Un siglo de masas

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¿Por qué las personas buscan formar parte de un grupo donde se pierden a sí mismas? La pregunta ha seguido vigente durante los últimos cien años.

El estudio de las masas tiene apenas un siglo, pues coincide con el crecimiento urbano. (Foto: Unsplash)
Julio Hubard
Ciudad de México /

Un siglo desde que Sigmund Freud publicó Psicología de las masas y análisis del yo (1921), libro que rebasa los ámbitos psicoanalíticos. Es poco tiempo para un asunto histórico y político tan importante, pero es que no es sino en el siglo XX que el fenómeno de las masas se vuelve urgente, cuando los asentamientos urbanos y la participación política alcanzó el orden de los cientos de miles. Lo adelantan dos sociólogos, Gabriel Tarde y Gustave Le Bon, de donde lo recoge Freud para poner el dedo en la llaga. Las pretensiones científicas del siglo anterior, incluida la suya, describieron el fenómeno: la alteración psicológica del individuo dentro de la masa. Pero los sociólogos no se ocuparon de averiguar qué unía a esos individuos, por qué elegían deponer su singularidad.

Le Bon había insistido en que el sujeto de la masa se comportaba como bajo hipnosis, pero eso dejaba fuera las motivaciones. Freud aporta el punto central: la participación en la masa le permite al sujeto “echar por tierra las represiones de sus mociones pulsionales inconscientes”. Se suma a la masa quien lo desea, lo busca, lo quiere: el hombre masa quiere serlo y, de serlo, obtiene un goce.

Diez años después, José Ortega y Gasset (La rebelión de las masas, 1930) asume lo mismo, desde un orden de ideas muy distinto: el hombre masa es voluntario y, por tanto, responsable de su acción. Es un sujeto que “no se sospecha a sí mismo”, que encuentra dentro de sí un repertorio de ideas que no ha pensado, y decide que está completo. No necesita mostrar por qué cree que hubo un fraude electoral: ya sabe. No duda: lo suyo no es pensar sino irrumpir cuando algo irrita sus certezas compartidas y confirmadas por la cantidad, no por la razón. Llama rebelión de las masas “al hecho más importante en la vida pública”, que consiste en “el advenimiento de las masas al pleno poderío social”.

Son dos elementos que, sumados, dan miedo: el hombre masa desea serlo y está convencido de saber todo lo que necesita para actuar públicamente y ante los demás de modo poderoso. Y aquí aparece el tercer gran autor, Elias Canetti y ese libro de ensayos que exploran una realidad innominable y con frecuencia aterradora: Masa y poder (1960). Comienza con el propio cuerpo: los usos de la mano como apoderamiento, la boca y la incorporación de cosas exteriores, las metáforas de comer. De ahí, la supervivencia en sus dos costados: el miedo a ser tocado, a sucumbir, y la adquisición de fuerza y poder. En el avance de la marabunta no se puede ser más que hormiga o comida. Quien participa en la masa tiene acceso a un goce que consiste en perderse, disolverse, participar. El que no participa tiene miedo.

Tres libros estupendos en una secuencia de acercamiento: la observación científica y objetiva en Le Bon y Freud; un Ortega que habla de las masas como si marcharan frente a su casa; Canetti, y el miedo a un ser que puede tocarnos con las manos. De libro en libro queda la formidable crónica de un ascenso: psicología, rebelión y poder, que avanzan parejas a la observación, el horror y el terror. Los libros son un mismo hilván de un miedo creciente: el goce de la cantidad y el pensamiento depuesto.

Es muy curioso que los autores se evadan. Solamente Freud cita a Le Bon; Ortega se salta a Freud, y Canetti no menciona ni a Freud ni a Ortega. ¿Por qué, si cada uno fue libro famoso y traducido? Ortega escribió un prólogo a la traducción española de las “obras completas” de Freud, en 1922. El libro de ensayos de Canetti se publicó en 1960, cuando los otros dos eran ya parte notoria de la cultura. Los tres autores conocían el alemán y el español. Sólo por un azar sañudo, cada autor desconocería a los anteriores.

Hacer a un lado a un autor importante puede indicar algo más que unos malos sentimientos; incluso al contrario: si me meto con este escritor no podré sino copiarlo, y el problema de las masas es tan presente en mi pensamiento que, mejor, me quedo a devanarme los sesos por mi cuenta. Sobre todo si se trata de elogiar el pensamiento independiente y el valor individual.

Imagino un raro homenaje que consiste en mirar a otro lado. Y quizá de ese otro lado tenga que venir un nuevo trabajo, porque el fenómeno ominoso de las masas sigue presente y con mayor capacidad opresiva en las redes sociales. Conserva, en el mundo virtual, las características señaladas por Canetti: la masa siempre quiere crecer, ama la densidad, necesita una dirección y en su interior reina la igualdad.

AQ

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