“Tiempo” | Por Alberto Blanco

Meditaciones

Pocas cosas nos han intrigado más a los seres humanos que eso que llamamos “tiempo”.

"Es evidente para todo el mundo que existe el día y la noche, que la luna crece y decrece...". (Foto: Ramiro Martínez | Unsplash)
Alberto Blanco
Ciudad de México /

Pocas cosas nos han intrigado más

a los seres humanos que eso

que llamamos “tiempo”.


Es fácil observar que las nubes pasan,

las estaciones van y vienen,

las flores se marchitan

y los seres humanos también.

Decimos que “el tiempo pasa”.


Pero esto es algo tan subjetivo

y tan difícil de aprehender

como explicarnos por qué existe

una diferencia tan marcada

entre pasar ocho horas trabajando

y pasar ocho horas dormidos.


Nuestra manera de medir el paso del tiempo

da cuenta de nuestra estupefacción

y exhibe esta doble vertiente:


Natural y objetiva por una parte;

Subjetiva y artificial por la otra.


Es evidente para todo el mundo

que existe el día y la noche,

que la luna crece y decrece,

y hasta para los niños pequeños queda claro

que, con “la salida del sol”,

comienza un nuevo día.


Pero el acuerdo que nos hace dividir

el año en doce meses y 52 semanas,

las semanas en 7 días,

el día en 24 horas,

la hora en 60 minutos

y el minuto en 60 segundos,

es un asunto puramente mental

que obedece a razones simbólicas

y no a fenómenos que podemos observar

como el año, las lunaciones, las estaciones y el día.

Definir un “segundo” es metafísica pura.


Nuestra forma de medir el tiempo

es natural y artificiosa al mismo tiempo,

como los relojes.


Y la forma de los relojes cambia

pero no la duración de una hora

que sigue siendo exactamente la misma.


El tiempo —sea lo que sea—

no se detiene; lo que cesa es el hombre.


En contraste, y si, como asevera Wittgenstein,

entendemos la eternidad

no como un tiempo infinito

sino como ausencia de tiempo,

entonces quienes viven en el presente

disfrutan de la eternidad.

AQ

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