El pasado febrero estuvo en México el poeta brasileño Horácio Costa quien, entre otras actividades, presentó su nuevo poemario: Viaje a México 3, una colección de crónicas en forma de poemas o, más bien, crónicas poéticas, compuestas en uno de los muchos viajes de Horácio a la Ciudad de México; de manera específica, en los últimos meses de 2021 y los primeros meses de 2022 para una estancia académica. Los poemas fueron originalmente escritos en portugués, la lengua del autor, y aparecieron por primera vez en Lisboa en 2022 bajo el sello Poesia Incompleta. El ejemplar que ha llegado a nuestro país es una traducción hecha por Francisco Ardiles y Thiago Ribeiro y revisada por el propio autor. Se publicó bajo el sello Manofalsa, en Lima, Perú, en 2023.
En los textos de este tercer viaje mexicano nos encontramos con experiencias, vida cotidiana y reflexiones de profunda filosofía sobre el ser y su existencia; vemos memorias, sensaciones y recuerdos de todo tipo. Los poemas de Viaje a México 3 llevan algunas pinceladas de la Ciudad de México: la Torre Latinoamericana, los volcanes y el vendedor de camotes. Están también Tequila y Guadalajara y reconocemos otros espacios de nuestro país. Los poemas fueron escritos, en efecto, en México, pero en realidad son muchas las imágenes del mundo y de la historia universal que están en ellos; a través de sus versos podemos ver sus horas de vuelo por muchas tierras y por muchos libros. El poeta es un erudito en todos los sentidos no solo en su pluma sino en su vida diaria.
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Como gente de letras, el profesor Horácio Costa tiene una amplia capacidad y sensibilidad hacia las lenguas; así, no nos sorprende que en sus textos aparezcan a diestra y siniestra, en títulos y en versos, elementos léxicos de muchas otras lenguas como el alemán, francés, inglés e, incluso, latín. Donde casi casi podemos escuchar el vivaldiano Cum dederit dilectis suis somnum. Recorrer las líneas del libro es un encuentro con todas las artes. Costa pasa con facilidad de la música clásica a la música popular. Los gustos de Horácio son múltiples, variados y eclécticos: pasa con facilidad de Lou Reed a Philip Glass, del oratorio a la música popular brasileña y al baile.
Le gusta bailar. Y esto no es un secreto; en sus versos, podemos verlo bailando al ritmo de Zeca Pagodinho o de Talking Heads. De la plástica, podemos ver en sus textos las pinturas y esculturas de Caravaggio y de Bernini; de la literatura, los pilares: Shakespeare y Cervantes. También el poeta maldito Salman Rushdie, la “lésbica” Marguerite Yourcenar, y el uruguayo Felisberto Hernández. Y, claro, los poetas no podían faltar: Paul Valéry, Danubio Torres y, por supuesto, Octavio Paz. En cuanto a su estilo, es de notar que algunos de los poemas de Horácio Costa se asemejan a la escritura barroca: simbólicos, eruditos, vastos. En su poética nos encontramos con muchas aliteraciones: los galones de los galanes, el culto de la cultura, totémico tabú, retina eterna, pétalos de plástico, “moral”, “moralina” y “morales” en tres versos seguidos. Asimismo, Horácio nos da una adjetivación pomposa: un florentino puente, un hirsuto jesuitismo, un rimbaudiano idioma. Y para él el Iztaccíhuatl no es la mujer dormida sino la mujer adormecida. Le gusta jugar con las palabras…
Como lingüista, no puedo dejar de destacar también ciertas construcciones sintácticas, como aquella polisémica en la que no sabemos cuál es el sujeto o cuál el objeto: Da el amor el sentir el sentido (de “Tout est lá”). En los poemas de Horácio Costa están la historia bíblica y la iglesia católica: el catecismo de Ripalda, los púlpitos, y la “sermonista lengua portuguesa”. De forma muy lopezvelardiana, el libro muestra una constante dialéctica entre la religión y la sensualidad: el “santificado juego del placer” ––lo llama. En algún momento menciona “las trampas de la historia y la fe”, frase que nos remite de inmediato al conocido libro sobre Sor Juana Inés de la Cruz.
En este viaje a México, el amor está en parejas clásicas: Dante y Beatriz. Y en trinomios: Horácio, Francisco y Guilherme. En estos poemas, se habla de la homosexualidad, el posmodernismo y la “libertad de la diversidad” de una manera tan natural, que posiblemente no choca con ningún credo (al menos no en ellos). Y así, Horácio nos confiesa de manera sutil que le gustan las toronjas y los melones, pero no el pepino ni la sandía. El que tenga oídos para oír, que escuche y entienda. O, mejor todavía, el que tenga el libro, que encuentre las razones de tales afirmaciones.
Para concluir, quiero detenerme en la imagen del avión que vemos en la portada ––junto con una tipografía “Mexico68”. El diseño no es gratuito; los poemas, los textos, las páginas y el libro mismo han viajado por Europa, por Sudamérica y por Norteamérica, como se ha contado ya antes. Espero que este libro encuentre más impresiones e, incluso, traducciones a otras lenguas de forma tal que siga viajando por el mundo. Espero también que Horácio Costa venga a México tantas veces como le sea posible para que podamos en un futuro tener en nuestras manos Viaje a México 4, Viaje a México 5 y hasta donde nos dé la vida.
AQ