En promedio, los habitantes de la Ciudad de México invertimos 88 minutos en el traslado de nuestra casa al trabajo. El número no nos dice qué sucede durante el trayecto y menos aún su incidencia en nuestra vida cotidiana. Con el objetivo de profundizar en las historias personales que viven los habitantes de la Ciudad de México, Estambul y Los Ángeles, la cineasta Luciana Kaplan filmó el documental Rush Hour.
¿De dónde viene la idea de pensar en el tiempo que invertimos en desplazarnos de un lugar a otro?
La película nació por una experiencia personal. Había una mujer que me ayudaba a cuidar a mi hija cuando era más chica. Invertía seis horas en el trayecto: tres de ida y tres de regreso. Cada día me contaba lo que pasaba durante el recorrido: inundaciones, asaltos, etcétera. Me impresionaba que pasara más días en el transporte público que en su trabajo. Como ella, viven millones de personas. No nos damos cuenta de la magnitud del problema que implica.
Porque lo tenemos asumido como algo cotidiano.
Claro, y la película nos invita a cuestionarnos si estamos contentos con el tipo de ciudades que hemos creado, tanto los habitantes como los gobiernos. Nos falta preguntarnos: ¿cómo llegamos a esto?
¿Por qué filmarla en Los Ángeles, Estambul y la Ciudad de México?
No quería que se convirtiera en una película sobre la Ciudad de México porque es un problema de las grandes urbes. La gente no vive cerca de donde trabaja y esto acarrea una serie de conflictos. Hice una investigación sobre las ciudades donde la gente pasa más tiempo en el tráfico y así llegué a Estambul y Los Ángeles.
Casi sin proponérselo, termina siendo una película sobre la soledad.
Sí, porque es una consecuencia. El otro día leí que en el Estado de México subió el índice de obesidad infantil debido a que las madres no están en casa durante el día. Son cosas que debemos analizar. Soy optimista y creo que todavía podemos revertir las cosas. Con ese espíritu hice la película.
En el caso de Estambul y la Ciudad de México, esto se refleja en marginación social.
La gentrificación expulsa de las zonas centrales a quienes tienen los sueldos más bajos. Estos fenómenos, que no parecen ser tan importantes, impactan a nivel urbano y de seguridad. Al final quería hablar de la sociedad moderna. El estrés y la neurosis acumulados generan una psicosis social a la que ya estamos acostumbrados.
¿Cómo darle a esto un tratamiento cinematográfico para que quien lo vive se identifique en la película?
Busqué historias que reflejaran el drama del hombre común. El cine es conflicto e intenté encontrar las pequeñas odiseas cotidianas. No es una película fría, con estadísticas y números. Quise encontrar el drama humano porque donde hay drama… hay cine. Las historias de los personajes tienen que ver con lo que nos pasa a todos; por eso es una película muy emocional. Con Rush Hour quería mostrar que todos somos pequeños héroes cotidianos que nos limitamos a sobrevivir.
¿Qué poder encuentra en el documental para buscar incidir en la realidad?
Hay al menos dos tipos de documentales. Por un lado, el informativo, que me parece válido porque busca transmitir un conocimiento. Pero hay otro, que me interesa más: me refiero al que busca conectar emocionalmente y hacer pensar al espectador por medio del conflicto. Vivimos una época en la que los documentales inciden cada vez más en la realidad y por eso tienen más valor que la ficción.