Hay días que nunca existieron. En febrero de 1582 el Papa Gregorio XIII, decretaba un nuevo calendario para sustituir al Juliano. Su afán por la precisión tenía un costo y ese mismo año varios días de octubre desaparecieron en Italia, Polonia, Portugal, España; para luego ser borrados de la historia. Según el decreto, el día siguiente del jueves 4 de octubre pasó a ser viernes 15 de manera que los diez días intermedios nunca existieron; nada pudo ocurrir en esas fechas; nadie nació, nadie murió y nadie preguntará jamás por lo acontecido en los días fantasmales del siglo XVI.
Y es que 46 años antes de nuestra era, el emperador romano Julio César había encargado al astrónomo alejandrino Sosígenes la elaboración de un calendario. La cuenta de los días llevaría el nombre del emperador en los siglos por venir, la duración del año se fijaría en 365 días y seis horas ab Urbe condita, es decir: desde la fundación de Roma.
El cálculo resultó ser asombrosamente exacto si consideramos lo rudimentario de los instrumentos de la época. El margen de error era de tan solo 11 minutos y 9 segundos al año, es decir, menos de un segundo por día. Con el fin de evitar complicaciones, se tomó entonces al año con una duración de 365 días. Sin embargo, con el pasar de los siglos los años julianos había provocado que el equinoccio de primavera se adelantara en diez días y eso tergiversaba las celebraciones de pascua. La inter gravissimas decretada por el papa Gregorio puso fin al creciente desplazamiento del inicio de la primavera y el día de Pascua de resurrección.
Uno pensaría que estas son historias distantes, curiosidades del pasado tan apartadas de nosotros que sólo se las encuentra en los libros porque ahora tenemos control del tiempo. Uno pensaría que no necesitamos recurrir a medidas tan drásticas como la desaparición de los días; y sin embargo, actualmente debemos hacer correcciones del mismo tipo porque los errores se acumulan como lo hacían entonces. Es cierto que hemos aprendido a medir el tiempo con precisión extraordinaria pero, también, que es necesario añadir fracciones de segundo de vez en cuando con el fin de igualar los días solares con la oscilación regular de los átomos de Cesio —que son usados desde 1967 para medir el paso de los segundos—.
Ahora la precisión atómica nos permite medir la diminuta impuntualidad de los días utilizando el salto de los electrones que pasan de un nivel de energía a otro en los átomos. Una alteración de este tipo puede ser provocada con luz láser cuando la frecuencia del haz es justo la necesaria para que ocurra.
La medición de los cambios de energía de los átomos nos permite determinar el tiempo con precisión insólita, pero cuando de exactitud se trata buscaremos siempre la manera de incrementarla.
Los avances científicos recientes nos hacen pensar que pronto podríamos tener relojes nucleares que alcanzarán una precisión aún mayor. Los núcleos de los átomos están formados por protones y neutrones apiñados con un cierto orden. Estos también ocupan ciertos niveles de energía y los relojes del futuro podrían hacer uso del salto entre niveles nucleares de manera parecida a como lo hacen los relojes atómicos con los electrones de los átomos.
El problema hasta ahora ha sido que los niveles de energía de los núcleos son muy altos, de manera que inducir, estimular y controlar los cambios energéticos en el núcleo atómico requeriría de luz láser con energías inalcanzables. Este hecho natural tiene una excepción: el elemento químico metálico llamado Torio.
De manera extraordinaria, el átomo de Torio tiene dos niveles de energía en el núcleo que son muy cercanos entre sí. Eso permite que un láser pueda excitar el núcleo de manera controlada. Un reloj que se base en la transición de energía del núcleo es menos sensible a las perturbaciones externas y por lo mismo sería más estable que el mejor de los relojes atómicos.
La medición aguda del tiempo no sólo permite construir calendarios más precisos, también nos posibilita entender mejor el movimiento del planeta y mantener los relojes sincronizados. Cronómetros exactos proporcionarán mayor precisión a los sistemas de navegación GPS, harán posible la medición de las constantes físicas fundamentales, pondrá a prueba la teoría de la relatividad general y mejorará la búsqueda de materia oscura que eventualmente distorsionaría el tic tac del minucioso reloj.
En este año 2021 no fue necesario añadir un segundo intercalar para compensar como se hizo en 2016. Tampoco será necesario restar un segundo, aunque la Tierra gira con mayor rapidez desde hace varios años. En la actualidad no desaparecen días del calendario como en los tiempos de Gregorio XIII, pero sí de vez en cuando aparecen como regalo o nos arrebatan sin resquemor un segundo de vida.
AQ