Socorro Venegas: “La literatura subvierte el mundo”

Entrevista

"Asocio el dolor con la memoria. Aquello que hemos perdido es lo que nos define", dice la escritora mexicana.

La escritora mexicana capta desde diferentes perspectivas sobre la maternidad (Foto: Héctor González)
Héctor González
Ciudad de México /

Los cuentos de Socorro Venegas (San Luis Potosí, 1972) cuestionan y provocan. Cada una de las historias incluidas en La memoria donde ardía (Páginas de espuma) navegan entre el dolor y las dudas que envuelven el universo femenino. La narradora reconoce en entrevista que nuestra sociedad no ve aún con buenos ojos que una mujer se haga preguntas acerca de la maternidad. No obstante, sostiene que una de las virtudes de la literatura consiste precisamente en subvertir el mundo.

—En uno de tus cuentos dices que los recuerdos regresan para decirnos quiénes somos.

La manera en que trato los recuerdos dentro del libro es dolorosa. Asocio el dolor con la memoria. Aquello que hemos perdido es lo que nos define; esta paradoja merodea detrás de los cuentos. Pero, ojo, no me refiero a la pérdida como sinónimo de muerte, puede ser la pérdida del amor, de la infancia, de un universo. La protagonista de “Pertenencias”, el primer cuento, deja de ser quien era cuando pierde a su cómplice. A partir de la ausencia se convierte en sobreviviente.

—A través de los cuentos circulan preguntas sobre la maternidad y la paternidad.

Me parecía interesante trabajar el tema desde la literatura: pensar en la gestación como una metamorfosis monstruosa y a veces incomprensible. Quería mostrar personajes femeninos que no conectan con la maternidad. Hay también una crítica hacia una sociedad que no ve con buenos ojos que las mujeres duden sobre las implicaciones de ser madre. Mediante estas historias quería plantear que puede ser algo catastrófico porque rompe con la identidad de la mujer. No solo se gesta a una criatura, la mujer misma se está convirtiendo en otra persona y durante ese proceso puede enfrentar una soledad muy angustiante.

—Un cuestionamiento: en “El hueco”, la protagonista cede al final y se conmueve cuando su bebé le pide los brazos.

Tienes razón, en ese cuento la madre se cuestiona ¿y si no logro llamarlo hijo?, es decir, ¿si no logro ser su madre? Creo que es una pregunta fundamental. En ese relato trabajo con elipsis para que el lector construya la historia conmigo. Manejar cierta ambigüedad me permite involucrarlo en la toma de decisiones sobre lo que sucede. Al leer estos relatos dolorosos sobre las ausencias me gustaría que los lectores revivieran las propias a fin de construir una memoria colectiva y encontrarnos como sobrevivientes.

—¿Por qué te interesan las atmósferas infantiles?

Hemos olvidado mucho de nuestra propia infancia. Cuando miramos a los niños somos condescendientes y apresurados. No respetamos la infinita complejidad de sus mundos y eso supone perder una posibilidad de riqueza enorme. Los adultos que somos se lo debemos a la infancia. Los niños tienen una gran capacidad para encontrar la belleza de manera natural y en los lugares donde no suele estar.

—Incluso en los hospitales, como sucede en “Los aposentos del aire”.

Los protagonistas de ese relato se asumen enfermos de cáncer y conocen su soledad. El cuento plantea el trabajo impersonal de los médicos, lo cual acentúa su desolación. Pese a todo, los niños encuentran estrategias para sobrevivir e incluso descubren su capacidad para amar. Yo tuve un hermano que murió tras cinco años de padecer leucemia. Él tenía nueve y yo once. Fuimos testigos de su degradación y a través de esta historia quise colocarme en el que podría haber sido su punto de vista. Fue un ejercicio que me costó muchísimo trabajo. A lo largo del libro quería mostrar personajes transformándose y atravesando su dolor.

—En varios cuentos, incluyendo éste, manejas el sexo como una herramienta para agarrarse a la vida.

El sexo es una afirmación de vida muy poderosa. Implica una necesidad de conectarse con otro ser humano a través de la sensualidad. Por otro lado, la afirmación de la sexualidad femenina es otra manera de afirmación.

—La exploración del universo femenino es otro de los hilos que une a los cuentos.

Quería hacer una exploración de los mundos femenino e infantil. Son dos espacios silenciados, marginales, pero infinitamente ricos. Por eso era importante darles una voz. En el cuento “Un viaje con dique”, la ausencia de los hombres es decisiva. El abuelo abandonó la familia y su ausencia condicionó que estas mujeres nunca fueran al mar hasta que un buen día deciden viajar juntas. Sin embargo, en el último momento la abuela es quien decide romper con esa necesidad dictada por el abuelo. La deliberación de las tres se convierte en un ejercicio de libertad que las coloca en una página en blanco dentro de la cual todo es posible.

—Y también hay un replanteamiento en términos de los espacios. Llevas a las mujeres a las cantinas, sitios relacionados con los hombres.

Quería explorar los espacios de los que las mujeres y los niños han sido proscritos. Se dice que las mujeres y los niños no deberían estar en la calle, y ellas tampoco en la cantina. El poder de la literatura consiste en subvertir el mundo, no solo para mirarlo desde otro lugar sino también para enriquecerlo.

—¿Esta lectura es una interpretación de esta época?

Vivimos un momento fundamental para seguir hablando del derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, incluyendo la interrupción legal del embarazo. En mis cuentos no aparece esta problemática, pero sí hay una exploración de la capacidad femenina para replantearse el mundo y redirigirlo con absoluta autonomía. Los cuestionamientos acerca de la maternidad son germinales porque dan paso a distintas acciones. Hay consecuencias a partir de estas preguntas que incluso trastocan al mundo.

​LVC

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