El 8 de agosto de 2017 murió Eduardo del Río, mejor conocido como Rius, dejando un hoyo negro en el mundo del cartón político y, sobre todo, de la historieta didáctica.
Se atribuye a Carlos Monsiváis haber dicho que en México existían tres secretarías de Educación: la SEP, Televisa y Rius. Gracioso enunciado que tuvo un sustrato de verdad durante buena parte de la segunda mitad del siglo pasado.
Rius se inició como dibujante en la revista Ja-Já, hizo cartones políticos en periódicos de circulación nacional y sintió que esa actividad era estéril. Por eso enfiló sus baterías hacia la historieta, donde creó un popular microcosmos, primero en Los Supermachos y luego en Los Agachados, además de un centenar de libros: La panza es primero, Marx para principiantes, Manual del perfecto ateo, Kama Nostra, El yerberito ilustrado, Los presidentes dan pena, etcétera.
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Nació en Zamora, Michoacán. De joven fue office boy, cantinero, vendió jabones de casa en casa, contestó teléfonos en una agencia funeraria y estudió en un seminario salesiano.
Perteneció al Partido Comunista, fue aguerrido defensor de la Revolución Cubana y luego se convirtió en crítico del castrismo. Acerca de este asunto, en 1995 me dijo en una entrevista: “Me cayó el veinte cuando se dio la invasión a Checoslovaquia; lo que vino después fue el aplauso de Fidel Castro. ¡Uta! Eso me abrió una ventana enorme para preguntarme: ‘¿qué está pasando aquí?, ¿por qué estamos apoyando esto y nos quedamos callados?’. Entonces decidí salirme del partido y volverme crítico del socialismo mal aplicado, aquel donde falta la libertad”.
Le pregunté si, con ese viraje ideológico, perdían vigencia los libros que escribió a favor del sistema cubano. Respondió: “Fueron válidos en su tiempo porque revelaron lo que estaba pasando en Cuba. El problema consistió en no reconocer los errores que se estaban cometiendo. Piensa uno que la ropa sucia se lava en casa y eso equivale a hacerse pendejo, con perdón del francés”. En 1994 publicó Lástima de Cuba.
Las espinas del chayo
Rius fue un hombre de una sola pieza. Supongo que en la actualidad criticaría los errores del gobierno, pero sin pertenecer a la comentocracia enfurecida que ha perdido privilegios. Él no los tuvo.
Cuando platiqué con Eduardo del Río, quise saber si nunca se espinó con los chayotes en efectivo o mediante chambas para el gobierno. Respondió: “No, porque yo sentía que al aceptarlos perdía autoridad moral para señalar errores. Dentro de mi conciencia yo sentía que lo único que le podía dejar a mis hijos o a mis lectores es un ejemplo de más o menos cierta dignidad a prueba de embutes, chayotes y cañonazos. He sobrevivido gracias a mi trabajo. No me preocupa que alguien me acuse de corrupto porque nunca lo he sido”.
Reviré: ¿Y la venta de caricaturas a los funcionarios? Contestó: “Yo no la he practicado. Una vez me pidió un cartón Jesús Reyes Heroles en el que lo chacoteaba. Eso lo vi como una prueba de cinismo y masoquismo. Yo no concebiría tener en mi casa un cartón en el que me ponen en ridículo, y además pagar por él. Fue la única vez y se lo regalé”.
El Che, Quezada y Leduc
“¿Quién de ustedes es Rius?”, preguntó Ernesto Che Guevara cuando recibió en Cuba a una delegación del Partido Comunista Mexicano. Eduardo del Río alzó la mano y entonces el héroe guerrillero se acercó al monero para saludarlo y decirle que le gustaban mucho sus cartones de la revista Siempre! “Yo sentía que se me caían los calzones, hasta que nos invitó a platicar un rato alrededor de una mesota”. Ésa es una de las múltiples anécdotas que él mismo narró en Rius para principiantes (Grijalbo, 1995), lanzamiento editorial que me abrió la puerta para hablar con el dibujante.
—En el libro usted acepta que intrigó contra Nikito Nipongo para que un miembro del Partido Comunista lo supliera en la dirección de la revista Sucesos. ¿Fue un error ideológico?
Más bien lo considero un error religioso porque suplí a la Iglesia católica con el Partido Comunista, hasta que me di cuenta de que en las dos partes dominaba el dogmatismo, la cerrazón y la intolerancia. Actué como fanático.
—En algunos libros ha renegado de la Iglesia católica, sin embargo, tengo la impresión de que los salesianos le infundieron principios éticos que aún conserva. ¿Así es?
Los principios cristianos, aunque la gente no los practique, son válidos. No creo que se llegue a practicar fielmente el cristianismo. Quizá algunos monjes lo hagan recluidos, abstrayéndose de los problemas, aunque ésa no es una buena forma de enfrentar las dificultades ni de practicar una supuesta moral cristiana. La religión es el contacto con la gente, el comportamiento con el prójimo. No es ir a misa los domingos, darse golpes de pecho y arrepentirse de lo que se hizo entre semana.
—Usted conoció la pobreza desde niño. ¿Eso le sirvió para tener una visión amplia del mundo como artista?
Sí, sobre todo me hizo consciente de que había mucha gente que padecía las mismas carencias que yo. Me hizo ver que esta sociedad estaba compuesta por gente pobre y rica. Todo eso me sirvió en mi posterior desarrollo como monero. No hubiera pasado lo mismo si nazco con pañales de seda. De golpe y porrazo entré a formar parte de la gente a la que yo dedico mi trabajo.
—En 1969 usted fue secuestrado por órdenes de Díaz Ordaz, y la intercesión de Lázaro Cárdenas lo salvó de la muerte. ¿De qué manera se liberó del trauma?
No me quedaba de otra. No me iba a pasar la vida con guaruras y pensando que en cualquier momento alguien me va a dar en la madre.
—¿Cómo se adquiere un estilo?
¡Caray!, eso no me lo habían preguntado nunca. El estilo se va haciendo con la práctica y con una autocrítica feroz de no creerse que ya la hizo uno. A partir de esa posición, mejorar cada día y adquirir un lenguaje propio, no con el afán de buscar originalidad sino efectividad.
—¿Aún piensa que es un mal dibujante?
Malo no, pésimo. Mi estilo de dibujo, igual que el de Abel Quezada o de otros moneros, está adecuado al humor que quiero manejar. No podría hacer el tipo de humor que hago con un dibujo como el de Naranjo o Helioflores. En la historieta la gente se interesa en los diálogos, rara vez se fija en el dibujo, lo distrae.
—¿El público masivo se enamora a primera vista del dibujo?
En la historieta humorística, no. Otro tipo de historieta, la que está de moda, se basa en un dibujo alucinante, artístico, anatómico, muy realista, y el texto lo utilizan sólo como apoyo.
—¿Cómo nacen sus personajes?
Afortunadamente, vengo de una familia de locos y por eso no tuve que ir muy lejos para conseguir modelos. Es gente que conozco mucho. Posteriormente, leyendo las grandes novelas, aprendí a caracterizar a los personajes.
—¿Cuál es su principal influencia como caricaturista?
Saul Steinberg, aunque creo que ya me libré de él. En México, mis gurús fueron Abel Quezada como dibujante y Renato Leduc con sus textos.
—¿Cómo se atrevió a usar el collage en sus libros de manera audaz?
Dicen que la ociosidad es la madre de todos los vicios, y como soy mal dibujante, me costaba trabajo hacer dibujos que ubicaran al lector en un sitio o en una época, por ejemplo, en la Edad Media. Además, las pinturas y los grabados enriquecen plásticamente cualquier libro.
—¿Cuándo empezó a vivir de sus regalías?
Cuando llevaba como 40 libros, lo cual es vergonzoso para cualquier autor. Da pena que escritores de verdad no puedan vivir de los derechos de autor porque sus tirajes son muy limitados o porque los roba el editor. Muchos son bien transas.
—¿Cuántos ejemplares ha vendido Rius?
¡Híjole!, nunca lo he podido calcular porque hay muchas ediciones piratas en el extranjero. Ni siquiera conozco muchos de los libros, me los han platicado nada más. Calculo que pueden pasar de siete millones de ejemplares en todo el mundo. De La panza es primero se han vendido más de medio millón.
Personajes vivos
Las cifras mencionadas por Rius en la entrevista son de 1995. La panza es primero ya rebasó el millón de ejemplares vendidos y algunos de sus libros se siguen comercializando.
Aunque Eduardo del Río ya dejó este mundo, su amplia producción editorial está en espera de que nuevas generaciones la conozcan. Además de que siguen vivos los personajes de sus dos célebres historietas: Calzonzin, Don Perpetuo del Rosal, Emergencia de la Luz Tafoya y Benavides (Doña Eme), Lechuzo, Don Fiacro Franco, Lucas Estornino y Ticiano Truyé. También Gumaro Asecas, Don Céfiro, Doña Tecla, Licenciado Trastupijes, Bedoyo, Don Filipino, El Cambujo, Don Ruco, Doña Garatuza, Fray Totol y Reuter Nopalzin.
AQ