Samuel Johnson (1709-1784) es un autor imponente que, por azar, ha pasado a la posteridad, más como personaje que como escritor, gracias a la célebre biografía que le compuso James Boswell. Se sabe que era un hombre pobre de provincia que anhelaba conquistar Londres; que se mudó a la capital a los 28 años; que tenía hambre permanente, maneras maniacas y una curiosidad intelectual desbordante; que generó su prestigio y autoridad por su ingenio e inflexible disciplina autodidacta y que, dentro de su temperamento melancólico, tenía momentos de alegría explosiva y le gustaba la conversación con gente de todas las condiciones. Es sabido también que, además de sus olvidadas obras poéticas, dramáticas y narrativas, emprendió, con mal pago, proyectos titánicos, indispensables para el idioma y el canon inglés, como la edición de las obras de Shakespeare, su famoso diccionario y sus extraordinarias vidas de poetas. En este crítico fundador destacan la versatilidad de competencias; la firmeza de carácter y el más refinado y feroz talento polémico. Precisamente, esa libertad y ese humor viperino, que no respeta ni al naciente ídolo Shakespeare, le brindan su sorprendente actualidad. Ensayos literarios. Shakespeare, vidas de poetas y The Rambler (Galaxia Gutenberg, 2015) es una magnífica selección de tres de sus facetas más brillantes: el exégeta y editor de Shakespeare; el biógrafo, precursor del canon inglés, y el avezado conversador que se siente a sus anchas en la tertulia periodística.
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Johnson analiza el hecho literario con sobriedad y sentido común, sin regatear al arte su potencial de elevación espiritual, pero sin colocarle ese halo casi sagrado, que llegó a imprimirle el histrionismo romántico. Por lo demás, su discernimiento crítico se basa en el equilibrio y Johnson es preciso en sus elogios, pero también en sus duras e hilarantes objeciones. Por ejemplo, el Shakespeare de Johnson es desaliñado, inculto y a ratos desarticulado, pero tiene la suprema virtud literaria de, como diría luego Harold Bloom, “inventar lo humano”. Así, afirma Johnson: “En las obras de otros poetas un personaje es, demasiado a menudo, un individuo, en las obras de Shakespeare, suele ser una especie”. En sus Vidas de poetas ingleses Johnson practica la biografía con una mezcla de admiración y severidad, empatía y crueldad, y le imbuye tanto la lucidez de la exégesis crítica como la emoción de la novela. Por su parte, sus ensayos y divagaciones muestran sapiencia, humor y capacidad de observación, así como una afable pedagogía civil. No parece haber en esta prosa una sola frase que no surja de la reflexión reposada, de la experiencia personal o de la erudición vivida como necesidad y ello le otorga su poder de seducción, su permanencia y su dignidad estética. Si algo enseña Johnson, y resulta muy necesario en estos tiempos de abusiva locuacidad, es que el ejercicio de la opinión entraña mucho rigor intelectual, responsabilidad moral y don de estilo.
AQ