Los vivos (Random House) es una historia sobre la desaparición forzada, sobre los muertos, los vivos y los que no pueden regresar y que habitan un lugar extraño que podría ser México, sin embargo, la novela es mucho más complicada que eso.
El escritor Emiliano Monge (Ciudad de México, 1978) habla en exclusiva con MILENIO sobre su libro que confiesa escribió con mucho dolor pero también con amor y que considera refleja la terrible realidad que sucede en nuestro país y lo que tiene en su cerebro.
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¿Qué tan complicado fue el proceso de Los vivos?
Ha sido el proceso de escritura más complejo que he enfrentado. Desde hace una década quería escribir sobre la desaparición, buscaba y me preguntaba cosas, pero muchas veces pensé que a lo mejor no la iba a escribir, pero me entercaba, hasta que entendí que era una novela sobre la aparición y una novela de desaparecidos, de contar la historia de la desaparición y fue doloroso escribirla, aunque al mismo tiempo, tiene mucho amor.
¿Desde qué lugar la querías contar?
No quería hacer una historia que estuviera compuesta de historias singulares. Es decir, no quería trasladar directo al libro una experiencia, no quería hacer esta literatura que está de moda y que es la literatura sin literatura que llena las librerías. Quería encontrar el punto desde el cual hablar de lo que genera y no de lo qué es la desaparición, de ese vacío, de esa incertidumbre, de esa soledad, de esa ausencia y de la ruptura del tiempo.
¿Qué es el no-lugar donde transcurre todo en nuestro país?
Dices bien, es una especie de no- lugar, no sabes si es el limbo… yo tampoco lo sé. Es un lugar que se gestó, que apareció y parte de la pregunta de la novela que es ¿qué pasa con ese agujero que se genera cuando alguien desaparece? pero también en la vida de los que están en su entorno: los familiares, amigos, amantes, parejas, de alguien que está en condición de desaparición y me interesaba ese hoyo negro que no es solamente algo que falta, sino algo que succiona, que sigue succionando cosas de quienes se quedan aquí y en lo que no se puede asomar nadie. No se puede asomar la ciencia, la historia, la filosofía o la política; pero el arte y la literatura pueden intentarlo, pueden intentar ser nuestros sentidos ahí.
Y también juegas con el tiempo
Creo que estamos en un tercer espacio y el tiempo es el otro elemento que mete ahí un enrarecimiento brutal, porque el tiempo tiene sentido si estamos vivos o tiene sentido si estamos muertos. Pero no tiene sentido si no estamos ni vivos, ni muertos. ¿Qué pasa con el tiempo? ¿Cómo no transcurre o cómo transcurre? ¿Cómo se abre en diferentes vectores o es un solo vector? Esa es como la otra cosa que también pasa en la novela.
¿Cómo poner distancia con un tema así?
Lo que mantuvo mi interés en la escritura era el asunto del lenguaje, que sea un reto cada palabra y que después lo será para el lector. La literatura suele poner distancia con los sucesos a través del tiempo. Y aquí, yo no tenía eso, porque esto está pasando todos los días, cómo sabemos, entonces, ¿Cómo se pone distancia?, pues con el lenguaje.
¿Por eso nombras a tus personajes como Vestigia, Hincapié, Cienvenida, niño?
Tuve la posibilidad de hablar con un montón de personas que tienen algún familiar o un conocido desaparecido y todos esos testimonios me fueron marcando la forma del libro. Yo no quería contar la historia de tal o cual persona, pero sí quería que eso estuviera presente en la novela. Hay una circularidad en estos testimonios y uno escucha muchas veces historias muy parecidas como la historia del niño Mario, la historia del niño Pedro, la historia de la niña Marta. Es renunciar a darles individualidad generando una suerte como de muchas personas en cada persona. Y luego, además, el nombre que sí se les da, Vestigia o Hincapié, tiene que ver con alumbrar más que la individualidad o la identidad, alumbrar el carácter de los personajes, la terquedad de uno, la incapacidad de romper con su pasado o con lo que hay de vestigios de lo que ellos creen que hubo, pero ni siquiera recuerdan bien.
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¿Por qué lo escribes con frases cortas, todo muy compacto, muy condensado?
Cuando uno habla con víctimas de la violencia, en general, hay un punto en el que se rompe la plática y aquel que te está contando el testimonio se arranca y habla y habla. Pero con las víctimas de este tipo de violencia, de la desaparición, ese punto no existe, no llega nunca. El testimonio está siempre asediado por el silencio, porque hay un enorme riesgo de decir algo que no quieres decir y que se rompa. Entonces, esa forma del lenguaje es un poco la que tiene la estructura de la novela, es un hablar muy conciso, todo es muy corto y todo es muy encasillado por el silencio, el ecosistema en el que está sucediendo todo.
En Los vivos aparecen distintos personajes y por momentos el lector se preguntará si están vivos o muertos en un extraño lugar, en una tierra espesa y contaminada por el dolor y la esperanza.
¿Te asomas al dolor de las desapariciones?
Yo quería que se sintiera como estar en un espacio de neblina en el que van apareciendo y desapareciendo cosas. Quería que el libro se sintiera como algo frágil, como algo que también se puede romper a pesar de que uno está dentro de ese vapor que está emanando de las cosas que están y de las que no están.
¿Todo tiene que ver con el duelo?
Claro, si hablamos de que no hay pasado en la desaparición, tampoco hay futuro, porque no hay, entre otras cosas, la posibilidad del duelo que es un derecho humano. Y las dos cosas a las deberíamos tener acceso todos es a contar nuestra propia historia y a llorar a nuestros muertos y son las dos cosas que anula la desaparición, de eso se trata un poco y si lo piensas, el duelo está en el corazón de la literatura y del arte, como está en el corazón de la cultura desde el comienzo.
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A pesar de la oscuridad en la novela, ¿hay luz, Emiliano?
Las desapariciones se han cotidianizado a niveles mucho más cabrones. Basta ir a la tienda por unas papitas y no regresar, es brutal, es una realidad de vida, es absurdo, precario y muy brutal. Pero en todo ese otro lugar, digamos que está marcado por esa niebla, por esa oscuridad, pero tenía que haber también coordenadas de luz y esos rastros o ecos de luz…es el amor.
¿Qué significa en tu carrera Los vivos?
Es una novela y ni siquiera sé si es buena o mala, no sé si es mejor que las otras. Pero es cierto que me dejó un dolor muy jodido, muy duro, pero al mismo tiempo me dejó como una paz, una tranquilidad distinta y siento, intuyo, que cuando llegue a viejito es el libro del que no me voy a avergonzar. Pienso que Los vivos es más inteligente que yo, creo que los libros son como exocerebros de los escritores, no sé cómo pasa algo así, pero es lo que siento y, a lo mejor, eso es lo que me da tranquilidad.
evt