fino y balanceado capaz de apreciar tanto prosa como poesía; la afinidad espontánea con otras almas desesperadas como Poe, Rimbaud o Kafka y un interesante conjunto de consideraciones de los paralelos entre poesía y religión. Los artículos políticos, escritos en el marco de la guerra civil española, el avance del fascismo y la aurora de la Gran Guerra, exhiben a un lector informado con un claro conocimiento de la política internacional y con una visión realista de la toma de decisiones que, sin embargo, deplora la ceguera y mezquindad moral de muchos dirigentes de Occidente y advierte su complacencia ante el avance de la barbarie.
El articulista también denuncia la “voluptuosidad de la obediencia” a la que se entregan pueblos enteros y la profusión de “hombres máquinas” que sólo saben acatar órdenes y gritar consignas. Nada (como ocurría con Jorge Cuesta) en el impecable análisis o en la cerebral construcción de la poesía de Vega Albela harían pensar en ese soterrado desequilibrio que pronto acallaría sus páginas y su precoz y sólida promesa literaria.
AQ