“La suave patria” es el poema más célebre y desconcertante de Ramón López Velarde y su aparición detonó un culto póstumo y masivo, que lo volvió, por décadas, emblema del sentimiento cívico y melodía favorita de los jilgueros patrios.
Desde luego, sólo un aparato de propaganda nacionalista podía convertir en prístino cantor del régimen que emanaba de la Revolución a un católico progresista, demócrata y civilista que rechazaba la violencia y, sobre todo, al cultivador de una poética de la ironía y una estética de la exigencia. Por eso, tempranamente, la crítica más perspicaz comenzó a sospechar de esta apropiación nacionalista y encontró en este poema uno de los acertijos más fecundos del autor.
¿Qué quiso hacer el poeta mediante esta épica sordina? ¿Era una concesión al nuevo régimen o, más bien, una broma, o una admonición? Una de las hipótesis que empezó a esbozarse era que “La suave patria”, más que un elogio de la Revolución y sus caudillos, constituía una crítica a la demagogia y la violencia, embozada en el colorido y la musicalidad.
Víctor Manuel Mendiola es uno de los velardistas contemporáneos que han sustentado esta postura con mayor solidez. Desde “El Ángel que acompañó a Tobías”, de 2013, el ensayo de gran calado que analiza la recepción crítica del poema de López Velarde y que enmarca la anterior traducción al inglés que editó el Tucán de Virginia, Mendiola señaló que, contra la idea de un poema patriótico dedicado a exaltar la Revolución, la “Suave patria” era una crítica del caudillismo, del militarismo, de la violencia, de la demagogia y hasta del machismo. Por eso, este poema buscaba modular el ánimo grandilocuente, bélico y maximalista, con un elogio de la provincia, los mártires, los héroes derrotados y las virtudes femeninas.
En Cien años contra el fantasma del caudillo, que publicó el año pasado, Mendiola renueva y refresca estas ideas en torno a la subrepticia subversión del poema y señala su vigencia en un tiempo de restauraciones. La Iconografía de la Suave patria de Ramón López Velarde (El tucán de Virginia, 2022) presenta una recopilación de imágenes y motivos en torno al poema, realizada por Víctor Manuel Mendiola, así como una nueva traducción hecha por Edith Noyola. A través del análisis pormenorizado de los versos, junto con imágenes, motivos y objetos alusivos, Mendiola erige un devocionario crítico en torno a López Velarde, un gabinete de maravillas que evoca el entorno y el mundo interior del poeta y que ilustra sus influencias literarias más amplias, sus paralelos con artistas de su generación y sus filiaciones políticas y religiosas.
A su vez, la traducción de Edith Noyola, animada por una coincidencia con la fe y la nostalgia de la provincia de López Velarde, tiene frescura y un auténtico aire de comunión. Esta conjunción de aficiones velardianas produce un volumen de gran calidad y amor por el detalle que enriquece la interpretación en torno al misterioso poeta de la patria.
AQ